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Dr. Repullo: “Publicidad engañosa: empresas sin escrúpulos, profesiones débiles y gobiernos ausentes”

El director de la Fundación para la Formación de la OMC (FFOMC), Dr. José Ramón Repullo, reflexiona sobre el compromiso de impulsar una visión deontológica y responsable de la publicidad sanitaria. Destaca que, tras su participación en una mesa redonda sobre este tema, le sobrecogieron algunos testimonios de compañeros odontólogos y fisioterapeutas

El pasado 14 de noviembre participé en una Mesa Redonda con el título de «Presente y Futuro de la Publicidad Sanitaria»; Antonio Montero, Presidente del Colegio de Odontólogos y Estomatólogos de Madrid, dibujó un panorama muy preocupante del deterioro de la práctica profesional, generado por el exceso de producción de profesionales, y agravado por la mercantilización comercial de una actividad que debe mantenerse en coordenadas de profesionalismo; José Antonio Martín Urrialde, Decano del Colegio de Fisioterapeutas de Madrid, añadió a la narración, aspectos singulares de precarización del empleo y de intrusismo y prácticas de pseudo-ciencias en su ámbito de trabajo.

La perspectiva que me tocaba cubrir era la de la medicina, teniendo en cuenta que el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos está claramente comprometido por impulsar una visión deontológica y responsable de la publicidad sanitaria, y tiene planteado a través del Observatorio de Pseudo-ciencias, un frente claro de intervención para proteger a pacientes y ciudadanos de daños y fraudes.

Confieso que me sobrecogieron algunos testimonios de los compañeros odontólogos y fisioterapeutas; el nivel de deterioro profesional y personal que puede causar la plétora de graduados sanitarios debería llevara a una acción colectiva: si las autoridades educativas no saben, no pueden o no quieren acabar con el negocio de la formación, que dejen a las autoridades sanitarias el  protagonismo: porque las externalidades negativas de su inacción regulatoria y planificadora, luego afectan tanto a los profesionales, como a los pacientes.

Junto a estos aspectos más estructurales, se introdujo en la sesión la dimensión de la publicidad y la información (aprovechando que el moderador era Alipio Gutiérrez, un conocido periodista sanitario), que es sobre la cual quería centrar mi contribución.

Ordenando temas e ideas

Aporté algunas reflexiones que me gustaría ordenar y compartir:

a) La salud se está convirtiendo en un bien de consumo; la medicalización del malestar, y la ética comercial, acaban configurando un mercado competitivo muy agresivo y con pocos escrúpulos, que usa y abusa de la promoción y la publicidad. Como en el ámbito sanitario hay una clara asimetría de información entre los que prestan servicios y los que los reciben, se crea un espacio donde pueden florecer el fraude, la superchería, el engaño, la exageración, el abuso…

b) Si los profesionales sanitarios están precarizados en su empleo, o si para trabajar deben aceptar condiciones de vinculación inclementes, se crean las condiciones para que se erosione el profesionalismo que defiende el buen quehacer, la calidad y los intereses de pacientes. A partir de un punto, el ethos mercantil altera todas las relaciones y puede reclutar el asentimiento o el silencio cómplice de los empleados o contratados que se juegan su trabajo o subsistencia.

c) Por las dos razones anteriores se precisa regulación y tutela de los poderes públicos; sólo políticas profesionales inteligentes y proactivas pueden reconducir la situación a un equilibrio menos envilecedor para la moral de los profesionales y peligroso para la salud y la economía de nuestros pacientes.

d) Para contrapesar este ethos comercial, además de retomar una sensata planificación de la producción de profesionales, habría que diseñar medidas para que las aseguradoras privadas de riesgos de salud (generales, o dentales) no pudieran aprovecharse de la complejidad e ignorancia de los usuarios…

Con publicidad engañosa que sirve de reclamo para suscribir un seguro.

Con el abuso de cláusulas «de la letra pequeña» que encogen la prestación (en el momento de recibir servicios siempre son menos de los esperados) y expanden la factura (pluses y servicios complementarios no cubiertos).  

Con barreras burocráticas, y trampas procedimentales, que echan atrás a todo el que no tenga el conocimiento, la tenacidad y la pericia para conseguir respuestas.

e) Cuando el contratador del profesional es el seguro (reembolso), o un centro sanitario que le emplea, la asimetría de poder entre el financiador y el profesional puede saldarse tanto en recortes de salario, como en restricciones en medios y procedimientos que erosionan la calidad de la prestación, y ponen en riesgo de errores y malpraxis al profesional.

