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Dr. Bátiz: “Acompañar en el final de la vida es ayudar a ‘hacer las maletas’ con las cosas adecuadas”

El Dr. Jacinto Bátiz, director del Instituto para Cuidar Mejor del Hospital San Juan de Dios (Santurce-Vizcaya), analiza en este artículo la perspectiva integral que se necesita procurar ante el final de la vida, que no solo es el alivio biológico, sino también el alivio biográfico que conlleva un sufrimiento humano tanto del enfermo como de su familia y se necesita acompañar en el sufrimiento de las personas en el final de la vida también desde la espiritualidad

¿Cuáles suelen ser las preguntas que forman parte de la vida espiritual de la persona?: ¿Por qué a mí? ¿Para qué seguir peleando? ¿Qué sentido tiene mi vida ahora que me encuentro mal? ¿Qué pinta Dios en todo esto, por qué no hace nada para parar esta enfermedad? ¿Existe algo después de la muerte? ¿Qué va a ser de mi? ¿Es que el sufrimiento tiene algún sentido? ¿Uno puede encontrar sentido a su vida, aún estando sufriendo en medio la enfermedad? ¿Cómo hacer para reconciliarme conmigo mismo, o con los demás, o con el Dios en el que uno pueda creer? ¿Qué me puede ayudar cuando me siento solo? ¿Por qué falla mi fe?

Deseo comenzar este artículo con unas palabras del profesor Diego Gracia: “Los cuidados paliativos han de controlar el dolor del paciente, pero también atender sus necesidades espirituales, entendidas más allá de la religiosidad”. Cuando se cuida al ser humano desde una perspectiva integral se necesita procurar no solo el alivio biológico, sino también el alivio biográfico que conlleva un sufrimiento humano tanto del enfermo como de su familia y se necesita acompañar en el sufrimiento de las personas en el final de la vida también desde la espiritualidad. Pero para ofrecer el cuidado espiritual a la persona en el final de su vida es preciso que consideremos la espiritualidad como nuestra naturaleza esencial, que forma parte de nosotros como seres humanos y que aspira a dar sentido a nuestras vidas.

La experiencia de sufrimiento es universal y suele intensificarse en las fronteras del final de la vida. Su existencia se convierte para los profesionales en un desafío técnico y en un imperativo moral, que exige no mirar para otro lado. Creemos que la espiritualidad es también otro universal humano y que negar en la práctica nuestra naturaleza espiritual para el trabajo clínico, se convierte en un claro factor de deshumanización Pero hemos de tener en cuenta que el sufrimiento de las personas tiene cuatro dimensiones: la física, la emocional, la social y la espiritual. Por lo que hemos de considerar que la mayor parte del sufrimiento que ocurre en este final de la vida, a parte  de provocarlo el dolor físico, tiene que ver con otros temas emocionales, sociales y espirituales y con su propia incapacidad para resolver los interrogantes más profundos de la vida. El aspecto espiritual quizá sea la parte más desconocida de la medicina, pero es sobre el que los pacientes demandan más en sus últimos días. 

El acompañamiento espiritual debería considerarse un aspecto esencial de la persona enferma, que exige una preparación básica de los profesionales que componen los equipos, con la misma importancia que el control de síntomas o los cuidados generales. Habrá que estar atentos también a sus necesidades espirituales. Creemos en la capacidad del ser humano de afrontar la experiencia de su muerte, no sin dificultades, pudiendo abordarla desde la negación, la resignación o la rabia, pero también desde la aceptación confiada que conduce a un nuevo espacio de conciencia trascendida de la realidad. Consideramos que la atención a los recursos y necesidades espirituales no es un patrimonio de los cuidados paliativos aunque debería ser especialmente cuidada en aquellos ámbitos en los que la experiencia de sufrimiento es muy significativa y en todos los escenarios de fragilidad, dependencia, cronicidad, pérdidas o la posible y cercana experiencia de la muerte. Apostamos por una visión amplia y plural de la espiritualidad, que permita hacer presente las perspectivas filosófica, existencial, axiológica, religiosa o cualquier otra que respete la diferencia de cosmovisiones y el derecho a las mismas.

Pero tengamos en cuenta que los profesionales de Cuidados Paliativos no somos dueños del proceso de final de vida de las personas, sólo sus compañeros de viaje. ¿En qué consiste el acompañamiento espiritual? en ser capaces de reconocer, acoger y dar espacio al diálogo interior del que sufre, para que él mismo pueda dar voz a sus preguntas y dar vida a sus respuestas; en ser capaces de ayudar a despertar o a sacar a la luz el anhelo, la búsqueda interior que toda persona puede tener.

¿Cuáles son las necesidades espirituales de las personas al final de la vida? La necesidad de ser reconocido como persona. La necesidad de releer su vida. La necesidad de encontrar sentido a su vida. La necesidad de liberarse de la culpabilidad. Necesidad de perdonarse. La necesidad de reconciliación. Necesidad de sentirse perdonado. La necesidad de depositar su vida en algo más allá de sí mismo. La necesidad de una continuidad. La necesidad de auténtica esperanza, no de ilusiones falsas. La necesidad de expresar sentimientos y vivencias religiosos. 

La persona enferma soporta mal una dicotomía entre su cuerpo objeto de cuidados de un equipo médico, su personalidad confiada al psicólogo y, finalmente, su ser espiritual que se entregaría, in extremis, al capellán del Hospital.

Acompañar en el final de la vida desde la espiritualidad es ayudar a hacer las maletas con las cosas adecuadas, con lo que importa, con lo que ellos necesitan, de forma que mientras estén aquí puedan encontrar todo lo necesario para la reconciliación, la realización, darle un sentido a su existencia, mientras atraviesa esta parte final de sus vidas. 

Espero que después de haber leído este articulo hayan comprendido por qué también es necesario cuidar a las personas en el final de sus vidas desde la espiritualidad.

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