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Dra. Gómez Ríos: “Los médicos de familia no somos “telefonistas”

La Dra. Marina Gómez Ríos, vocal de la Comisión de Deontología del Colegio de Médicos de Cádiz, analiza en este artículo el papel desempeñado por médicos de Atención Primaria durante la pandemia 

Decir, a estas alturas, que la pandemia del SARS-CoV-2 ha supuesto una dura prueba para todos los sanitarios podría rayar en la autocomplacencia por reiterativo. No obstante, considero de justicia aprovechar cualquier oportunidad para mostrar reconocimiento a los compañeros fallecidos, y dar nuestras condolencias a sus familiares. 

Sin duda alguna, nos enfrentamos a una crisis sanitaria cuyas consecuencias aún están por evaluar. Pero hoy no pretendo realizar un ejercicio de alabanza hacia nuestra labor asistencial; más bien, quiero centrarme en analizar algunas conductas, observadas durante la pandemia, que considero inapropiadas. 

Estamos inmersos en lo que se ha dado en llamar la “sociedad en red”. Esta interconexión permite que, prácticamente sin necesidad o intención de buscar, tengamos acceso a comentarios y/o noticias que hacen referencia a nuestros trabajos, expresados con tal contundencia que podría dar la impresión de que quien los realiza se sienta a nuestro lado durante nuestra jornada laboral. Así, gracias a la facilidad de difusión que permite WhatsApp, llegó a mi móvil el siguiente comentario: 

“Tratamiento y Recomendaciones:  Dieta blanda sin leche.  Spasmoctyl 1/8h.  Adecuada hidratación.  Paracetamol si dolor.  Control por MAP en 24-48h de forma presencial (no cobra el sueldo por hacer de telefonista)”. 

A priori, se podría pensar que es una opinión aislada, quizás expresada en un momento de ofuscación. No obstante, el 25/agosto/2020, el Diario de Cádiz se hacía eco de un comunicado del SATSE donde puede leerse: 

“la atención primaria en Cádiz se dirige al colapso si no se ponen medidas para remediarlo. Todo porque la plantilla de enfermeros está asumiendo toda la carga asistencial de los centros, con el personal bajo mínimos… la labor de rastreadores…, el seguimiento telefónico de casos positivos…, la clasificación o triaje…, el aumento de las visitas domiciliarias, ya que los médicos en la mayoría de los casos, se están limitando a la atención telefónica y es el enfermero el que acude a los domicilios para prestarla directa”. 

Como médica de familia, no puedo negar que al leer semejantes comentarios siento una mezcla de indignación y tristeza. Indignación por el tinte despectivo que las mencionadas frases muestran hacia mi labor profesional. Y tristeza, porque quiénes las manifiestan son, en el primer caso, un/a facultativo/a de un servicio de urgencias hospitalario; y en el segundo caso, uno de los sindicatos que dan representación al colectivo con el que los médicos de familia compartimos jornada laboral. Parece, por tanto, que es opinión generalizada que la labor que los médicos de familia hemos hecho durante la pandemia, y que continuamos haciendo, es “hacer de telefonista”. Nada más lejos de la realidad, en los centros de salud nunca hemos dejado de 

prestar asistencia presencial ante los motivos de consulta urgentes; y actualmente, para evitar la confluencia de usuarios en los centros, se aconseja a los pacientes que soliciten cita telefónica con su médico, y en caso de necesitar completar la valoración con exploración y/o pruebas diagnósticas, el facultativo da una cita presencial. Pero como dije al inicio del texto, mi intención no es la exaltación de mi profesión, sino la valoración de algunas conductas. 

Resulta innegable que la Covid-19 ha cambiado el funcionamiento habitual de los centros de salud, servicios de urgencias y hospitales. En la actualidad, un elevado número de consultas se realizan de forma telemática, y reconozco que la nueva situación está provocando un aumento de la demanda asistencial en los servicios de urgencias hospitalarios, pero esta sobrecarga también la sufrimos en las consultas de urgencias de los centros de salud. También es cierto que la falta de sustituciones durante el período vacacional ha supuesto una mayor presión asistencial para los enfermeros de primaria, pero los médicos de familia compartimos el mismo espacio físico y soportamos las mismas carencias y la misma sobrecarga. Por eso, encuentro ofensivo que un colectivo plantee sus justas demandas menospreciando o infravalorando la labor asistencial de los médicos de familia. 

Desde hace algún tiempo, nuestra sociedad parece inmersa en una dinámica de resentimiento donde la ofensa está sustituyendo a la crítica constructiva y quizás, los profesionales sanitarios también nos hemos “contagiado” por este ambiente de crispación. Pero no parece que ese sea el mejor camino para solucionar los problemas, y menos aún durante una crisis sanitaria. 

Por eso, puede que haya llegado el momento de recordar que la profesión médica está autorregulada por una serie de normas, recogidas en el Código de Deontología, que son de obligado cumplimiento para los profesionales de la medicina. Y en el capítulo VIII, donde se hace referencia a las relaciones de los médicos entre sí y con otros profesionales sanitarios, su primer artículo viene a destacar la importancia que tiene el respeto mutuo entre profesionales, concretamente, en el art. 37.3 dice: 

“Los médicos se abstendrán de criticar despectivamente las actuaciones de sus colegas. Hacerlo en presencia de sus pacientes, de sus familiares o de terceros es una circunstancia agravante”. 

Por tanto, en base al contenido del referido artículo, poner en un informe clínico comentarios cómo el que aparece en el mencionado informe de urgencias no sólo suponen una ofensa para los médicos de familia, también constituyen una vulneración al Código de Deontología. 

Pero la gravedad de este tipo de comentarios en medios públicos no se reduce a un mero conflicto entre compañeros. Va más allá, porque ¿Nos hemos parado a pensar en qué medida somos responsables de nuestro propio descrédito? Pensemos en ¡Cuántas veces nos hemos quejado del inmerecido trato, reflejado en la precariedad de salarios y condiciones de contratación, que los profesionales sanitarios recibimos por parte de la Administración!, o en ¡Cuántas veces hemos denunciado las situaciones en las que los profesionales sanitarios somos objeto de insultos y/o agresiones por parte de los pacientes! Pero ¿Cómo vamos a revertir esta realidad y a conseguir el respeto que merece nuestra profesión, si no empezamos por respetarnos entre nosotros?

No olvidemos que cuando un médico habla despectivamente de un compañero delante de un paciente, cuando se subestima públicamente la labor de los facultativos de otra especialidad, o cuando criticamos una determinada actuación sin tener completo conocimiento de la situación, estamos contribuyendo al descrédito de nuestro colectivo. 

Porque, como expresó Martin Luther King hace más de medio siglo: “Puede que todos hayamos llegado en diferentes embarcaciones, pero ahora estamos todos en el mismo barco”.

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