viernes, mayo 17, 2024

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Atención al final de la vida, asignatura pendiente de la Medicina actual

En España es una realidad palpable que se muere de diferente forma según el lugar donde acontece el fallecimiento y en función de los recursos de los que cada uno disponga. Ello contribuye a generar controversia y muchos interrogantes acerca del proceso del final de la vida de la persona y también sobre la falta de equidad en cuestiones relativas con la atención médica en el preámbulo de la muerte. Estos y otros aspectos han sido analizados en un Debate sobre "El médico ante la atención al final de la vida", organizado por la Revista OMC

En nuestro país, actualmente, se carece de una Ley a nivel nacional que regule todos estos aspectos. En 2011 hubo un intento de establecer una norma reguladora impulsada por el Gobierno Zapatero. Aprobada en Consejo de Ministros en mayo de dicho año, el proyecto pretendía proteger la dignidad de las personas enfermas en fase terminal o en situación agonía, así como garantizar el “pleno respeto de su libre voluntad” en la toma de las decisiones sanitarias que afecten a dicho proceso. Sin embargo, tras remitirse en junio de ese mismo año al Congreso para iniciar su tramitación parlamentaria, quedó aparcada tras el adelanto de Elecciones Generales al mes de noviembre.

 
Por su parte, el reciente Código Penal prohíbe la eutanasia activa y el suicidio asistido, mientras la Ley Básica Reguladora de la Autonomía del Paciente de 2002 reconoce como un principio básico “la dignidad de la persona y el respeto a la autonomía de su voluntad” y establece el derecho a decidir libremente entre las opciones clínicas disponibles.
 
Mientras, a nivel autonómico, son seis las autonomías: Andalucía, Aragón, Navarra, Canarias, Baleares y Galicia, que cuentan con regulación al respecto.
 
Desde la Organización Médica Colegial se intenta crear conciencia sobre este asunto como muestran las acciones llevadas a cabo en esta dirección tanto por el Grupo de Atención al Final de la Vida, en colaboración con la Sociedad Española de Cuidados Paliativos, con la promoción de Jornadas dedicadas a esta temática o debates como el que se publica en estas páginas, promovido por la Revista OMC, en el que se intenta dar respuesta a cuestiones como: ¿sabe el médico enfrentarse a un proceso de final de la vida? ¿es la atención al final de la vida una asignatura pendiente en la Medicina actual? ¿se está politizando todo lo concerniente a este proceso? ¿huye el médico de la muerte de sus pacientes?
 
Para debatir sobre todos estos aspectos se contó con la participación del presidente de la OMC, Dr. Rodríguez Sendín, Dr. Marcos Gómez Sancho, ex presidente de la Comisión Central de Deontología y experto en cuidados paliativos; Dr. Javier Martínez Salmeán, ginecólogo, ex jefe servicio Ginecología Hospital Severo Ochoa, Leganés y Dra. Montserrat Esquerda, pediatra, experta en bioética, y presidenta de la Comisión de Deontología del Colegio de Médicos de Lleida.
 
Lo que sucede en estos momentos con la atención médica al final de la vida es una expresión más de la dura realidad de las fracturas y diferencias sociales que existen actualmente en nuestro país, de acuerdo con el presidente de la OMC, Dr. Rodríguez Sendín. Es por ello que, como subrayó, en el seno de la OMC “hay una necesidad ineludible de denunciar este tipo de situaciones”.
 
“No podemos seguir tolerando que haya un porcentaje de españoles que no tengan las mismas posibilidades al final de su vida que los demás. Bien sea por que el sistema público no les provea, o bien, porque desde sus propias condiciones económicas no lo pueden costear”.
 
El experto en cuidados paliativos y ex presidente de la Comisión Central de Deontología de la OMC, Dr. Gómez Sancho, coincidió con el presidente de la OMC al referirse al incremento de las diferencias sociales en este terreno y a la necesidad de ahondar más sobre estas cuestiones.
 
