Los conflictos de interés pueden influir en las decisiones médicas y apartarlas de su fin primario que es el bien del paciente. A ello se dedicó una mesa redonda dentro del IX Curso de Verano de Enseñanza e Investigación en Bioética, en la que participó el vicepresidente de la OMC quien puso en valor el Código Deontólogico a la hora de resolver este tipo de cuestiones
Zaragoza, 8 de septiembre 2014 (medicosypacientes.com)
La Medicina y la profesión médica se enfrentan a diario a variados desafíos en el orden ético, entre los que se encuentran los conflictos de interés que pueden influir en las decisiones médicas y apartarlas de su fin primario que es el bien del paciente. Sobre estas cuestiones se profundizó en una mesa redonda en el marco del IX Curso de Verano de Enseñanza e Investigación en Bioética, celebrado este fin de semana en el Colegio de Médicos de Zaragoza, que contó con la participación del vicepresidente de la Organización Médica Colegial quien puso en valor el Código de Deontología Médica (CDM) a la hora de dar respuesta a este tipo de situaciones.
El CDM como señaló el Dr. Romero, «es la herramienta clave para poner orden ético ante los conflictos de intereses en la profesión médica, por tanto, hay que leérselo, y hay que cumplirlo si lo que deseamos es mantener la independencia profesional». En concreto, la citada norma deontológica dedica varios artículos a aspectos relacionados con este tema, como el 23.2 donde dice que «Es contrario a la Deontología Médica solicitar o aceptar contraprestaciones a cambio de prescribir un medicamento o utilizar un producto sanitario», algo en lo que se insiste en el artículo 66.6 «El médico no percibirá comisión alguna por sus prescripciones ni por los materiales empleados en la atención de los pacientes ni podrá exigir o aceptar retribuciones de intermediarios». Mientras, el artículo 23.7 detalla que: «cuando para desarrollar actividades científicas y de formación, se reciba financiación externa de entidades con ánimo de lucro, deberá explicitarse con claridad y transparencia la naturaleza y alcance del patrocinio». Y el 23.8, indica que «es obligación del médico que participa en investigaciones o en estudios farmacológicos patrocinados por la industria farmacéutica informar, tanto a los medios científicos como de comunicación en general, sus vinculaciones con la industria, mediante la correspondiente declaración de intereses.
El vicepresidente de la OMC consideró, además, en que el Código Deontológico es, a su vez, «la herramienta fundamental para la independencia tanto de la profesión médica como de sus corporaciones», término al que dedicó buena parte de intervención, centrándose, en concreto, en el análisis sobre la independencia de las corporaciones profesionales y en los factores de índole externo e interno que pueden condicionar dicha independencia, a la que, según indicó, «estamos obligados por el bien del paciente y de su salud», y cuya esencia, como señaló, radica en «la autorregulación y el control de la profesión médica», o lo que es lo mismo, «la promoción y el mantenimiento de un espíritu crítico».
El doctor Romero remarcó el esfuerzo que desde las Organizaciones profesionales se está haciendo para poner en valor y mantener dicha independencia, a partir de una serie de medidas entre las que destacó: «poner en valor el profesionalismo», con acciones tales como intervenir en el diseño de la política educativa (tanto a nivel de pregrado como en especialidades); participar en el diseño de la política demográfica (números clausus y desajustes oferta demanda); actualizar y difundir el nuevo ideario profesional (competencias, compromisos, garantías de calidad asistencial. altruismo/vocación); así como promover la excelencia y el desarrollo profesional continuo (DPC).
A estas acciones sumó otras como: reivindicar el ideario profesional en las instituciones empleadoras (fines y estructura de la organización, otras profesiones y participación activa a través de la gestión clínica); adaptar las estructuras de las organizaciones profesionales, en este caso los Colegios de Médicos, (pensamiento profesional; liderazgo, poder compensatorio, y abandono de la cultura de la queja); y ejercer efectivamente la autorregulación (regulación de la entrada: licencia de registro/registro, introducción de la validación periódica de la colegiación, aplicación del Código de Ética y Deontología, gestión adecuada de los errores médicos, y compromiso con la formación continuada y desarrollo profesional).
Además, consideró imprescindible establecer un nuevo contrato social que abarca (liderar el movimiento en pro de la calidad y la seguridad, abrirse a la colaboración con asociaciones de pacientes, reformular las relaciones con el gobierno, y establecer alianzas con los demás agentes sociales). A ello sumó el buen gobierno de las corporaciones profesionales, entendido desde (participación, responsabilidad y rendición de cuentas, transparencia, efectividad y eficiencia, calidad, a través de leyes y estatutos adecuados, y control de la corrupción).
En otro momento de su intervención, el doctor Romero recordó la naturaleza jurídica y fines de la Organización Médica Colegial, entre los que destacó: la ordenación en el ámbito de su competencia del ejercicio de la profesión médica; la representación exclusiva de la misma; y la defensa de los intereses profesionales y la protección de los intereses de los consumidores y usuarios de los servicios de sus colegiados. Además, de la salvaguardia y observancia de los principios deontológicos y ético sociales de la profesión y ejercicio; y de su dignidad y prestigio, así como la elaboración y aplicación de un Código Deontológico de la profesión.
