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Dr. Blanco Mercadé: «Eutanasia, porque la vida es más que una cuestión de tiempo»

El Dr. Antonio Blanco Mercadé, vocal de la Comisión Central de Deontología del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (CGCOM) y presidente de la Comisión de Bioética de Castilla y León, explica en este artículo la importancia de velar porque se cumplan todos los elementos que definen la eutanasia y garantizar la posibilidad de que el médico se acoja a la objeción de conciencia

El respeto a la dignidad que toda persona tiene por el mero hecho de serlo es un argumento frecuentemente utilizado tanto por los defensores como por los detractores de que se regule la eutanasia. Unos recurren al respeto que merece la vida y otros lo hacen a la facultad que tiene el ser humano de disponer de la vida propia. A veces, de manera más o menos explícita, se dan razones de índole religiosa que apelan a un carácter sagrado de la vida, lo que impediría toda posibilidad de acortar su duración provocando la muerte de forma activa, directa y por voluntad propia de alguien que, seguro, más tarde o más temprano, va a morir.

Estar vivo es una condición indispensable para poder vivir la vida. En otras palabras, la vida biológica es necesaria para que cada uno de nosotros podamos pensar lo que pensamos, decir lo que decimos y hacer lo que hacemos; en definitiva, para ser lo que somos y vivir nuestra vida.

La muerte pertenece al moribundo, algo que, en cierta forma, todos los seres humanos somos desde que se inicia su existencia. La premisa de que nunca se puede acortar la duración de la propia vida (ni siquiera para evitar dolor o sufrimiento), no puede ser universalmente aceptada, porque eso depende de la conciencia de cada persona. Cada individuo tiene que poder gobernar su vida y, por lo tanto, su muerte, de tal manera que, en virtud de su libertad de conciencia, uno puede creer que la vida no le pertenece, pero no puede imponer esta creencia a otra persona que, a su vez, teniendo su propia conciencia y haciendo uso de su libertad, cree que sí puede disponer de su vida. En una sociedad laica y de ética múltiple, ambas convicciones tienen que ser respetadas. 

No basta con decir que es necesario adecuar el esfuerzo de los tratamientos y de los cuidados a la situación clínica del enfermo para no caer en la obstinación de prolongar la vida a toda costa, mediante procedimientos que no aporten beneficios. Tampoco basta con afirmar que es necesario ofrecer cuidados paliativos a todos los enfermos que puedan necesitarlos. Ni basta con añadir que a veces es aceptable disminuir la consciencia del enfermo para aliviarle el sufrimiento. Decir todo lo anterior es necesario, pero no es suficiente, porque también hay que aceptar y proclamar el derecho que el enfermo tiene reconocido, en virtud de su libertad de conciencia y de la autonomía de su voluntad, para poder rechazar un tratamiento, aunque con ello se acorte la vida. Nada de ello es eutanasia. Y además hay que decir que la alimentación y la hidratación no son siempre cuidados generales básicos (equiparables al aseo, al bienestar o a la analgesia), porque también tienen la consideración de tratamientos, especialmente cuando se administran de manera artificial.

Eutanasia es la acción intencionada de producir directamente la muerte a alguien que lo solicita de forma libre, voluntaria y reiterada para librarse de un sufrimiento insoportable, cuando ya se le han ofrecido otros medios disponibles para ayudarle. Eso y solo eso es eutanasia. Ciertamente, no podrá quitarse la vida a quien no lo solicite libre y voluntariamente; eso sí sería un homicidio, pero en ningún caso la eutanasia lo es. La voluntad del enfermo y su libertad para tomar una decisión tan importante, sin ningún tipo de coacción ni de manipulación, resultan imprescindibles. También se requiere haberle ofrecido otras ayudas, como puedan ser los cuidados paliativos o las ayudas a la dependencia, y habrá que seguir reclamando esos derechos, porque si todo ello se hace y se hace bien, es fácil de entender que, muy probablemente, la persona deseará seguir viviendo y no pedirá la eutanasia. Por lo tanto, habrá que velar por que se cumplan todos los elementos que definen la eutanasia y por garantizar la posibilidad de que el médico se acoja a la objeción de conciencia (de conciencia, no de conveniencia). 

Porque la vida es más que una cuestión de tiempo. Porque es deseable que sea larga, pero más importante es que sea ancha. Nuestras vidas son los ríos…

 

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