En el caso de los cuidados paliativos, según el Dr. Gómez Sancho, “el acceso a la asistencia tiene más que ver con la falta de interés descarada de los responsables políticos de las CC.AA., que hace que la diferencia entre unas autonomías y otras llegue a ser escandalosa”.
 
Según este experto, “la inmensa mayoría de los cuidados paliativos en nuestro país tienen carácter público, es decir, que incluso lo tienen peor los sistemas privados. Tenemos como ejemplo el caso de Cataluña, donde los enfermos privados de mutuas no tienen cuidados paliativos y muchas veces no les da tiempo por las características que reúnen algunos a pasarse a la Seguridad Social para ser atendidos”.
 
También se mostró de acuerdo en la falta de equidad a nivel autonómico el Dr. Martínez Salmean, quien desde su experiencia como jefe de servicio de Ginecología del Hospital de Leganés, cargo que dejó hace algo más de dos años, incidió en “la existencia de una infraestructura francamente mala, no sólo en paliativos, que no existían, sino ya del propio tránsito hasta el final del paciente”.
 
Recordó, al respecto, que cuando Echániz fue consejero de Sanidad de Madrid “se habilitó alguna habitación en este centro hospitalario para poder dotar al paciente de una cierta intimidad. Después, con Lamela fue cuando se generó en dicho centro el conflicto de las sedaciones que se aplicaron en momentos determinados, con guías clínicas razonables, y, sin embargo, se montó un follón”.
 
La presidenta de la Comisión de Deontología del Colegio de Médicos de Lleida, partiendo de que, desde su punto de vista, la implantación de cuidados paliativos en Cataluña está mucho más adelantada que en otras CC.AA. comentó que, “por ejemplo, las unidades de cuidados paliativos pediátricos en España no ascienden a más de dos unidades a nivel público”.
 
Desde su faceta de pediatra, tiene la sensación de que “en los cuidados paliativos neonatales estamos a años luz, por tanto, se puede afirmar que hay inequidades dentro de la propia inequidad, y muy distintas velocidades”.
 
De ahí que considera que “desde los Colegios de Médicos y desde la propia Organización Médica Colegial hay un tema muy de base, al igual que con otros como el de las vacunaciones, que requiere de un pacto por la Sanidad con la implicación del máximo número posible de agentes”.
 
Politización e ideología
El presidente de la OMC se mostró de acuerdo en que haya un pacto político porque entiende que hay cuestiones básicas que, “de ninguna manera, deberían ser motivo de confrontación”, ahora bien, como subrayó, “teniendo muy claro que acordar no quiere decir que uno sólo lleve toda la razón”.
 
Es evidente, desde su punto de vista, que sobre el proceso del final de la vida “hay un componente político mediatizado que influye a la hora de llegar a un acuerdo final”.
Existe la creencia de que podría haber intencionalidad “de dar de comer a los grupos que piensan lo contrario” y por ello, cree que se deja de buscar una solución. “Da la sensación de que no se quisiera estar de acuerdo”.
 
Ahondando en esta idea, opina que “hay Grupos políticos que se posicionan en, según qué cosas, de una manera auténticamente irracional, con la creencia de que todo el mundo tiene que hacer lo que ellos creen, y lo grave es que es llevado hasta las últimas consecuencias”.
 
Para el Dr. Rodríguez Sendín, el respeto a este tipo de cuestiones es fundamental “cuando además está científicamente demostrado que no hay diferencia, no acorta la vida una sedación en un enfermo terminal aplicada con criterio y, además, es probable que, en algunos casos, hasta la alargue, lo que sí disminuye es el sufrimiento de las útimas horas o días”.
 
Los Dres. Martínez Salmeán y Gómez Sancho coincidieron en que muchos de estos casos acaban politizándose, debido, como apuntó el primero, “a la complicación ideológica que se ha ido generando en torno a estas cuestiones”.
 
