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Opinión: El enfermo es una persona

En el presente artículo de opinión, el Dr. Jacinto Bátiz expone el enriquecimiento personal y profesional que supone para el médico atender a enfermos terminales. ?Aprendemos a valorar nuestro tiempo? señala, así como ?lo importante que son los mensajes que nos transmiten las personas enfermas?

Madrid, 24 de septiembre 2010 (medicosypacientes.com)

?Médicos y Pacientes? les ofrece, por su interés, el presente artículo del Dr. Jacinto Bátiz.

El enfermo es una persona

Dr. Jacinto Bátiz

Tal vez no les vaya a descubrir nada nuevo si les digo que el enfermo es una persona, pero me atrevo a hablar de ello porque se nos olvida con mucha facilidad y la única pérdida de memoria que está justificada es la del enfermo de Alzheimer, no la nuestra.

Cuando una persona está enferma, no es sólo un órgano el afectado por los agentes patógenos, por los mecanismos degenerativos o los traumas, sino que toda ella queda implicada, desde su cuerpo hasta su capacidad de pensar y de razonar, influida por el dolor o las limitaciones impuestas por la enfermedad. Las personas no pueden ser comprendidas por los métodos reduccionistas de la Ciencia que pueden tener éxito en otras circunstancias, porque al descomponerlas en sus partes desaparecen como personas. El enfermo tiene un nombre, una historia, unas costumbres, un entorno? que va mucho más allá de unos síntomas, un diagnóstico y un número de habitación.

Si lo único que nos interesa es la enfermedad, olvidándonos de quien la padece, nos faltará algo para hacerlo del todo bien. El enfermo necesita que nos preocupemos también de él, que es quien la sufre. Quien padece la enfermedad de Alzheimer no recordará quién le está cuidando. Pero nosotros, que aún conservamos la facultad de recordar, no debiéramos olvidar que él aún es una persona.

Cuando se cuida al ser humano desde una perspectiva integral se necesita procurar no solo el alivio biológico, sino también el alivio biográfico que conlleva un sufrimiento humano tanto del enfermo como de su familia.

Es verdad que cuado estamos más alejados del enfermo porque nos dedicamos a investigar sobre la enfermedad, sobre su control, sobre los posibles tratamientos, no llegamos a comprender los aspectos humanos de la enfermedad, pero quien tenemos que cuidarle como profesionales, como familiares, comprendemos otros aspectos que pueden ayudar a sobrellevar esa enfermedad, porque el enfermo es una persona; ese cerebro con sus neuronas deterioradas tiene un propietario que es una persona enferma.

Quien padece la enfermedad de Alzheimer, en fase avanzada, es una persona que no es consciente de lo que pasa, pero sí siente y precisa nuestros cuidados. No debiéramos olvidar que el hombre es el remedio del hombre desde la Ciencia y desde el acercamiento humano.

Es importante recordar que ante esta persona enferma debemos estar implicados, por un lado, los profesionales de la salud para seguir investigando y llegar a controlar la enfermedad, para cuidar a la persona enferma y a su familia que le cuida; y por otro, la sociedad, a través de sus recursos administrados adecuadamente por las autoridades socio-sanitarias para ayudar a mejorar la calidad de vida del enfermo y de sus cuidadores.

A los que nos dedicamos a los Cuidados Paliativos, a cuidar a enfermos incurables, a acompañar a enfermos que se están muriendo, nos suelen felicitar por nuestra labor, pero a la vez nos compadecen por estar muy cerca de la tristeza del final de la vida de las personas. Agradecemos la felicitación, pero no compartimos su compasión porque aprendemos mucho cuando estamos junto a esa persona que mide el tiempo de la vida que le queda en horas o días, no más; aprendemos a valorar nuestro tiempo del que no solemos ser conscientes y lo medimos en años sin dar importancia a cada día. Para ellos, lo más importante es la compañía de sus seres queridos y la disponibilidad del profesional para ayudarle a no sufrir; nosotros nos solemos aislar, no valoramos suficientemente la compañía de los demás. Cuando comprobamos que la paz que desea es resolver sus temas pendientes, dar sentido a la vida que ha vivido, comenzamos a darnos cuenta de lo importante que son los mensajes que nos transmiten las personas enfermas.

Estar en primera fila y poder contemplar esta enseñanza tan profunda de los enfermos nos ayuda a distinguir lo profundo de lo superficial, nos enseña a aprovechar mejor la vida, a ser solidarios, a reflexionar un poco más de lo que habitualmente hacemos. No parece que sea habitual en la actualidad la reflexión sobre lo cotidiano. Pero si empleáramos todos los días unos minutos para reflexionar tal vez modificaríamos algunas de nuestras actitudes.

Las tragedias que contemplamos todos los días en las pantallas de TV o las que podemos vivir de cerca pueden ser pequeñas llamadas a la reflexión. Cuando estamos muy cerca de ellas, incluso cuando la sufrimos personalmente, la reflexión suele ser constante. Terremotos, incendios, inundaciones, graves enfermedades, pueden ser algunos de los motivos para pensar algo más. Les invito a compartir esta reflexión de mi amigo, el Dr. Marcos Gómez Sancho: los ancianos, en la sociedad moderna, están condenados a dos muertes. La primera es la muerte social de la jubilación que les recuerda que ya han dejado de tener valor y cabida en una sociedad que solo respeta al individuo como objeto de productividad económica; su pensión de jubilación es un sufragio por adelantado que los induce a pensar que lo más decente que pueden hacer es morirse rápido para no usurpar el espacio productivo de los jóvenes. Por eso, cuando les llega la segunda muerte, la del cuerpo, la mayoría ya están muertos como personas, como seres que sueñan, como mentes que piensan e intuyen.

No pretendo que finalicen la lectura de este artículo con una sensación triste. Por eso recurro a un final más esperanzador y sonriente. Seguramente la persona enferma que ha perdido su memoria para siempre hubiera deseado que su familia le recordara en aquellos momentos en los que era feliz para que de esta manera puedan dibujar en su cara, durante los momentos difíciles de sus cuidados, una sincera sonrisa recordándole como una persona alegre e ilusionada por la vida.

Dr. Jacinto Bátiz
Jefe de la Unidad de Cuidados Paliativos
Hospital San Juan de Dios de Santurce (Vizcaya)

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