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Un mundo sin la OMS

El Dr. Antonio Ares Camerino, vicesecretario del Colegio de Médicos de la provincia de Cádiz, escribe este artículo de opinión para Médicos y Pacientes acerca de la OMS y la reciente salida de Estados Unidos.

Recién salidos de una pandemia de dimensiones catastróficas que ha provocado decenas de millones de muertes y centenares de millones de afectados, y que ha acabado con casi una década de avances en la mejoría de la esperanza de vida a nivel mundial, ¿nos podemos permitir prescindir de la Organización Mundial de la Salud (OMS)? El término de “Globalización” fue acuñado por el economista estadounidense Theodore Levit en 1983, aunque su origen no está claro. Para muchos expertos todo comenzó después de la II Guerra Mundial, y se fue desarrollando a partir de 1980. Las nuevas tecnologías, los avances en los medios de transportes y, sobre todo, las políticas neoliberales hicieron el resto. La globalización es un proceso que empezó siendo económico, y ya es social, político, tecnológico y cultural a escala planetaria. Su principal característica es la de propiciar la integración e interacción entre países, personas e instituciones. La internacionalización de los mercados, la implantación de una cultura global, la dependencia de las tecnologías y las telecomunicaciones y la superación de las barreras geográficas, eso sí sólo para mercancías y capital, no para personas, han hecho que asistamos a un proceso donde perdemos identidad como individuo y como país. Organismos creados bajo el paraguas de esta globalización como la Organización de las Naciones Unidas, la OMS y la Corte Penal Internacional, han demostrado, su poco, por no decir nulo, margen de maniobra ante el poder omnímodo del capital y de políticas crueles con la ciudadanía. Las decisiones en políticas locales, la cotidianidad del día a día de las personas del cualquier lugar del mundo son manejadas al antojo de poderes ocultos que tienen caras, nombres y apellidos.

La irrupción en la política internacional de personajes de más que dudoso interés por el bien común y el estado del bienestar global, han puesto patas arriba al orden mundial. Vivimos pendientes de las noticias cada día, como si en ello nos fuera nuestro confort doméstico.

El pasado 20 de enero Donald Trump firmó una de sus Órdenes Ejecutivas de mayor calado desde el punto de vista de la Salud Mundial. Con su firma avalaba la retirada de EE UU de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En su argumentación de la decisión alegaba pagos desproporcionados y sobre todo de discrepancias políticas. Esta decisión de uno de sus socios fundadores, y que más conocimiento ha aportado al concepto de salud global, no sólo tendrá impacto en la salud de la población estadounidense, sino también en la de las personas del resto del mundo.

Los expertos hablan de que esta decisión, de consecuencias imprevisibles, puede tener efectos negativos inmediatos. Desde el empeoramiento de la salud de la población de EE UU, que dicho sea de paso nunca ha destacado por su equidad, universalidad y gratuidad, pasando por la disminución de fondos, personal y programas específicos destinados a poblaciones y países con altos indicadores de vulnerabilidad. A ello hay que sumar la amenaza real e inmediata de futuras pandemias, la debilidad de la responsabilidad con la salud global y el desprestigio de una organización que siempre ha utilizado la evidencia científica contrastada como norma fundamental de su actuación.

La pandemia de la COVID-19 ha demostrado la vulnerabilidad de cualquier país o grupo de presión, a la hora de enfrentarse a enfermedades contagiosas que nada entiende de fronteras y de poderes económicos. En pocos días un simple virus desbocado puso en jaque a todo poder establecido. Pensar que la globalización sólo tiene que ver con lo económico es tener una visión del mundo un tanto reduccionista.

La salida de la OMS de EE UU no sólo pone en jaque su financiación, sino que torpedea de lleno la concepción de Salud Pública Global, entendiendo ésta como un bien público internacional que centra su atención en la defensa de los derechos humanos y en una política destinada a conseguir el mayor estado de bienestar de la población. La salida del Acuerdo de Paris supondrá la ruptura de la alianza sobre el cambio climático, vinculante para los países firmantes y que tenía como objetivo limitar el calentamiento global. A partir de ahora será difícil hacer análisis globales de la distribución de las enfermedades. Al resto de los países se les privará de poder participar de manera conjunta en proyectos para el control, seguimiento y prevención de enfermedades.

Al final de la pandemia la revista financiera Bloomberg Business Week recomendaba la potenciación y la dotación con más recursos de la OMS en previsión de posibles enfermedades infecciosas que, más temprano que tarde, podrán convertirse en epidemias de dimensiones globales.

Será imposible conseguir el modelo de ONE HEALTH si no es con un organismo internacional en el que participen todos los países como la OMS

BIBLIOGRAFÍA

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