Este interviniente lamentó que “siempre que un tema se politiza se estropea el asunto y se distorsiona el debate”, y da un paso más en este sentido, al entender que este ámbito “no sólo se ve influido por las creencias o ideologías y la ignorancia sino también por los asuntos económicos muchas veces inconfesables, y que con frecuencia están detrás de las decisiones”.
 
No obstante, el Dr. Martínez Salmeán se mostró convencido de que parte de esa carga ideológica que afecta a la atención al final de la vida, tiene que ver bastante con la iglesia católica, “por lo menos hasta ahora. No sé si con el actual Papa Francisco puede darse algún giro a ello”, según apuntó.
 
Para el Dr. Rodríguez Sendín resulta curioso cómo este tipo de planteamientos “de los que nos quejamos y que entendemos que hay que superar y trabajar contra ellos” no es exclusivo ni siquiera de los católicos, sino que “estamos hablando de un mundo mucho más amplio en el que hay una negación rotunda”.
 
Martínez Salmeán incidió, no obstante, en que España, en líneas generales, es un país católico, “y la iglesia y la religión católica lo que pretenden es ofrecer una visión de la muerte alineada con el sufrimiento, un tránsito que te lleva hacia una vida mejor. Tiene que ver con la cultura de que la muerte no puede ser entendida como un tránsito fácil, sino todo lo contrario”.
 
Gómez Sancho no comparte que la iglesia tenga una fuerte influencia en este tipo de cuestiones que, desde su punto de vista, tienen que ver más con la ética y con la atención por parte del profesional”. En su opinión, “el poder religioso ya no puede gestionar como antes el tema de la muerte, con las amenazas del infierno. El moribundo donaba la mitad de sus bienes a la iglesia para estar más cerca de ella”. Ese panorama, -añadió- “afortunadamente, se ha diluido bastante puesto que ha tenido que ir cediendo terreno, perdiendo gran parte del poder que antiguamente ostentaba”.
 
En este sentido, recordó, “antes nos topábamos con mayores obstáculos asociados a esta institución, como era el simple hecho de administrar morfina a los enfermos, había que gestionarlo con el cura del hospital, aunque lo entendían sin dificultades, pero había que dar cuenta de todo”. Al respecto, la Dra. Esquerda repasó la evolución de la Iglesia en este tipo de temas plasmada en recientes encíclicas, como la de Juan Pablo II de 1995. “Es lícito suprimir el dolor por medio de narcóticos a pesar de que estos tengan como consecuencia limitar la conciencia y abreviar la vida”. En esa misma encíclica se indica que “la renuncia a medios extraordinarios no equivale al suicidio o eutanasia sino que expresa la aceptación de la muerte”, incluso, menciona “renuncia a alimentación o a hidratación cuando el paciente no lo asimile o cuando estos medios instrumentales provoquen implicaciones al paciente una carga excesiva o notable molestia”.
 
Lo que sí es posible, en definitiva, para el presidente de la OMC, es “que la iglesia, en su plena responsabilidad, y en función de quien la gobierna ahora, pueda ayudar a entender dicha atención como una técnica más, que así lo es, y desmarcarla definitivamente de la de provocar intencionadamente la muerte, sedación es una cosa y eutanasia otra”.
 
Panorama internacional
Al margen de ideologías y creencias, desde el punto de vista del Dr. Gómez Sancho, lo que hay es “mucha ignorancia”, lo cual le parece “escandaloso”.
Al respecto recordó que la OMC, no hace mucho, “aportó al Grupo de Ética de la Asociación Médica Mundial una propuesta de ética en la sedación paliativa”. Sin embargo, “no conseguimos que saliera adelante esta propuesta porque los representantes de los EE.UU. y de Dinamarca consideraban que era una forma de eutanasia. No entendimos como pudieron asociar sedación paliativa a eutanasia”.
 
