El Dr. Alberto Cerpa es médico adjunto de Aparato Digestivo en el Hospital La Paz. Madrid y cooperante. A pesar de su experiencia en países en desarrollo reconoce que la situación generada por la COVID-19 ha sido la más dura de su carrera profesional y espera que todo lo aprendido durante la pandemia se sume a la cooperación sanitaria, “sin dejar de lado los proyectos que se estén llevando a cabo”
¿Cuál ha sido su trabajo durante estos dos meses de crisis sanitaria?
Desde hace 8 años trabajo en el Servicio de Aparato Digestivo del Hospital Universitario La Paz, pero dada la necesidad de recursos humanos por la pandemia estuve atendiendo a pacientes con covid-19 en el Servicio de Urgencias de mi hospital.
¿Cómo se ha vivido en un centro hospitalario como el suyo la pandemia?
El Hospital de La Paz ha sido uno de los más afectados, debido al número de pacientes afectados por Covid-19, su vinculación con el centro de referencia de enfermedades infecciosas Carlos III y un área sanitaria con un elevado número de residencias de mayores, lo que ha conllevado a la saturación de todos los servicios. Se tuvieron que habilitar nuevas áreas para críticos, camas de hospitalización triplicando habitaciones, adaptación del gimnasio de rehabilitación como sala de agudos de urgencias y una carpa exterior como sala de espera entre otras medidas.
Hemos tenido que atender a un número muy elevado de pacientes en un corto periodo de tiempo, con la sensación en ocasiones de descontrol, trabajo de peor calidad asistencial y humana en comparación con situación de normalidad. Todo ello sumado al miedo al contagio propio o de tus seres queridos de una enfermedad de pronóstico muy incierto.
A pesar de todo, como parte positiva cabe destacar el trabajo en equipo; todos los compañeros independientemente de su especialidad han ayudado en lo que han podido con un objetivo común que nos ha unido aún más.
¿Cuál es la situación más dura a la que se han tenido que enfrentar?
Debido a que se trata de una enfermedad muy contagiosa, los pacientes tienen que estar aislados en todo momento sin poder recibir la visita de sus allegados. En ocasiones la enfermedad puede cursar de manera muy grave en poco tiempo, por lo que es muy duro tener pacientes con esa sintomatología, incluso pasar sus últimas horas de vida en soledad sin poder despedirse de sus familiares, teniendo que informar de la mala situación por vía telefónica. Además, nuestro trato con el paciente es mucho más distante y frío que previamente, debido a la necesidad de mantener distancia de seguridad, utilización de equipos de protección que impiden el contacto físico y visual, lo que genera una sensación de impotencia.
¿Cómo es el estado de salud ahora de los sanitarios que llevan semanas en la primera línea?
Muchos compañeros se han infectado, algunos de forma leve y otros con afección grave llegando incluso al fallecimiento. Ahora pasado el pico de la pandemia, también se añade la preocupación por las secuelas psicológicas que afectan a los sanitarios, como procesos de ansiedad, insomnio y depresión entre otros.
¿Han tenido apoyo psicológico? ¿Y material de protección?
El equipo de psiquiatría/psicología del hospital ha estado pendiente de todo el equipo sanitario para el apoyo necesario, organizando también terapias grupales de mindfulness entre otras.
En cuanto al material de protección, en mi caso cuando lo he necesitado siempre ha habido disponibilidad, pero es verdad que al inicio de la pandemia cuando conocíamos menos del impacto real de la enfermedad utilizábamos menos protección y había más desabastecimiento.
Usted es cooperante ¿le ha aportado algo su labor cooperante para afrontar esta dura situación?
Como cooperante me he enfrentado también a situaciones adversas en las que he podido desarrollar recursos que me han ayudado a afrontar mejor la situación actual, aunque para mí esta etapa ha sido la más dura de mi vida profesional.
¿Están los países en desarrollo preparados para afrontar algo así?
Dado que en los países más desarrollados las consecuencias de la pandemia global han sido devastadoras, en los países en desarrollo con menos recursos económicos y sanitarios pueden ser aun peores.
¿Debe ahora la cooperación sanitaria centrarse en llevar lo aprendido a estos países?
Considero que lo aprendido debería añadirse a la cooperación sanitaria, sin dejar de lado los proyectos que se estén llevando a cabo actualmente ni los programados a corto plazo.
¿Cree que todo lo vivido hasta ahora puede ser un punto de inflexión para replantear el Sistema Nacional de Salud y cuidar más a los profesionales?
Me gustaría que toda esta situación negativa tenga también consecuencias positivas, como por ejemplo reforzar el sistema público nacional de salud, fomentar políticas medioambientales y de desarrollo sostenible, así como cambios sociales relacionados con el civismo, sentimiento de comunidad y educación.
