En un mundo donde se enaltece el consumismo, miles de médicos y cooperantes acuden a prestar su servicio, de forma desinteresada, para atender a las víctimas de catástrofes y emergencias sanitarias. «Médicos y pacientes» les ofrece el discurso íntegro pronunciado por «el obispo de los pobres», Juan José Aguirre
Madrid, 16 de febrero 2010 (medicosypacientes.com)
?Médicos y pacientes? ofrece a sus lectores el texto íntegro del discurso pronunciado en la sede de la Organización Médica Colegial (OMC) por el obispo de Bangassou (República Centroafricana), Juan José Aguirre, con motivo de la entrega de la distinción como ?Colegiado de Honor Nacional con emblema de oro? a cinco organizaciones de cooperación sanitaria internacional.
El ?obispo de los pobres?, el español Juan José Aguirre, relata en primera persona cuál es la situación actual el la República Centroafricana, el segundo país más pobre del mundo, y comenta cuáles deben ser las características que debe reunir un médico cooperante para afrontar esa ?bofetada de realidad? que supone prestar su ayuda en estas situaciones.
El médico: su papel en la cooperación internacional
Juan José Aguirre, obispo
de Bangassou.
Mil gracias a la Organización Medica Colegial (OMC) representado por su presidente D. Juan José Rodríguez Sendín y el secretario general D. Serafín Romero Agüit, por la presencia de D. Jesús Aguirre Muñoz, Senador por Córdoba y antiguo Presidente de Colegio de Médicos de Córdoba. Un saludo cordial a la permanente, a los presidentes provinciales y vocales nacionales aquí presentes, a la prensa y al personal de la casa. Finalmente, felicito a las ONG especialistas en temas sanitarios premiadas en este día.
También un saludo cariñoso a las a todas Fundaciones y ONGs a través de las cuales la Organización Médica Colegial podrá realizar su Oficina de Cooperación y Desarrollo. Veis que están pasando en el cañón diapositivas de la diócesis de Bangassou, en la República Centroafricana donde trabajo desde hace 30 años, de sus gentes y de los médicos que por allí han pasado a ayudarnos. Algunos ya las conocéis. No voy a comentarlas. Nos sirven de telón de fondo para las cuatro ideas que quiero compartir con vosotros.
El proyecto de la Oficina de Cooperación y Desarrollo creo que nació en Córdoba, en torno a cuatro Fundaciones tienen un denominador común: Córdoba y Andalucía, proyectos de desarrollo, oftalmología, operaciones, fisioterapia, centros dentales, etc. En países que están en los vagones de cola del PNB con respecto a otros países ricos y derrochadores. ¡Esto me hace sentirme muy orgulloso y este orgullo debe hacerse extensivo a todos los andaluces!
En un mundo donde se enaltece el consumismo, nuestras Fundaciones y todos los que la componen dan todo el espacio al gratuito. En una sociedad europea donde te hacen creer que el hombre es las cosas que compra y las prendas con que se viste, estos médicos que van a dar una parte de su tiempo y conocimientos a África, tocando con mano los más pobres de entre los pobres, son la contra-cultura, que no fundamentan su acción sobre el dinero ni se ponen de rodillas delante del materialismo: van contracorriente.
Yo quiero dar las gracias a todos en nombre de miles de africanos que no podrán estar nunca aquí esta tarde. Quiero ser su altavoz, una caja de resonancia del agradecimiento que siente mi gente cuando, médicos generosos dan su tiempo y su saber para sacar del pozo a miles de casos imposibles, de situaciones irrecuperables, de casos sin esperanza, y que ya mirábamos como perdidos hasta el día de la muerte.
La Organización Médica Colegial en previsión de otras Oficinas de Cooperación y Desarrollo me ha pedido que hable del «médico: su papel en la cooperación internacional». No me voy a extender para no cansaros y lo de internacional me voy a circunscribir a Centroáfrica, el país de África que conozco porque allí vivo desde hace 30 años. No soy quién para decir cual es el papel del médico que viene a hacer cooperación a Centroáfrica. Voy simplemente a compartir lo que yo creo, de manera muy personal y mía, cuales son las actitudes que deben tener los médicos en cooperación.