“Esta es la triste realidad”, añadió al respecto, el presidente de la OMC. “Mientras que Oriente parece no adoptar una postura firme al respecto, en Occidente, un Grupo formado por EE.UU., Canadá, Países Nórdicos, etc., curiosamente, se posicionaron en contra de nuestra propuesta que sólo fue apoyada por los iberoamericanos y algunos países europeos”. “Y es que -prosiguió- cuando quisimos defender en la WMA los conceptos y definiciones que en relación al final de la vida tenemos aprobados en España, para normalizar el lenguaje y saber de qué estamos hablando cada uno, nos encontramos con inconvenientes muy importantes. No podemos olvidar lo que es ensañamiento terapéutico, para nosotros es un excelente negocio del que viven grandes instituciones hospitalarias en el mundo desarrollado”.
 
La Dra. Esquerda se mostró convencida de que “el debate sobre si una sedación es ética o no, está superado en España.
Sin embargo, “sigue habiendo en foros europeos en los que el tema está candente. En estos foros también te das cuenta de las dificultades existentes, dado que hay incluso más velocidades que las que nos encontramos dentro de nuestro propio Estado. Puso como ejemplo el caso de Holanda, con 200 eutanasias anuales”, según indicó.
 
Desde el punto de vista del Dr. Martínez Salmean, en países anglosajones e, incluso en EE.UU. “al enfermo le consideran una parte más activa, algo que en España como en otros países mediterráneos (Italia) ha costado más entenderlo, así como asumir la responsabilidad del final de la vida de alguien. Les pasa también a los oncólogos, por ejemplo”.
 
Son culturas muy distintas, añadió, por su parte, el Dr. Gómez Sancho: familias protestantes, autónomas las de los países del Norte, en contraposición a las familias latinas con un perfil más proteccionista, católico, paternalista, de los países del Sur.
 
La atención al final de la vida es cosa de todos los médicos
El Dr. Martínez Salmeán insistió en el necesario laicismo del médico, “utilizando la autonomía del paciente, la relación médico-paciente, el contacto con los familiares, todo ello va marcando el camino de tal forma que, incluso, en muchos casos no hay que recurrir siquiera a guías clínicas”.
 
Al presidente de la OMC le resulta fundamental, en este sentido, que los médicos profundicen sobre estos temas, “puesto que cada día se han de posicionar no menos de tres o cuatro veces sobre cuestiones de este tipo”. El problema, a su juicio, es “que se ha trabajado poco e insuficientemente, y eso, como dijo, “se nota a la hora de proceder y de manejar este tipo de casos”.
 
A ello también contribuye, como apuntó el Dr. Martínez Salmeán, el hecho de que la Medicina cada vez esté más especializada. “Cada uno se dedica a su parcela, y, por tanto, en este caso que nos ocupa se piensa que debe haber un profesional que se encargue de especializar en cierto modo el proceso de morir poniendo la vista en los cuidados paliativos”.
 
Pero es que, según el Dr. Gómez Sancho, “tampoco todos los pacientes han de ser derivados a una Unidad de Cuidados Paliativos, sino que un médico bien formado está capacitado para dar respuesta a un paciente con una enfermedad que no reúna excesivas dificultades”.
 
El Dr. Rodríguez Sendín incidió en esta cuestión: el paciente debe tener un médico (de cabecera, internista,…) que conozca al enfermo y su entorno (familia, religión, etc.) y que después pida ayuda a otros especialistas, en cuidados paliativos, etc.
 
Desde la OMC se intenta, precisamente, romper la exclusividad que le ha sido asignada a la atención al final de la vida por algunos sectores de los médicos, como apuntó el Dr. Rodríguez Sendín. Y es que como remarcó, “la ética médica es para todos.
 
Una cosa es que cada uno sepa de su especialidad, pero la realidad es que Medicina sólo hay una, de ahí que, sea cual sea la especialidad de cada profesional, todos y cada uno de nosotros tenemos que entender las cuestiones fundamentales de nuestra profesión como es, en este caso, el proceso de final de la vida”.
 
