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Tribuna: «Lo que las agresiones esconden también…»

El doctor Manuel Ortega Marlasca, especialista en Medicina Familiar y Comunitaria, ofrece la detallada visión de un médico de base sobre la problemática de los actos violentos contra profesionales sanitarios. Desde los efectos psíquicos, cuando no físicos, que causa la agresión hasta la reacción que se genera en el entorno de la víctima, pasando por la actitud de los superiores y de la Administración y su experiencia en el juzgado correspondiente

Madrid, 3 de noviembre 2010 (medicosypacientes.com)

Dr. Ortega Marlasca.

Todos coincidiremos en valorar como una lacra social y profesional lo que las agresiones suponen para todos. En nuestra actividad profesional crea un antes y un después de su presentación.

Bien en nuestro propio pellejo o bien al verlo en nuestros colegas de la sanidad, podemos constatar que existe una transfiguración del enfoque que se puede tener del ejercicio profesional, máxime cuanto más reciente hubo acontecido. Se podría considerar un estado postcrítico en toda regla: aturdimiento afectivo y laboral, variabilidad del estado de ánimo, pesimismo en el futuro próximo e incluso hasta miedo a la asistencia. En grados superlativos se llega a rehuir de la asistencia ya.

Por estos motivos, tiene indicación la separación del servicio y mantenerse un tiempo de baja laboral.

Durante el mismo, y dado que por entonces se dispone de más tiempo para uno mismo, se produce una especie de auto-catarsis y se puede llegar a vislumbrar realidades que antes con las prisas no te dabas cuenta. Es sencillo esto de entender.

Una de los primeros impactos que puedes tener es ver como algunos colegas son insensibles a tu problema y ponen trabas para nimiedades como son la emisión de informes o la realización del oportuno parte de incapacidad laboral. Sinceramente, actúan así gracias a que a ellos no les ha tocado «la lotería de la agresión», pero en base a las estadísticas que tenemos, cada vez tenemos más probabilidades de conocer lo que es eso. La siguiente fase que está relacionada con ello es el trato que en ocasiones se nos dispensa por parte de los servicios médicos que cada comunidad autónoma destina para el control de las bajas laborales. Es curioso ver como la máxima celeridad con la que se nos da cita para personarnos ante la inspección médica. En esos momentos te acuerdas de lo que tus propios pacientes te describen de esas situaciones. Las probabilidades de una incorporación laboral de forma intempestiva son altísimas, pues ante todo, premia la incorporación laboral: la crisis nos apremia a todos y todos debemos de arrimar el hombro…

En ocasiones te enteras como tu agresor dispone de antecedentes previos de agresión a otro colega, el cual no personó la oportuna denuncia y orden de alejamiento. Estas situaciones -nada infrecuentes- hace que estos energúmenos se crezcan y aquel que les toca aguantarlos, tiene altísimas probabilidades de tener que sufrir una nueva agresión, gracias a que nuestro colega o compañero tuvo la «decencia» de no ponerlo frente al juez. Puede que además, motivo de ese crecimiento, los efectos sean más lesivos que los que inicialmente produjo. Se le puede pasar a uno por la cabeza de todo…

Por otra parte, te topas con la consabida desidia de la administración, pues al poner tu oportuna denuncia, te ves como solo eres tu quien la interpones. Es curioso ver como nadie de la administración se persona en la denuncia a tu vez. Esperabas que al menos tu director interpusiera otra denuncia y verte de esa forma arropado, pero vas solo. A pesar de tu petición a ellos, te ves solo. A pesar que el director del centro es médico también, te ves que ni por esas se persona ni él en su calidad de director del centro. Resulta curioso ver como ni tan siquiera en casos que se han llegado a destrozar o dañar bienes inmuebles del centro, se procede a la denuncia para obligarle a resarcir los daños. A nosotros se nos acosa con temas tales como gastos, derivaciones o bajas laborales por netos motivos económicos, y esos mismos argumentos no se aplican en estos casos que tan fragantes son las consecuencias económicas para el erario. Tal vez todo se encuentre basado en la paradoja de ver como el usuario de los servicios públicos cuenta con un gran listado de derechos y un menguado apartado de obligaciones.

En no pocas ocasiones son testigos nuestros pacientes de las agresiones que recibimos y tras ser citados en el juzgado el día del juicio, no son pocos los que no se personan o bien se amedrentan y testifican que en el momento de los hechos «estaban virtuales» y no vieron nada, cuando sabes que estaban a escasos centímetros del agresor. Aquellos que te agradecen al verte como te desvives por ellos, te dan la puñalada trapera en momentos difíciles. Se aplica aquí el refrán de «cría cuervos y te sacaran los ojos».

Todos y cada uno debemos tomar cartas en el asunto. Crear una red férrea y cerrada de apoyo a nuestros colegas agredidos a varios niveles, además de los que ya tenemos instaurados gracias a nuestra red colegial. Una medida sería la creación de un grupo de apoyo de colegas que ya hayan sufrido los efectos de una agresión y se mostraran a ello por iniciativa propia en un entorno colegial. Otra de fácil instauración sería ponerlo en conocimiento por parte de los gabinetes jurídicos colegiales a los vocales adscritos a la sección que pertenezca el colegiado agredido para servir como elemento de apoyo directo al mismo. No creo que sea nada del otro mundo…

Manuel Mª Ortega Marlasca,Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria.

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