Cuando hable de «médicos» en esta conferencia, me estaré refiriendo a profesionales de la medicina, pero también a fisioterapeutas, ATS u otro personal especializado en diferentes temas desde la costura hasta la escuela, los que se van a África y los que preparan el viaje. Llamo «médico» para abreviar y porque se trata del tema de la conferencia incluso a aquella persona que suele acompañar un equipo de médicos en viaje de cooperación en un país africano y que coordina todas las actividades desde preparar el oxígeno hasta conseguir permisos, llevar en el coche los pacientes hasta el sitio del postoperatorio u ocuparse de los bocatas entre una operación y otra. Esta es la persona que solemos llamar encargado de la logística. Yo l0 llamo el miembro del grupo con vocación de aspirina, es decir, el encargado de aliviar los muchos dolores de cabeza que tendríamos sin él.
Creo que la actitud en la que han venido a Centroáfrica los que ya han estado allí era más o menos así:
- Médicos sembradores de esperanza.
- Médicos conocedores de la realidad.
- Médicos inmunizados contra la miseria.
- Médicos dispuestos también a aprender.
(1) Médicos sembradores de esperanza
Todos los profesionales que han pasado por Bangassou han dado vida a la muerte, han dado vista a la oscuridad, han cargado como buenos cirineos la cruz de los más pobres y han dado esperanza cuando ésta ya se había difuminado.
Esto que digo no son sólo bonitas palabras. Pongo el ejemplo: en el mes de noviembre del 2006 vinieron a Bangassou dos cirujanos y un anestesista a operar casos de hernias como balones, bocios grandes como la cabeza de mismo paciente y miomas más bien grandes, algunos de más de dos kilos. Como teníamos un día por delante antes de empezar las consultas pues era domingo, después de la Misa, expresión gozosa y danzada de la fe inquebrantable de este pueblo africano, pensamos que era mejor empezar operando a un pobre de solemnidad, alguien sin poder de decisión ni derechos, alguien excluido sistemáticamente de una intervención quirúrgica, porque allí es un artículo de lujo y porque él es un paria de la sociedad, «basura» que nadie llorará cuando se muera. Nos fuimos a la cárcel de Bangassou a elegir un preso. Sabéis, sin embargo, que para la Iglesia Católica ese preso acusado de brujería es un ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, hermano a quien hay que tender la mano, alguien a quien amar.
Podéis seguramente imaginar lo que es una prisión en Europa, pero tendréis que hacer un pequeño esfuerzo para imaginaros una en 20 país más pobre del mundo, sin medios para alimentar a sus presos que tienen que salir cada día a buscarse de comer y pagar una pequeña cantidad de dinero a los carceleros para volver a entrar cada tarde.
En la prisión de Bangassou encontramos un viejito acusado de brujería al que diagnosticaron hernia inguinal sin necesidad de desvestirlo. Ésta era tan grande que el pobre preso vestía un pantalón varias tallas más grandes y no podía cerrar ni el botón ni la cremallera. El fue el primer elegido de entre 150 pacientes se pusieron en la cola y fueron avanzando como quien está pasando por taquilla para comprar una entrada. No había enfermera llamando por números, ni una sala de espera en condiciones. Sólo había un montón de personas, agarrándose a la cola como a un clavo ardiendo, ansiosas por enseñar a los médicos cordobeses una hernia descomunal, un bocio como una sandía o unos pies carcomidos por la lepra. Era una fila kilométrica de trozos de humanidad cosidos a la esperanza de ser operados por la primera vez en sus vidas. Consultaron en una salita abarrotada, salvada la intimidad con una sabanita discreta. Aunque la privacidad, como la entendían nuestros doctores mientras consultaban un inmenso hidroceles, era relativa viendo una hilera de chiquillos, la nariz pegada al cristal de la ventana, contemplando aquellas manos enguantadas de blanco hurgando intimidades.
Mientras operaban al preso, ayudados por Marcela (nuestra laica misionera argentina) y la hermana Julieta (responsable del centro «Buen Samaritano» para enfermos terminales de Sida), y el personal local del hospital, el enfermo, con anestesia epidural, no paraba de pedir a Dios bendiciones para las familias de todos los presentes, parientes próximos y futuros. Como dice el salmo: su boca se llenaba de alabanzas y su lengua de bendiciones. ¡Así estuvo toda la operación!