Para el Dr. Gómez Sancho, muchas de las distorsiones a las que actualmente se asisten tienen que ver con la evolución de la propia Medicina y con los cambios acaecidos en la sociedad, “de la que los médicos formamos parte, tan triunfalista, de gente joven, guapa y rica, y en la que los feos, los pobres y los viejos tenemos dificultades hasta para salir a la calle”.
 
A ello –añadió- “hay que sumar los cambios en la Medicina que ha pasado de ser paternalista a basarse más en la autonomía del paciente”.
 
Según lo expuesto por dicho experto, la figura del médico de cabecera que antiguamente visitaba todos los días al enfermo, hablaba con la familia, le administraba sus analgésicos, y le atendía hasta el último momento, firmaba el certificado de defunción, acompañaba en el duelo y hasta ayudaba a amortajar al fallecido, se ha ido diluyendo a partir de mediados del siglo XX con la llegada de la penicilina.
 
Se produce un cambio vertiginoso, que provoca la sustitución de la Medicina de toda la vida (casi siempre paliativa) por la Medicina fascinante, la superespecialización, olvidando que los enfermos mueren como parte del proceso de la vida, sin que el fracaso sea, realmente, de nadie.
 
El médico ante la muerte
Partiendo de lo anterior, el Dr. Rodríguez Sendín consideró que hay que distinguir entre dos tipos de médicos, los que siguen un proceso hasta el final de la vida y los que no, los que ven muertos y los que no. Hay profesionales que sólo se enfrentan a la muerte cuando fallece algún allegado. Este constituye un hecho habitual en estos momentos. “La comodidad, la ignorancia, el miedo a la propia muerte son, sin duda, elementos que entran en juego en estas circunstancias”, como señaló.
 
Desde esta corporación se debe incidir ante este tipo de cuestiones, en opinión del Dr. Gómez Sancho, ya que, “que el médico desaparezca en momentos así, constituye una forma ‘escandalosa’, ‘antiética’ y ‘antideontológica’ de afrontar una situación que le es incómoda y ante la que la que prefiere dimitir”.
 
Hay otra cuestión llamativa para el Dr. Rodríguez Sendín y es que ante la situación del miedo a la muerte por parte de los profesionales “se observa un proceso de involución en los últimos años que es de interés analizar”.
 
Puso como ejemplo de esta situación su etapa inicial de ejercicio médico en la que “a nadie se le ocurría firmar el certificado de defunción sin haber visto al muerto”.
 
Es por ello que el presidente de la OMC considera que, “no huir de la muerte representa una protección y una garantía social y, precisamente, se cuenta con el certificado de defunción para salvaguardar al profesional y como garantía social de primer orden por la cual se garantiza que nadie ha terminado con la vida del fallecido, que la defunción del paciente ha sido natural y no violenta”. Un aspecto de gran importancia al respecto, como remarcó, es que “el médico que debe certificar es el último que atiende al enfermo aunque desconozca los antecedentes de ese paciente”. “No hay nadie más que sepa que su muerte se ha producido de forma natural que aquel profesional que le atiende en el último momento.
 
Y si tiene dudas es precisa la autopsia clínica. Es la única manera de poner orden a todo este proceso”, aunque lamentó que “actualmente no está sucediendo siempre así”.
 
El Dr. Martínez Salmeán se mostró de acuerdo en afirmar que “al médico, por lo general, no le hace gracia atender a pacientes a los que les queda pocas horas de vida”. A ello se suma, según señaló, “que los profesionales pensamos que hay gente especializada para ello”.
 
Al respecto, la Dra. Esquerda comentó que una reciente tesis sobre actitudes en relación al miedo a la muerte en estudiantes de Medicina, incluye cuestiones como su experiencia ante un fallecimiento. De los resultados se desprende que al inicio de la carrera de Medicina, un 80 por ciento de los alumnos de 18 años no han visto una persona muerta, ni siquiera han ido a un tanatorio.
 
