Cuando a Cristina le diagnosticaron en 2001 que padecía Esclerosis Múltiple, pensó que era el fin . “La única imagen que me vino a la cabeza fue una silla de ruedas y la muerte. No sabía nada de esta enfermedad y nadie me contaba nada”. Han sido diez años muy dificiles, de lágrimas, soledad, de muchas renuncias como ser jockey de alta competición?pero en este pulso con la vida, Cristina ha aprendido a reiventarse. “Nos tenemos a nosotros mismos, somos de la pasta que queramos ser? valoro mucho más el olor del campo, la lluvia en mi cara, el silencio de la nieve? y a darme cuenta de lo pequeños que somos y en las cosas tan grandes que podemos hacer”
Madrid, 26 de enero 2011 (medicosypacientes.com)
Todo comenzó a finales de agosto en el año 2001, justo antes de el atentado de las torres gemelas (por eso me acuerdo) hacía mucho calor y yo estaba tumbada en el césped, bajo la sombra de un árbol, cuando comencé a tener una sensación muy rara en mi piel, en general no me encontraba bien y el calor me molestaba especialmente. Cuando le conté esto a mi madre, inmediatamente, me obligo a ir al hospital. Me pareció una reacción exagerada, pero fui.
Nada mas llegar me ingresaron, eso me asustó. Me hicieron todo tipo de pruebas, incluida una punción lumbar mal hecha que me dejo secuelas y me mantuvo en la cama durante un largo mes y medio, totalmente horizontal, sin ni siquiera poder colocarme una almohada en la cabeza. Era la única forma en la que podía mantener controlado el dolor de cabeza.
Después del infierno de las pruebas el médico entró en mi habitación y me soltó: ?tenemos tu diagnóstico, tienes esclerosis múltiple?. Y ahí se quedó todo, no me dijo nada más.
Yo juro que pensé que aquello era el fin, la única imagen que vino a mi cabeza fue silla de ruedas y muerte. No sabía nada de esta enfermedad y nadie me contaba nada. Durante un tiempo el miedo se apoderó de mí, me paralizó.
Un tiempo después fui a otro neurólogo a pedir una segunda opinión y me tranquilizó mucho, me dijo que había sido un pequeño brote y que, probablemente, no volvería a tener ninguno más?. Yo continué con mi vida, sin pensar que esto había pasado.
En el año 2007 después de una carrera de caballos, mientras me duchaba para irme a casa, me di cuenta de que no sentía el agua que resbalaba por mis piernas; era como si no fueran mías. Inmediatamente supe que se trataba de un nuevo brote de la enfermedad. Fui inmediatamente al hospital. Al día siguiente no sentía nada desde el pecho hasta los pies, el dolor era insoportable y además a penas podía caminar, necesitaba ayuda para prácticamente todo.
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Todo este proceso estuvo acompañado de una gran tristeza cada día que no podía controlar. Al cabo de una semana, cuando me dieron el alta, tuve que irme sola a casa. Nunca me gustó que estuvieran pendiente de mí, pero resultó ser una auténtica aventura. ¡mi casa tiene escaleras! Las tenía que subir gateando y a duras penas llegaba. Gracias a Dios mis brazos y manos funcionaban bien, así que tampoco fue tan grave, ya que mis brazos servían de piernas cuando tenía que subir las escaleras. Poco a poco noté que mi cuerpo se iba recuperando y que los dolores no eran tan fuertes. La mejoría no se notaba de un día para otro y tenía que hacer un esfuerzo para recordar como estaba una o dos semanas atrás, era entonces cuando me daba cuenta de que efectivamente mejoraba. No contaba con ayuda ni con nadie que me compadeciera y eso fue una gran ventaja.
Al poco tiempo decidí subirme encima de un caballo para ver qué pasaba y cuáles eran las sensaciones que tenía. Al principio, me sentía como un auténtico saco de patatas, no controlaba mis piernas en absoluto y además en un mes de no poder moverme prácticamente nada, perdí una gran parte de mi musculatura. Lo bueno fue que las piernas apenas se me cansaban. Fue cuando pensé que sería bueno ponerme en forma otra vez, compitiendo lo antes posible, sé que fue un poco una locura pero la sensación de acabar una carrera de caballos, sin sentir las piernas cansadas fue una gran experiencia, hasta llegué a sentir ventaja sobre los demás jockeys. En dos meses estaba casi recuperada, mi vida siguió exactamente igual que antes. Incluso me apunté a correr triatlones y carreras de distancia!
Un año más tarde en el 2008 y tras un momento muy intenso de stress, apareció mi tercer brote. Sentía que mi vida no podía seguir así, notaba que algo iba a pasar, reconozco que tuve miedo y ocurrió. Tuve una neuritis óptica de la que no me he recuperado nunca y la cual me obligó a retirarme del mundo de la competición.
Creo que fue uno de los momentos mas tristes de mi vida y una de las decisiones mas duras que he tenido que tomar. Decidí retirarme en agosto del 2008 montando un gran premio de yeguas. Era una ilusión que tenía, la cumplí y de verdad que fue inolvidable. Pasados unos meses me di cuenta que la alta competición no me hacia ningún bien, y comencé a ver las cosas desde otro punto de vista.
Ahora me apunto a carreras de atletismo, he aprendido a no competir, a disfrutar del deporte, sin hacerme daño. A ir a carreras de montaña y a parar a mirar el paisaje, las montañas, las nubes? No me importa el tiempo que haga, sólo pienso en llegar a donde quiero, disfrutando por el camino. La pérdida de visión en el ojo izquierdo me ha enseñado nuevas prioridades, a disfrutar mas de la vida y de las cosas, a apreciar mucho mas lo que veo, las cosas tan maravillosas que nos rodean.
Cada mañana que salgo a correr con mis perros, lo primero que pienso es en lo afortunada que soy, vivo muy cerca de la casa de campo en Madrid y lo disfruto mucho, me considero una persona muy afortunada. He aprendido a valorar mucho más el olor del campo, la lluvia en mi cara, el olor del amanecer en verano, el silencio de la nieve, mirar al cielo, a las estrellas y darme cuenta de lo pequeños que somos y en las cosas tan grandes que podemos hacer.
Quiero hacer de mi enfermedad algo más positivo aún como es ayudar a las personas y darles mi apoyo. A veces nuestro entorno, nuestra familia y hasta nuestros amigos con la mejor de las intenciones nos sobreprotegen y con ellos nos limitan, nos pueden hacernos sentir más enfermos e incluso que caigamos en la autocompasión.
Me gustaría encontrar a otras personas con Esclerosis Múltiple, que quieran sacar lo mejor de sí mismas en la medida de sus posibilidades, personas con ideas, con sueños y entusiasmo que le quieran echar un pulso a la adversidad y convertirla en una ventaja, y ayudar a otros que necesitan su ayuda, porque la solidaridad nos hace mejores, multiplica los esfuerzos, perfila los sueños y ahuyentan los miedos. No estamos solos, nos tenemos a nosotros mismos. Somos de la pasta que queremos ser.
Cristina Osorio. Madrid.