El significado de los
conflictos de interés en Medicina
El profesor Rogelio Altisent, en calidad de director de la Cátedra de Profesionalismo y Ética Clínica de la Universidad de Zaragoza, ofreció, desde una perspectiva académica, su visión sobre los conflictos de interés entendiendo éstos «como una figura moral que aparece en la conducta de quien tiene un deber o una obligación (interés primario) que choca con un interés de carácter personal (interés secundario), que puede distorsionar el juicio profesional de un modo no razonable y que puede llegar a poner en riesgo la justicia». Precisamente, como remarcó, el desafío ético en este terreno está en «el modo de afrontar el conflicto de interés».
En el ejercicio de la Medicina el interés primario, recordó, «es siempre la salud del paciente, que a veces se ve comprometido por intereses secundarios, ya sean económicos o de reconocimiento profesional».
A partir de estas reflexiones ofreció un diagnóstico diferencial del conflicto de interés, distinguiendo éste de otros términos como soborno, que va más allá del riesgo, y que supone un comportamiento contrario a la justicia, reprobable tanto desde el punto de vista ético como legal. Además, difiere de otro concepto como es el conflicto de obligaciones o de lealtades, que se da cuando se produce una contraposición entre estas últimas. También lo diferenció de otra posible situación como es la implicación emocional, cuando un comportamiento profesional resulta afectado debido a la distorsión generada por una excesiva implicación emocional con las personas portadoras del problema que ese profesional está tratando.
Otra parte de su intervención la dedicó a reflexionar sobre las consecuencias específicas que el conflicto de interés en Medicina puede originar: sesgos en la presentación de los resultados de la investigación biomédica; repercutir en la docencia de las materias; influir en las guías y recomendaciones clínicas; y provocar un impacto en la imagen pública de la profesión médica y la confianza de la relación clínica.
El doctor Altisent recalcó que la transparencia se convierte en «la regla de oro» a la hora de afrontar los conflictos de interés en el ámbito médico. Transparencia que se obtiene, como indicó, a partir de la aplicación de una serie de parámetros tales como: declaración pública de intereses; revisión y autorización; Inhibición; Recusación; y Normativas, como códigos e incompatibilidades.
Para concluir, apuntó algunas medidas específicas en la prevención de los conflictos de interés, entre las que cabe destacar: promover salarios dignos, evitando el pago por acto médico; rechazar incentivos que puedan incrementar las tasas de intervención, salvo en casos de clara evidencia; así como evitar la financiación de la formación continuada por la industria farmacéutica.
Influencias sobre la evidencia científica
y manipulación de la evidencia
Otra de las cuestiones abordadas en el transcurso de esta mesa redonda dentro del IX Curso de Verano de Bioética, fue el relativo a las influencias sobre la evidencia científica, de la mano del médico de familia Abel Novoa, presidente de la Plataforma NoGracias, quien habló de una serie de aspectos relacionados con este tema, basándose en un artículo reciente publicado en la revista AMF (Actualización en Medicina de Familia) sobre «Salvaguardas, deriva institucional e industrias farmacéuticas», de la que es autor el propio Dr. Novoa, junto a los Dres. Juan Gérvas y Carlos Ponte».
Según explicó, «el modelo de negocio de la Industria Farmacéutica ha pasado, en los últimos años de una estrategia guiada por las necesidades a otra, más rentable, guiada por la publicidad, que está causando graves daños en la institución de la medicina».
En el análisis y la búsqueda de soluciones es conveniente, en su opinión, superar el enfoque de la corrupción individual para centrarse en modelos más sistémicos que giran en torno a la deriva institucional relacionada con la manipulación de la evidencia. Dicha deriva institucional, según explicó Novoa, se genera «cuando intereses privados, distorsionan los objetivos de la institución -en este caso la Medicina- a través de una influencia sistemática que altera rutinas y transforma la cultura de la organización con consecuencias difícilmente identificables por inconscientes, socialmente aceptadas y/o, normalmente, legales».
La deriva institucional, desde su punto de vista, «es un problema sistémico con una base social, cultural, antropológica, epistemológica, etc… que debe abordarse mediante estrategias que vayan más allá de lo técnico o de lo individual».
Los protagonistas de dicha deriva, según identificó, serían: «Farmacéuticas, industria tecnológica y aseguradoras médicas privadas; el poder corporativo médico, los políticos cortoplacistas, y los deseos insensatos de los ciudadanos/consumidores de asistencia sanitaria».
Asimismo, hizo alusión a los cambios de estrategia en el desarrollo del modelo de negocio de la industria farmacéutica, que se observan a partir de los años 90, «pasando éstos de estar guiados por las necesidades a estarlo por la publicidad y las prácticas monopolísticas». Dichos cambios, según señaló, dan lugar a una crisis de innovación.
A ello, el doctor Novoa sumó la crisis que afecta a la biomedicina, caracterizada por una serie de aspectos como: una falta de deliberación comunitaria sobre los valores en salud; la privatización del conocimiento clínico, fines determinados por el mercado, y la manipulación del conocimiento científico, entre otros.
La alta frecuencia e intensidad de interacciones de los médicos con la industria genera a su juicio «una sobreconfianza en la salvaguarda de su ética personal y una racionalización defensiva reforzada por la confianza que mantienen en el conocimiento científico y la inevitable efectividad de la publicidad».
En la búsqueda de soluciones a esta deriva institucional que, a su juicio, tan graves consecuencias tiene en términos de salud y equidad para las sociedades», propone, entre otras, articular un frente ciudadano y profesional, contando con los políticos de uno u otro bando que quieran sumarse y con la propia industria farmacéutica y tecnológica.