Asimismo, sobre la cuestión de quién de ellos ha seguido un proceso de morir, incluso, entre los estudiantes de sexto de Medicina, más de la mitad afirmaron no haber presenciado la muerte de nadie, independientemente de que hayan visto un cadáver durante sus prácticas de Anatomía.
 
Ante estos resultados, surge la cuestión de “cómo estos futuros profesionales, en un período de unos cuatro años, con un MIR por medio, van a poder seguir un proceso de enfermos terminales de estas características”, tal como apuntó la presidenta de la Comisión de Deontología del Colegio de Médicos de Lleida.
 
Efectivamente, según el Dr. Gómez Sancho, de ahí que “como solo han enseñado a salvar vidas y a curar, muchas veces, aunque sea inconscientemente, “el médico -de acuerdo con lo expresado por el presidente de la OMC- interpreta la muerte del paciente como un fracaso profesional, cuando lo que debería hacer es aprender a asimilar el proceso”.
 
Formación deficitaria
La Dra. Esquerda considera que el tema de la formación es realmente preocupante. “Se ha avanzado en formación en ética médica pero sólo entre un grupo que ahora es experto, mientras no ha calado de manera generalista entre todo el colectivo médico”. Esto, a su juicio, representa un obstáculo a la hora de inculcar la ética médica a los alumnos de Medicina porque “después no lo ven reflejado en la realidad”. “Hemos construido ‘una ética de papel’, muy bonita, muy literaria, que, lamentablemente, no se ve, después en las consultas”, según Esquerda.
 
En este aspecto se mostró de acuerdo el presidente de la OMC para quien el fracaso se detecta “a la hora de poner en práctica ese marco teórico”. En este tema “el Código Deontológico es totalmente explicito, pero, lamentablemente, hay una clarísima insuficiencia de llevarlo a la práctica”, dijo.
 
El Dr. Gómez Sancho aprovechó la ocasión para destacar la labor formativa que se está haciendo desde el Consejo General de Médicos con los profesionales y los ciudadanos en aspectos relacionados con la atención al final de la vida. Ello también gracias a la aportación del Grupo de Trabajo “Atención Médica al Final de la Vida”, que lleva dedicándose a esta materia desde hace 14 años (2001), en colaboración con la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (SECPAL).
 
No obstante, reconoció que “no se nos ha enseñado a atender a este tipo de pacientes, aunque las directrices de Bolonia establecen la obligatoriedad de ello y le conceden hasta tres créditos de la Unión Europea”. “A pesar de ello, en España sólo hay siete de las 42 Facultades de Medicina actuales que responden con una asignatura obligatoria de tres créditos. Hay otras 14 Facultades que lo contemplan como una optativa, voluntaria, o que lo incorporan a otras asignaturas. Otras 21 todavía no tocan los cuidados paliativos”.
En definitiva, concluyó este interviniente, “mal pronóstico sin una formación adecuada. Se emplean cientos de horas en enseñarnos a hacer diagnósticos “rarísimos”, de enfermedades que, posiblemente, no veremos nunca, y muy escasos minutos en, por ejemplo, cómo transmitir una buena información al paciente”.
 
¿Adecuada gestión de la información al paciente?
Precisamente, desde el punto de vista de la Dra. Esquerda, el problema ético más destacable, derivado en gran medida de la escasa e inadecuada formación en esta materia, está asociado al manejo de la información al paciente.
 
Es por ello que al Dr. Gómez Sancho le resulta un “escándalo” lo mal que se hace la información al paciente, y en lo que, además de la formación también “tiene que ver mucho nuestra cultura”, que, a su juicio, representa “un freno grandioso a todas estas cuestiones”.
 