Era la victoria del gratuito contra la glorificación de la fachada. Allí ya no eran médicos blancos vestidos con pijamas verdes: «soy lo que visto», pijama verde de Armani recalificado en la pasarela Cibeles. ¡No! Allí eran: «soy lo que amo», cirineo sin ánimo de lucro cargando en sus espaldas no una cruz de áspero leño sino una hernia gigante en donde una parte del intestino grueso llevaba años fuera del cuerpo y así se quedaría hasta que Dios quisiera.
Cirineos capaces de cargar con la cruz de los demás: eso sois los que habéis puesto en marcha el engranaje de esta Oficina para la Cooperación y el Desarrollo, tanto los que ya han ido allí como los que, desde aquí, habéis hecho posible el viaje, incluido/a el cónyuge del médico.
A través de san Pablo, sabemos que Jesús solía decir «que hay más alegría en dar que en recibir». Confucio lo decía muchos años antes de otra manera. Decía:
«Debes tener la cabeza siempre fría,
el corazón siempre caliente
y la mano siempre larga».
El médico debe de tener la «cabeza fría» para no perder la calma y para experimentar como santa Teresa que «la paciencia todo lo alcanza»: aunque haga calor, aunque falle el bisturí electrónico y el agua para el quirófano la traigan en cubos o salga marrón, aunque escaseen las gasas y haya que sacar una llena de sangre de un abdomen, estrujarla en el cubo y volverla a empapar en la misma cavidad abdominal, ni siquiera cuando en mitad de la operación la lámpara del techo dé un respingo y se apague y haya que seguir sacando un feto de una trompa rota (ya me entienden los médicos lo que quiero decir) a la luz de una linterna y una lámpara de 12 voltios. «Cabeza fría» cuando el quirófano da un apagón y la oftalmóloga esté en plena operación, con el FACO dentro del ojo, y todo deje de funcionar durante unos minutos.
El corazón «siempre caliente» para empatizar con la gente, aprender tres cosillas de su lengua, aunque sean a través de una chuleta, ordenar medicamentos y dar cursos a los enfermeros locales, para dar buenos masajes a niños recién operados, para coser los uniformes que haga falta y hacer con viejas cortinas pantalones nuevos para los pobres, para sacar un diente con la raíz demasiado larga con un poco de dulzura y simpatía… El corazón caliente para mandar una lámpara nueva y dos buenos aparatos de esterilización con mucho instrumental y un buen bisturí electrónico en el próximo conteiner.
La «mano siempre larga», aquí, es sinónimo de generosidad. Lo noto sobretodo en ciertos momentos en que no hacen muecas cuando, en la comida dominical, pasan de plato principal trozos de mono recién cocinado. O cuando, por las tardes-noches de África, en esa África en donde la noche se viene encima en un abrir y cerrar de ojos y el cielo nos deslumbra con millones de estrellas, los médicos se mueren de ganas de llamar por teléfono para felicitar a vuestra Benjamina, pero en el portátil sólo se oyen pitidos y gruñidos hasta que la línea acaba por saltar.
Esta generosidad se puso también de manifiesto cuando trajimos a operar a Córdoba a una niña de Bangassou, Flavie, con un labio leporino enorme y hendidura palatina. Fue operada 4 veces en la Clínica Alzahar de Córdoba hasta que, de candidata a bruja, la niña recuperó apariencia humana y fue reintegrada a la escuela recién vuelta a Centroáfrica.
(2) Médicos conocedores de la realidad
Los que vinieron a Bangassou, el primero fue mi hermano Miguel Aguirre, presidente de la Fundación Bangassou y mi madre, ya sabían bien 10 que se iban a encontrar allí: viajes de 14 horas de coche por la selva virgen, por caminos cómo los que veis en las fotos, con puentes rotos, con árboles gigantes de dos metros de diámetro como pilares de catedrales. Ya se imaginaban la realidad que iban a encontrar aunque luego la realidad siempre supera la imaginación. Recuerdo un médico cordobés de la ONO Médicos sin fronteras que llevaba en el cuerpo 16 horas de coche por rutas imposibles para trabajar en un programa contra la oncocercosis y llegó a Bangassou sin saber que allí se encontraría con el único español presente en centenares de kilómetros a la redonda.
