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Opinión: Discriminación en las instituciones sanitarias, abusos y malos tratos que sufren las personas mayores

En el presente artículo de opinión el Dr. Antonio Andrés Burgueño Torijano, director técnico del programa “Desatar al Anciano y al Enfermo de Alzheimer” de CEOMA y miembro del Comité de Ética Asistencial del Hospital Gregorio Marañón analiza la defensa de los derechos de las personas mayores en el ámbito de la atención sanitaria. El anciano es particularmente vulnerable al paternalismo-proteccionismo, manipulación y restricción de su libertad. “El paternalismo por parte de los profesionales sanitarios ha de ser directamente proporcional a la pérdida de autonomía, matizado por la cronicidad”, señala el especialista

Madrid, 2 de marzo 2010 (medicosypacientes.com)

No cabe duda, a estas alturas, de que la edad del paciente es un factor determinante en la toma de decisiones asistenciales, y en la actitud de los profesionales sanitarios. Si a ello le sumamos que las Personas Mayores suelen presentar pluripatología, crónica la mayoría, con fuerte impacto en la independencia, nos encontramos a personas especialmente vulnerables.

Dr. Antonio Andrés Burgueño Torijano,
director técnico del Programa Desatar al
Anciano y al Enfermo de Alzheimer de
CEOMA.

Es frecuente ver que los profesionales adopten una actitud paternalista, aplicando de forma excesiva el principio de beneficencia, lo que limita el respeto a la autonomía de la persona, a su autodeterminación y autogobierno. Es frecuente, pues ver como se toman decisiones, manteniendo a la persona mayor al margen. Este es el abuso que mas frecuentemente se ve en el terreno asistencial. Se les omite información, que a cambio se da a los familiares o allegados, vulnerando otros derechos, como el derecho a la confidencialidad. Este tipo de trato no se da en personas de menor edad, pero lo mas grave es que ese grado de paternalismo es contraproducente también para el correcto manejo de la enfermedad, ya que precisamente ante los procesos crónicos, la adecuada actitud es de promoción de la autonomía en su manejo, dado que la persona deberá convivir con ello, el resto de su vida. Ese tipo de paternalismo, por muy bien intencionado que sea, se debe considerar un fuerte determinante de formas de abuso, o de limitación de derechos, que ninguna persona, de ninguna edad, debe sufrir en el contexto de la atención sanitaria.

También por que no se suele contar con ellas, las personas mayores son las principales receptoras de tratamientos y procedimientos fútiles, o de más que dudosa utilidad, sin demasiados cuestionamientos, tales como hospitalizaciones innecesarias, uso de antibióticos, terapias cognitivas, sujeciones físicas y farmacológicas, anticoagulación a largo plazo, entre los mas documentados. Véase que, además, la utilidad de un tratamiento es más frecuentemente dudosa en personas mayores, dada la escasa frecuencia con la que se diseñan estudios clínicos con la participación de personas añosas.

Hay que hacer hincapié en algunas enfermedades neurodegenerativas que aumentan su prevalencia con la edad, y que llevan a la persona mayor a una incapacidad mental, como es el caso de las demencias. En esa situación, las personas mayores quedan al albur de quienes les rodean, sin que se hagan matizaciones de su capacidad. Los sanitarios cada vez tienen cada vez mas claro el concepto de menor maduro, y su papel en la toma de decisiones sobre sus problemas de salud, para lo cual han de asumir el reto de evaluar su capacidad, sin embargo no se asume el reto de matizar la incapacidad de un demente, que puede ser manifiesta para algunas funciones mentales, pero no tanto para saber lo que quiere respecto de algo concreto explicado correctamente, prevaleciendo la actitud de no contar con ellos ya para nada.

Por otra parte, quiero hacer referencia, obligada en mi caso, al liderar el Programa Desatar al Anciano y al Enfermo de Alzheimer, promovido por la Confederación Española Organizaciones de Mayores (CEOMA), a los Malostratos institucionales en general y en particular al abuso de las medidas restrictivas el ámbito de la asistencia sanitaria a personas mayores, lo que evidencia un trato diferente, y por tanto una forma de discriminación negativa.

Las Personas Mayores en el ámbito de las instituciones sanitarias son frecuentemente víctimas de malostratos, abusos y negligencias, lo cual puede parecer paradójico, pero es en todo caso cierto. En toda institución se produce algún tipo de abuso, pero es especialmente llamativo que se den en hospitales o residencias. Siempre, las principales víctimas de esos malostratos son las personas más vulnerables.

En toda organización se establecen rutinas que pueden resultar en malostratos a las personas objeto de atención. La forma mas frecuente de maltrato asistencial en el hospital es la ?omisión? del cuidado debido, y la debida custodia y seguridad, pero además se dan frecuentemente abusos de ciertos fármacos (psicotrópicos especialmente) y especialmente de las sujeciones físicas, que se dan 8 veces mas frecuentemente entre Personas Mayores que en las personas mas jóvenes.

En el ámbito de la atención primaria muchos médicos refieren su incapacidad para controlar bien los tratamientos con múltiples fármacos que tienen las personas mayores que viven en sus domicilios. Un reciente estudio efectuado por el Programa Desatar revela que no se cumplen siempre las recomendaciones de obligado control y seguimiento para el uso de psicofármacos en Personas Mayores en atención primaria.

El uso de fármacos psicotrópicos con fines restrictivos, sujeciones químicas, se evidencia cuando esos fármacos se usan por conveniencia o disciplina, y eso es frecuente en cualquier frente asistencial, sanitario, o sociosanitario, al igual que ocurre con las sujeciones físicas, que ya se han logrado erradicar en muchos otros países, prevaleciendo España como el país desarrollado con la mayor prevalencia de uso del mundo.

Queda, pues, mucho por hacer en la defensa de los derechos de las Personas Mayores en el ámbito de la atención sanitaria.

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