La “conspiración del silencio” con la familia, con el enfermo, es una prerrogativa de la cultura latina -según este experto que se padece tanto en Madrid como en Sevilla, Las Palmas, Buenos Aires, Bogota, y así un largo etcétera de lugares, y que no sufren en Estocolmo, Londres, o San Francisco. “A un sueco se le dice que la familia nos induce a que escondamos el diagnóstico del enfermo y se echa las manos a la cabeza, al no entender nada”.
 
Gómez Sancho se remite a la LGS, en su artículo 10.5 ya lo dice: “A que se le dé en términos comprensibles, a él (en referencia al enfermo) y a sus familiares o allegados, información completa y continuada, verbal y escrita, sobre su proceso, incluyendo diagnóstico, pronostico y alternativas de tratamiento”.
 
En ello reincide, además, la Ley de Autonomía del Paciente e, incluso, corrige a la LGS en el artículo mencionado y sustituye la preposición “y” por “o”, que “en la vida hizo más daño conjunción copulativa a la autonomía de los enfermos”.
 
Este interviniente recordó, además, que “nuestro Código de Deontología lo deja bien claro: Hay que informar al paciente y a las personas que decida”. Se centra mucho en que el destinatario de la información es el enfermo.
 
Así consta en su artículo 15.2: “La información debe transmitirse directamente al paciente, a las personas por él designadas o a su representante legal. El médico respetará el derecho del paciente a no ser informado, dejando constancia de ello en la historia clínica”.
 
Su recomendación pasa por que “cuando haya implícito un mal pronóstico habrá que informar adecuadamente, sin sesgos y de la manera más aséptica, lo que pasa es que no nos gusta dar malas noticias, a lo que se suma las peticiones de la familia de que nos lo reservemos”.
 
“Con esta “conspiración del silencio” a tres bandas,- prosigue el Dr. Gómez Sancho- se provoca que todo sea ya anómalo, que tome las decisiones quien no debe tomarlas, que el propio interesado, muchas veces, quede al margen de las decisiones. Es algo sobre lo que hay que luchar incansablemente”.
 
En este sentido, la Dra. Esquerda narró su experiencia como docente. “Les pedimos a los estudiantes unos casos, tipo metodología portafolio. Entre los resultados cabe destacar que entre el 85-90 por ciento se mostraron partidarios de “conspiración del silencio”.
 
No obstante, según Martínez Salmeán, “Cuando un paciente te mira a la cara cuesta decir la verdad ante un caso difícil y con pocas expectativas de cura”. “A mí me ha preocupado siempre el enfermo pero también su familia porque lo viven como algo especialmente duro”.
 
La Dra. Esquerda apuntó otro problema al respecto “la velocidad que llevamos en el día a día”. Aunque de lo que no cabe duda, a su juicio, es que “el mejor instrumento es la palabra. Sentarse a hablar con la familia, tanto si el caso es de adultos o menores”.
 
El Dr. Gómez Sancho aportó otra recomendación, al respecto, como es “la honestidad del médico a la hora de informar al paciente, teniendo en cuenta, además, que la decisión del enfermo va a estar enormemente influida por el médico, de ahí que, junto con la honradez, son valores fundamentales
 
Sedación paliativa
Otro de los aspectos asociados indiscutiblemente a la atención al final de la vida es la controvertida sedación paliativa. Partiendo de la definición dada, recientemente, por el Grupo de Atención Médica al Final de la Vida OMC-SECPAL ésta es entendida como “la disminución deliberada de la consciencia del enfermo, una vez obtenido el oportuno consentimiento, mediante la administración de los fármacos indicados y a las dosis proporcionadas, con el objetivo de evitar un sufrimiento insostenible causado por uno o más síntomas refractarios”.
 
Por otra parte, cuando el enfermo se encuentra en sus últimos días u horas de vida, “se habla de sedación en la agonía”.
 
La sedación paliativa, según el Dr. Martínez Salmeán, es una técnica “fácilmente manejable, pero es a la vez la que genera más conflictos y dolor emocional”.
 
