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Los pediatras reclaman una cooperación del entorno social del niño para poder detectar problemas

 

Ante la tragedia sucedida en el Instituto Joan Fuster de Barcelona en la que ha fallecido un profesor, los pediatras reclaman una cooperación del entorno social del niño para poder detectar problemas en su desarrollo y solicitan a los medios actúen de acuerdo al Informe de la Comisión de Arbitraje, Quejas y Deontología de la FAPE de abril de 2014 .

 

Madrid, 23 de abril de 2015 (medicosypacientes.com)

Ante el reciente suceso del fallecimiento de un profesor en un instituto de enseñanza secundaria de Barcelona, a causa de las heridas infringidas por un alumno, quien ha atacado asimismo a otras personas de ese mismo centro, la Sociedad de Pediatría Social (SEPS) y la Sociedad de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (SEPEAP) desean expresar su solidaridad con el dolor y la tristeza que en este momento afligen a las personas y familiares directamente afectados y a toda la comunidad escolar.

Al mismo tiempo lamenta el tratamiento inadecuado que se da a este tipo de sucesos en algunos medios de comunicación social, aludiendo a su condición de “menores” como una categoría que permitiría tratarlos como una clase diferente de personas y se hace una acusación general a todos ellos como seres perversos, a quienes es necesario aplicar castigos ejemplares.

Creemos que los niños tienen un mundo como personas y que entre ellos hay circunstancias atribuibles más a las condiciones sociales y económicas, en las que viven, que a su condición de niños, y que por tanto requieren de un tratamiento orientado a cada situación concreta. Los niños tienen unos valores a defender y potenciar lejos de los estereotipos sociales que se difunden y que es necesario investigar y darles voz para aprender de ellos también.

Por otra parte queremos dirigir la atención al ambiente familiar, social y escolar que viven estos adolescentes, que cada vez se alejan más de la realidad. ¿Qué pasa con nosotros los padres? Estamos tan ocupados que preferimos tener a nuestros hijos enchufados a los ordenadores, Tablet o videojuegos antes de interesarnos por sus problemas, hablar con ellos, conocerlos, saber detectar sus preocupaciones, sus necesidades y ayudarles a autosuperarse sin complejos. Las familias no deben delegar todo en la escuela, en la TV, las clases particulares, en el pediatra o el psicólogo etc.

No estamos de acuerdo con el tratamiento desvirtuado que se ofrece como imagen de los niños, calificándolos de viciosos de las nuevas tecnologías, de carentes de valores. Aun así no parece que este caso sea un buen ejemplo de un problema de valores, sino más bien de las presiones a las que se ve sometida la infancia de hoy en una sociedad cada vez más deshumanizada, que no responde a sus necesidades naturales y produce enfermedad mental hasta el punto, no solo de que llegan a matar a otros, sino a darse muerte a sí mismos, como indica el dato de que la mayoría de los suicidios se producen en gente de entre 10 y 25 años.

Los niños son niños, un niño de 13 años ya no es un niño, ni es un adulto, es un preadolescente o adolescente, un ser que nada entre dos aguas, en la de la imaginación de juegos de la infancia y la convergencia hacia un estadio de poderío, empoderamiento propios del adulto.. Los adultos y la legislación, tienen un grado de ambivalencia hacia esa edad entre los 12 y los 18 años que es terrorífica. Un menor tiene según la ley “madurez suficiente” para solicitar la píldora del día después. La edad de enjuiciamiento se bajó de los 18 a los 16 y eso creó un revuelo tremendo. La madurez de un menor depende también del valor que cada juez le dé a la ley para esta edad.

En las consulta vemos a diario, niños de 12 años y 14 años sanos a los que revisamos sin la presencia de sus padres por proteger su derecho a la intimidad. Los profesionales hemos de andar con los pies de plomo y con suma delicadeza a la hora de explorar, no vaya a ser que se nos mal interprete. La edad entre los 12 y 18 años debe ser motivo de otra pediatría, la del adolescente, la cual asumimos con la sensación de no saber si se esta suficientemente preparado. Es momento para reflexionar si se debería crear una especialidad y medio adecuado con historias orientadas de otra forma para estos ciudadanos pacientes. A esta edad tienen unos problemas que no podemos resolver solo a base de informes escolares, remitir al psicólogo, paidopsiquiatra o al asistente social. Hay que detectar situaciones de riesgos múltiples: bullying, suicidio, tendencias homicidas, psicosis, alteraciones de conductas sexuales, problemas de identidad sexual, etc. y orientarles correctamente.

Ante este desgraciado suceso, debemos aludir, no obstante, al artículo 40 de la Convención de los Derechos del Niño, vigente en nuestro país, donde se reconoce el derecho de todo niño de quien se alegue que ha infringido las leyes penales o a quien se acuse o declare culpable, a ser tratado de manera acorde con el fomento de su sentido de la dignidad y el valor, de forma que fortalezca el respeto del niño por los derechos humanos y las libertades fundamentales de terceros y en la que se tengan en cuenta la edad del niño y la importancia de promover su reintegración y que asuma una función constructiva en la sociedad. Se establece también en este artículo que debe garantizarse que el niño se presumirá inocente mientras no se pruebe su culpabilidad conforme a la ley.

Desde la mirada de los pediatras, nos gustaría recomendar a los medios de comunicación que respeten los principios del código deontológico de la FAPE, donde se resaltan los valores a defender y especialmente, el Informe de la Comisión de Arbitraje, Quejas y Deontología de la FAPE de abril de 2014, especialmente dedicado a este tema.

Desde GSIA, APIMM, SEPS Y SEPEAP, nos adherimos a este manifiesto para que se consideren a los niños y niñas como personas y no como menores respecto de nosotros los mayores

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