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Dra. María Castellano: «Diginidad, también después de la muerte»

 

Ante los hechos sobre el almacenamiento de cadáveres en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, la Dra. María Castellano Arroyo, catedrática de Medicina Legal y Forense y Vocal de la Comisión Central de Deontología Médica de la OMC, reflexiona que «debemos tomar nota». Defiende el «deber ético y deontológico de respeto al cuerpo humano sin vida» y pide que «se repare el daño, que no se repita y que estas personas descasen en paz»

 

Madrid, 28 de mayo de 2014 (medicosypacientes.com)

«Hay cosas que se saben pero que, de vez en cuando, es necesario recordar, y eso nos sucede hoy respecto a la dignidad que merece el cuerpo humano cuando se le ha escapado la vida y se ha convertido en un cadáver.

Decía Pitágoras que la perfecta igualdad no existe, sino entre los muertos, lo que equivale a pensar que sólo la muerte nos iguala, pero este argumento es sostenible sólo en algunos aspectos, ya que las propias honras fúnebres y el destino final del cuerpo mantienen, también en esta etapa, notables diferencias.

Preparamos a los médicos para preservar la salud de las personas y combatir la enfermedad, con tantos medios que hacen a algunos sentirse omnipotentes; en estos casos la muerte sorprende y golpea despertando un sentimiento de fracaso que puede llevar al médico al inmediato abandono del escenario pensando que su misión ha terminado, lo que se aparta de la realidad en muchos casos.

A esta actitud curativa se oponen formas de ejercicio médico cuyo sujeto es el cadáver, así sucede con los docentes de la anatomía humana o los médicos forenses con funciones específicas de importante trascendencia científica y social.

El conocimiento del cuerpo humano a través de su estudio directo significó la mejor fuente de conocimiento para la cirugía y la medicina clínica. Estas prácticas en sus inicios no contaban con la autorización de la persona para el uso posterior del cuerpo, recordemos el admirado cuadro de Rembrand «la lección de anatomía del doctor Tulp», encargado por el gremio de cirujanos y pintado en 1632; se trataba del cuerpo de un ajusticiado que reparaba con esta noble contribución a la ciencia sus anteriores errores. Es de destacar que, al margen del mérito artístico y de los atuendos acordes con la época, estamos ante una lección de respeto hacia el infortunado cuerpo, tanto por los gestos de atención de los asistentes, como por la delicadeza con que se cubren las partes íntimas del cadáver.

Con el tiempo, la práctica anatómica se generalizó y la donación altruista del cuerpo era bienvenida y agradecida por lo que significaba de aportación a la formación de los futuros médicos en beneficio de los enfermos.  La aceptación generalizada de la autonomía de la persona impuso la necesidad del consentimiento para que la donación fuera una decisión personal. Esta generosidad aumentaba el sentimiento de agradecimiento debido a estas personas cuyos cuerpos encontrábamos después sobre las mesas de disección. Este fue el mensaje que nuestros profesores nos transmitieron a los estudiantes de anatomía y en la sala de autopsias de los institutos anatómico forenses; eran cuerpos sin vida, ¡antes tanto y ahora tan poco¡, pero habían sido personas con unos sentimientos, con una historia, con una familia, con una vida de relación y con una aportación al proceso evolutivo de su entorno.

En todas las culturas el tratamiento del cadáver merece unos ritos que forman parte de las tradiciones y costumbres más nobles de cada país; el mensaje caritativo de «enterrar a los muertos» significa ese deber de respeto al cadáver al que no puede considerarse ni tratarse como un mero objeto o cosa.

La donación altruista del cuerpo para el progreso de la Medicina fue, sin duda, el terreno abonado para la generosa donación de órganos que colocó y mantiene a nuestro país a la cabeza mundial de estas terapias.

Estas acciones  las apreciábamos los médicos y los ciudadanos como un acto de entrega última de lo último que nos quedaba  llenándolo y dotándolo de valor para los demás.

El espíritu de reconocimiento y de respeto general ha motivado la sorpresa y el rechazo ante las imágenes publicadas estos días por los medios de comunicación sobre la situación de los cuerpos humanos almacenados en un departamento de Anatomía, tras haber sido utilizados para la enseñanza de la medicina.

Desde la ética y la deontología médica es ocasión de recordar y defender ese derecho al trato digno que merece el cuerpo humano sin vida.

El escribir estas líneas me ha llevado a revisar, una vez más, el Código de Deontología Médica para buscar las referencias al cadáver que en éste pudieran encontrarse. Estas referencias se relacionan con el deber de secreto que los médicos tenemos para con los datos conocidos de los pacientes, indicando el artículo 28.5 que «la muerte del paciente no exime al médico del secreto profesional», esta exigencia es importante porque nos indica que esa persona, ahora ya sin vida,  sigue mereciendo la protección de su intimidad y de la dignidad ligada a la misma. La otra referencia está en el artículo 36.6 cuando indica que «… no es deontológicamente aceptable rehuir el compromiso de certificar la muerte  cuando se ha presenciado, cuando se conoce al paciente o se tiene a disposición la historia clínica»; el objetivo aquí es evitar a la familia el problema de peregrinar en busca del certificado de defunción entre los médicos que conocían o atendieron al paciente, problema que vendría añadido al propio dolor de la pérdida, otro aspecto es que con una certificación fundada, también se evita al cadáver una autopsia judicial que no estaría suficientemente justificada.

Estas dos referencias son importantes, pero me han parecido insuficientes. Como miembro de la Comisión Central de Deontología que redactó el proyecto de Código Deontológico que después revisaron todos los Colegios profesionales y aprobó la Asamblea General de la OMC, me sentía muy satisfecha por los comentarios elogiosos sobre el Código, pero he visto que hemos de tomar nota, porque aunque parezca muy completo, el desafortunado hecho que comento, nos demuestra que en la siguiente revisión a la que el Código se someta, deberán  incluirse unas exigencias deontológicas hacia el trato que merece el cadáver,  exigencias que quizá no se incluyeron por la obvia y arraigada tradición de respeto hacia el cuerpo humano sin vida, que palpábamos a nivel médico y social.

Volviendo al tema del inapropiado almacenamiento de cadáveres humanos en un espacio inadecuado y en unas condiciones reprobables, han influido, sin duda numerosas circunstancias. Sin embargo, no podemos dejar de expresar el rechazo a que esto haya ocurrido. Es una ocasión para recordar y afianzar el deber ético y deontológico de respeto al cuerpo humano sin vida, en cualquier circunstancia; pero además, este deber aparece aún más reforzado, en este caso, por el medio en el que esto ha sucedido ?una facultad de medicina-  y por el antecedente de generosidad y altruismo que habían ejercido estas personas donando su cuerpo para el beneficio de sus semejantes, a través de la ciencia médica.

Solo nos queda desear que se repare el daño, que no se repita y que estas personas descansen en paz».

Fdo: María Castellano Arroyo

Catedrática de Medicina Legal y Forense

Vocal de la Comisión Central de Deontología Médica (OMC)

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