Centroáfrica es el 20 país en ranking de países con menor Índice de Desarrollo Humano (IDH), según el informe anual del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de 2008. De los 177 países de nuestro mundo globalizado, Centroáfrica ocupa el puesto 175 de este vagón de cola justo antes y por muy poco del Níger, y detrás de Sierra Leona, Malí, Burkina Fasso y Guinea Bissau. Centroáfrica tiene un 0’353 de IDH lo que equivale a tener 353 puntos de entre O y 1000. Sabiendo que países como Islandia, Noruega, Canadá, Suecia o Suiza, son los primeros de la lista y llegan a 968 puntos, países muy ricos, en donde es curioso que la tasa de suicidios sea muy alta.
Centroáfrica tiene una esperanza de vida al nacer de 40 años, 4’6 hijos por mujer, 1.100 madres que mueren en el parto de cada 100.000 niños nacidos vivos, 115 niños mueren en el parto de cada 1000 nacidos. Centroáfrica tiene 4 médicos por cada 100.000 habitantes.
Sin embargo, aunque tiene una deuda externa de mil millones de dólares, la mitad de su población está escolarizada, en una gran parte por la Iglesia católica y esto es el futuro. A más niños escolarizados, menos Sida, menos muertes por falta de vacunas, menos enfermedades por falta de agua potable, menos carestía. Siete mil niños han sido ya escolarizados en Bangassou a través de algunos de los 33 grandes proyectos que llevamos adelante, entre ellos 35 kínder, seis escuelas primarias, tres escuelas secundarias o colegios, dos liceos y una escuela técnica que está naciendo ahora mismo, con una religiosa que lleva la agricultura y está enseñando a diferenciar las gallinas ponedoras de las de carne.
Necesitamos médicos que conozcan la realidad que se van a encontrar y que no se escandalicen, que no se hundan, la mano tendida para coger a otro y no para que los cojan a ellos. Es decir que necesitamos a:
(3) Médicos inmunizados contra la miseria
África es un continente de enormes contrastes. Junto a una filosofía de la vida llena de ganas de vivir y de encontrar razones para seguir luchando, encontramos también mucha pobreza y la pobreza genera violencia. La miseria puede ser física o moral, puede ser una ignorancia supina o la violencia provocada por una histeria colectiva como puede pasar en Somalia y esa pobreza ser instrumentalizada hasta convertirse en piratería.
El europeo que viene a Bangassou puede quedar impactado por la suciedad de un niño o por su abandono, por la renuncia a la vida de una joven de 20 años en fase terminal de Sida y con cuatro críos que alimentar o por aquel niño de cuatro años que sacamos de la cárcel para llevarlo al orfanato en el mes de junio pasado. Huérfano de madre y sin nadie que lo cuidara, el padre, condenado a varios años, no tuvo más remedio que llevárselo con él a la cárcel. Se llamaba Nicolás. Con la ayuda del Procurador de Bangassou 10 sacamos de allí a los pocos meses. Llegó al orfanato, llena la cabeza de tiña y el vientre hinchado, muy cerquita de la desnutrición irreversible, la mirada perdida y triste y el ánimo por los suelos a causa de todas las miserias que había tenido que soportar siguiendo a su padre en la cárcel durante meses, violaciones de los derechos fundamentales y pisotones varios de la dignidad humana.
El médico que viene a Bangassou tiene que ser fuerte sin dejar de ser tierno. Sabiendo que Nicolás ha comido violencia desde su tierna edad, ha crecido en un mundo violento y reciclará la violencia si nadie lo impide, en el orfanato de Bangassou o en el proyecto huérfanos, nuestros médicos tendrán contacto con el mundo de los niños y las niñas de la calle: niños huérfanos, niños sin futuro, niñas madre, niñas con Sida, niños fantasmas, niñas sin papeles y sin existencia legal, niños explotados, niñas esclavas sexuales, niños soldado, niños de padres separados, niñas prostitutas, niñas contaminadas, niños bajo mínimos de lo soportable, niñas carne de cañón, niños siempre con hambre… los niños del tercer Mundo. Como dijie una vez, niños ante los cuales podríamos ponemos de rodillas y, como mínimo, brindarles una mirada de excusa, una sonrisa de petición de perdón por no haberles dado el futuro que ellos y ellas merecían cuando llegaron a éste mundo y la ruleta de la vida les hizo nacer en el continente africano.