f) Parece que la dispersión, carácter privado y menor tamaño de las clínicas odontológicas, o de los centros de fisioterapia, las hacen mucho más vulnerables a estas presiones. En el ámbito médico, la preeminencia del sector público establece un marco de referencia que garantiza mejor la calidad; la autonomía de los médicos como empleados públicos con un régimen estatutario y el mayor tamaño de los centros crea mejores condiciones para defender colectivamente unos buenos estándares de calidad de servicio. Aunque las condiciones se han deteriorado con la crisis y los recortes, y aunque la autonomía se ha achicado con la mala calidad de empleo y la alta prevalencia del empleo interino y eventual. Incluso buena parte de los centros sanitarios privados, a través de la concertación o los acuerdos de colaboración público-privado, tienen una vía de rendición de cuentas y escrutinio por parte de los poderes públicos que no tiene paralelismo en la sanidad privada pura.

g) Las anteriores consideraciones, estarían indicando que a la debilidad del papel del Estado como regulador y planificador de profesionales, se añadiría una ausencia de vigilancia y tutela sobre la sanidad privada, como si esta fuera tan sólo un bien comercial que se pudiera tratar como otro consumo más. Ambas asignaturas pendientes deben señalarse, pues no hay alternativa sólida al problema de la crisis de la profesiones sanitarias, que no pase por restaurar un papel activo e inteligente de los poderes públicos en las políticas profesionales.

h) Cuando emerge un problema, los políticos son muy proclives a proponer nuevas leyes. Pero ya deberíamos haber aprendido la máxima atribuida a Romanones, por la que España sería un país de feroz régimen reglamentista, sólo paliado por la inobservancia de las leyes. Y en el caso de la publicidad engañosa es particularmente cierto: el Real Decreto 1907/96 aporta en su Artículo 4 dieciséis supuestos de ilegalidad para la publicidad sanitaria que no sea trasparente, exacta y veraz (lo copiamos al final para solaz de los lectores).

i) Más sorprendente es aún el Artículo 7 de dicho Real Decreto del año 96… trascribimos parcialmente unos párrafos que sirven también para ilustrar las posibilidades de intervención desde las administraciones públicas (señalado en negrita y subrayado):

Artículo 7 Transparencia y veracidad de la información y publicidad sanitarias

… 2. Las agencias de publicidad, periódicos, revistas, emisoras de radio y televisión y cualquier otro medio de comunicación no admitirán publicidad que contravenga lo dispuesto en este Real Decreto.

3. Las autoridades sanitarias cuando consideren que determinada publicidad o promoción comercial no se ajusta a lo establecido en este Real Decreto, podrán formular, con carácter inmediato, la correspondiente advertencia a través de los medios de comunicación que la hayan facilitado, que la deberán difundir de forma gratuita, con objeto de mantener la correcta información sobre las autorizaciones, precauciones y controles sanitarios existentes en la materia de que se trate, y sin perjuicio de promover además las acciones de cesación y rectificación de la publicidad a que se refieren los artículos 25 y siguientes de la Ley General de Publicidad.

j) Además, el Código de Deontología Médica de 2011 aporta también una buena guía para identificar y penalizar la publicidad engañosa en el ámbito del ejercicio profesional médico… también para comodidad del lector la copiamos al final el Artículo 65.

k) El tema es grave, y se nos está yendo de las manos:

    ·         medicinas, parafarmacia y productos sanitarios (particularmente las no sujetas a control como medicamentos);

    ·         intervenciones, procedimientos, servicios y tecnologías (cuya desregulación crean fantasías de curación);

    ·         innovaciones e investigaciones inmaduras que saltan a los medios como solución a enfermedades (y que mejoran la reputación de investigadores y el valor de las acciones de las empresas, a costa de crear falsas esperanzas);

    ·         productos comerciales con presuntas propiedades terapéuticas (alimentación, vigorizantes, vitaminas, estética, higiene, dieta, etc.);

    ·         substancias, energías, métodos, dietas, revistas-divulgativas-milagro, etc… (que complementan lo anterior);

    ·         los profesionales y equipos médicos comienzan a hacer publicidad de su nivel de excelencia (en la pública por reputación, en la privada por los clientes);

    ·         también las profesiones y especializaciones dirimen a veces en la arena pública sus ambiciones, expectativas y vanidades;

    ·         los centros sanitarios y las redes hospitalarias empiezan a publicitarse, y hacen grupos para acción de influencia (lobby) en los decisores y para procurarse el favor de la opinión pública.

l) Este ruido y confusión de la sanidad con ánimo comercial o de ventaja al ganar notoriedad pública, amenaza con oscurecer el papel que han tenido tradicionalmente la santería, el chamanismo, la charlatanería, los videntes y las prácticas sectarias de corte mágico-mítico de todo tipo; en algunos casos ocuparían el papel que éstos productos de la superstición, la incultura y la desesperación han tenido en el pasado. En broma… no sería extraño que protestaran de tanto intrusismo de la sanidad convencional en su territorio de curas milagrosas indemostrables. El Observatorio de la OMC contra las Pseudo-ciencias, Pseudo-terapias, Intrusismo y Sectas Sanitarias, fue una pequeña puerta que se abrió para recibir denuncias, y por la que ha entrado una auténtica riada de demandas de pacientes, usuarios y ciudadanos contra el engaño contumaz vestido con ropaje sanitario.

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