Para el Dr. Gómez Sancho, pese a que dicha técnica cada vez es más aceptada, consideró necesario que “se adopte una postura oficial y formal y que se acepte un tratamiento que actualmente está fuera de todo género de duda”. “Es un tratamiento aceptado por la comunidad científica, y tendría que ser también admitido por la institución de la Iglesia”, añadió. Por otra parte, en el plano deontológico, “tiene que aceptarse que no ha lugar a la objeción de conciencia”, según este experto.
 
El presidente de la OMC defendió, por su parte, que “todos los españoles han de tener derecho a la sedación terminal cuando cumplan los criterios para su aplicación, que no son otros que la aparición de al menos un síntoma refractario a tratamiento convencional. Y añade que, igualmente, cuando hay criterios objetivos, todos los pacientes españoles deben tener acceso a un tratamiento eficaz contra el dolor de forma precoz”.
 
Esto, en su opinión, no puede ser interpretable en función de la conciencia personal de nadie, sino que es un derecho que debe estar sometido a los criterios objetivos de la aplicación de la técnica en cuestión, que están perfectamente definidos”.
 
A juicio del Dr. Martínez Salmeán, “hay que ser muy combativo para que se cumplan los deseos del paciente, pese a que, lamentablemente, el porcentaje que toma la decisión por sí mismo es pequeño, pero la verdad es que es quien elige o debería hacerlo, y el médico debe cumplir dicha elección, con ayuda de las herramientas necesarias destinadas a la buena praxis”.
 
Y es que, como dijo el Dr. Gómez Sancho, “cuanto mejor esté el paciente hasta el final, además de ayudarle también se ayuda a la familia a sobrellevar la pérdida y el duelo”.
 
Exceso de tecnología y obstinación terapéutica
En opinión de la Dra. Esquerda, “no siempre es el médico el que instrumentaliza, sino que muchas veces son las propias familias las que piden más tratamientos”.
Sí, pero también es cierto, añadió, al respecto el Dr. Rodríguez Sendín, que “en muchos casos se observa un exceso de cuidados llegando, incluso, a la obstinación terapéutica, a sabiendas que no se va a conseguir nada respecto a la recuperación del paciente, a lo que hay que añadir el gasto económico que muchas veces representa”.
 
En el último trabajo del Grupo de atención final de la vida OMC-SECPAL sobre conceptos clave en este terreno, se define la obstinación terapéutica como: “la instauración de medidas no indicadas, desproporcionadas o extraordinarias, con la intención de evitar la muerte en un paciente tributario de tratamiento paliativo. Constituye una mala práctica médica y una falta deontológica. 
 
Las “causas” de obstinación pueden incluir, entre otras, las dificultades en la aceptación del proceso de morir, el ambiente curativo, la falta de formación o la demanda del enfermo o la familia. Es preferible evitar el término “encarnizamiento” porque presupone una cierta intencionalidad negativa por parte de quien lo efectúa”.
 
A ello habría que añadir, según el ex presidente de la Comisión Central de Deontología, “argumentos inconfesables que tienen que ver con determinados procedimientos, con los costes de esos procedimientos y con quienes están detrás de ellos”. “En una clínica privada tanto de España como de EE.UU., sabemos que mientras la tarjeta de crédito esté en vigor el tratamiento está al orden del día, haga o no falta.
 
Cuando deja de funcionar esta tarjeta, éstos se suspenden sean o no necesarios”. “En este sentido, hay experiencias escandalosas”, remarcó.
 
En síntesis, son varios los motivos que conducen a la obstinación terapéutica y que, según el presidente de la OMC, “no tienen ningún sentido, porque se acaba propiciando más sufrimiento al paciente a sabiendas de que no es posible su recuperación”. Y cuando uno se empeña en la obstinación terapéutica –prosigue puede incurrir en malpraxis. En este tipo de cuestiones se ha avanzado muy poco, es otra de las asignaturas pendientes”.
 
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