Este año hemos escolarizado 1.125 huérfanos de Bangassou, 1.000 vidas rotas por el Sida y esto 10 hemos podido hacer gracias a tantos amigos de Córdoba, el país vasco. León, Antequera que siguen y alimentan el proyecto huérfanos a través de la Fundación Bangassou.
Los médicos que vienen a Bangassou van a ver todo esto y a ser testigos de 10 que la Iglesia Católica hace por éstos niños y niñas.
Y aquí entronca el último apartado. Necesitamos a médicos que, además de a curar, operar, enseñar y a poner un ladrillo en la escuela de la solidaridad, también sean médicos que vengan a escuchar, a ver y a vivir con… Es decir:
(4) Médicos dispuestos también a aprender
El médico que viene a Bangassou, además de mucho dar, viene a mucho recibir de éstos gigantes de humanidad, los cooperantes y los misioneros, que viven con los últimos de la fila, con menos de un euro al día, y que saben sacarle el jugo positivo al día a día y cantan a la vida con la misma energía de los cantantes granadinos que acabo de citar.
Los cooperantes que vienen por varios años son una raza aparte, La que llevaba el taller de costura el año pasado ya es abuela, se llama Marie Dominique y es de Burdeos como su marido. Han venido por dos años y se volvieron hace unos meses. Ha recuperado para la escuela técnica las niñas de la calle de Bangassou, niñas madre o madres solteras para las que ha creado una guardería en la escuela donde colocar los críos durante las clases y a las que, haciendo un regate a la cultura ambiente, les hace sacarse la leche del pecho antes de la clase y ponerla en un biberón en agua tibia y así, cuando el niño llora, que no tengan que salir de clase para amamantarlo. Marcela y Sonia vienen de Argentina, Julieta es una Franciscana de Burgos y pasa todo el día al pié de cañón junto a enfermos terminales de Sida, Ana seguía el grupo de Justicia y Paz, busca papeles para los niños sin identidad legal y sigue los dossier de los presos sin juicio y sin derechos. Gaétan sigue a los maestros, Joseph dirige un centro de venta de medicinas, Monique, a sus 80 años, se monta en canoa para hacer vacunaciones en la selva, Teresa dirige un colegio de 1100 alumnos y Benjamín construye una Iglesia de 40 metros para 500 personas en plena selva, aunque es autodidacta…
Hay muchos más, hasta 80 en la diócesis de Bangassou, nuestra pequeña familia. Si nuestros médicos saben bien el francés, es una gozada comunicar con ellos en la lengua que saben todos, saber sus alegrías y sus tristezas, sus luchas y sus pequeñas victorias. Reír con ellos y gastarles bromas, Iglesia universal, reír con el sacerdote Fidel al que le gusta sacarle punta a todo con sus comentarios irónicos. Si no se sabe bien el francés, el cooperante se va aislando en la esquina de la mesa durante las comidas y muchos comentarios de la vida real les pasan volando sobre sus cabezas.
Finalmente, un médico con el espíritu afinado, puede aprender mucho de la gente, de los pobres, de su lucha por la vida, de su no tirar la toalla aunque tendrían razones para ello, de la continua sonrisa de los niños, de la paciencia de los enfermos. Sería necesario un capítulo aparte para explicar la fe de los pobres, su idea de Jesucristo, como combinan fe y realidad, como la fe se entronca en sus vidas, su idea del más allá, su filosofía de la vida y de la muerte, su fe inquebrantable en María, Madre de África. Sea esta conferencia un homenaje a todos ellos, hermanos míos en Bangassou, con los que estoy feliz de compartir mi vida.
Monseñor Juan José Aguirre Muñoz
Obispo de Bangassou (República Centroafricana)