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Dr. Jacinto Bátiz: «Eutanasia para todo»

Al hilo de una información sobre la práctica de una eutanasia a una jóven holandesa que padecía una grave enfermedad mental, el Dr. Jacinto Bátiz, jefe del Área de Cuidados Paliativos del Hospital San Juan de Dios (Santurce-Vizcaya),  cuestiona en este artículo hasta qué punto la eutanasia ha de ser la solución que nuestra sociedad puede dar cuando no se desea seguir viviendo, partiendo de su convicción de que "para eliminar el sufrimiento de la persona no es necesario eliminar a la persona que sufre". Desde el punto de vista de este experto, además, la eutanasia, al poner en manos del médico la posibilidad de decidir acabar con la vida de ciertas personas, destruye algo fundamental en la relación médico-paciente como es la confianza

¿Es la eutanasia la solución que nuestra sociedad puede dar cuando no se desea seguir viviendo? 

 
Hace unos días se publicó (El Mundo, 12-5-2016) en “diferido” que una mujer holandesa de 20 años había logrado, hace un año, que le practicaran la eutanasia por ser incapaz de recuperarse de las secuelas psicológicas que le provocaron los abusos sexuales que sufrió durante su niñez, desde los cinco hasta los 15 años. A causa de ello, padecía un fortísimo estrés postraumático y graves problemas mentales de los que no conseguía recuperarse a pesar de llevar años y años en tratamiento. Los médicos que le trataban dieron su visto bueno a que se le permitiera cumplir su deseo para evitar su sufrimiento. 
 
Aunque no soy psiquiatra, permítanme que haga una reflexión sobre este caso concreto en la que la paciente solicitó la eutanasia, sin pretender hacer un juicio de valor, sino sólo una reflexión. El hecho de que un paciente se pueda sentir aliviado con la perspectiva de una muerte rápida no es en sí mismo señal de que sea ésta la decisión adecuada. Cuando un paciente encuentra un médico que comparte su opinión de que la vida sólo merece la pena ser vivida bajo ciertas condiciones, la rigidez del paciente se ve reforzada. 
 
Cómo no vamos a comprender su deseo de morir ante el gran sufrimiento de esta mujer!
Tal vez su deseo de “apartarse de la vida” pueda ser compartido por muchos en esas circunstancias. Pero, ¿la solución debe ser la eutanasia? Desear el alivio del sufrimiento, tener una buena muerte, morir bien, es una legítima aspiración de los seres humanos y los profesionales de la salud estamos obligados a ayudar a nuestros enfermos a aliviar su sufrimiento y a que mueran bien cuando se encuentran en situación terminal, a humanizar su proceso final de su vida para que puedan morir en paz, cuando su enfermedad incurable está abocada a llevarles a una muerte sin escapatoria.  
 
Cuando se hablaba de la “pendiente resbaladiza” se tachaba a quien la argumentaba de reaccionario trasnochado. Se ve que en Holanda, la eutanasia se ha extendido gradualmente desde la eutanasia para enfermos terminales hasta la eutanasia para enfermos crónicos, desde la eutanasia para enfermedades físicas hasta la eutanasia para enfermedades psiquiátricas… ¿Dónde está el límite? 
 
Cuando la Asociación Europea de Cuidados Paliativos en su Congreso celebrado en La Haya, en abril de 2003, analizó los peligros de la legalización de la Eutanasia, uno de los peligros que citaba era la ampliación progresiva de los criterios clínicos para incluir otros grupos sociales y que el hecho de matar acabaría siendo aceptado dentro de nuestra sociedad. 
 
Tengamos en cuenta que para eliminar el sufrimiento de la persona no es necesario eliminar a la persona que sufre. Me permito recordarles que eutanasia es la provocación intencionada de la muerte de una persona que padece una enfermedad avanzada o terminal, a petición expresa de ésta, y en un contexto médico (OMC, 2015). La tentación de la eutanasia como solución precipitada, se da cuando un paciente solicita ayuda para morir y se encuentra con la angustia de un médico que quiere terminar con el sufrimiento del enfermo porque lo considera intolerable y cree que no tienen nada más que ofrecerle. Si tuviéramos en cuenta que “el que tiene un por qué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo” (Nietzsche) podríamos ofrecer bastante más que la eutanasia. Si cuando el enfermo pide ayuda, no comprendemos el sentido profundo de su petición, es probable que determinemos que desea la muerte. Los médicos nos sentimos fracasados cuando no podemos curar, pero el verdadero fracaso es tener que admitir la eutanasia como solución alternativa al alivio del sufrimiento del enfermo y nos planteamos quitar la vida a un enfermo que no sabemos cómo evitar que sufra ni como modificar las circunstancias personales en las que está viviendo. Los médicos debemos estar preparados para escuchar algo más que una petición de morir. La eutanasia, al poner en manos del médico la posibilidad de decidir acabar con la vida de ciertas personas, destruye algo fundamental en la relación médico-paciente, la confianza. Y creo que no es posible que exista una verdadera Medicina si el enfermo en vez de tener confianza en su médico llega a tenerle miedo. 
 
Después de haber leído y haber reflexionado sobre la noticia que les he comentado me sigo haciendo, una vez más,  la siguiente pregunta: ¿el médico puede ser el cuidador de la salud de las personas y ser capaz de poder producir, al mismo tiempo, su muerte intencionada?
 

Dr. Jacinto Bátiz

Jefe del Área de Cuidados Paliativos

Hospital San Juan de Dios (Santurce-Vizcaya)

 

 
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