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Dr. Juan Martínez:»La fábrica de pobres»

La fábrica de pobres trabaja a buen ritmo, gracias a la crisis, según reflexiona el doctor Juan Martínez en este artículo. Su consecuencia a medio plazo es ovia: aumento de las enfermedades infecciosas, carenciales y mentales, y el empeoramiento de la nutrición, entre otras. El autor hace un llamamiento a la necesaria «justicia social» para poder salir de dicha «fábrica»

 

Madrid, 3 de marzo 2014 (medicosypacientes.com)

«La fábrica de pobres»

Dr. Juan Martínez

Una situación típica de los últimos años podría ser ésta. María, de 38 años, con un hijo, trabaja en una empresa de limpieza y convive con su pareja. Poco después de su ruptura sentimental, su empresa fue privatizada (o «externalizada») y de modo unilateral le redujeron el salario neto desde los 1.100 a los 650 euros al mes. Su hijo ha comenzado a ir al colegio con una llave colgada al cuello de una cadenita y lleva bocadillos de pan con pan. Su madre, apurada económicamente y urgida por el banco acreedor, ante la perspectiva de un desahucio, ha empezado a trabajar en negro en limpieza doméstica, por horas.

Esta es una historia cualquiera, común y corriente, que ya ni es noticiable de puro repetida pues carece de novedad.

Tras la caída de la Unión Soviética, los países del área perdieron su referente social y sobre todo económico. La gran crisis económica del inmediato postcomunismo provocó entre otros, un aumento disparatado del alcoholismo, los suicidios, la obesidad (la población comía principalmente grasa en forma de salchicha) y la reaparición de plagas como la difteria, que llegó a tener carácter explosivo. La esperanza media de vida, en especial de los varones, decreció de modo alarmante.

En Cuba, por ejemplo, de un día para otro, se redujo drásticamente el consumo de proteínas de origen animal, sustituyéndose atropelladamente por alimentos como la soja. Los cubanos no sabían que hacer con ella, ni como tratarla, cocinarla, almacenarla… A las carencias proteicas y vitamínicas en la isla, junto con la acción de algún tóxico se atribuyó la gran epidemia de neuritis óptica y ceguera de los años 90.

En Grecia ha reaparecido la rabia animal. En España han aumentado un 11% los suicidios, según el INE. Está solo empezando la gran resaca de la postcrisis, que se ha llevado por delante la mitad del estado de bienestar.

La fábrica de pobres trabaja a buen ritmo. Su consecuencia a medio plazo es un aumento de las enfermedades infecciosas, carenciales y mentales, y una merma de la esperanza y calidad de vida por mal control de las enfermedades crónicas  y el empeoramiento de la nutrición.

Por mencionar un ejemplo real y reciente, la familia de Alcalá de Guadaira que murió intoxicada hace unos meses, recogía tapones para reciclar. Algunos de ellos contenían un precursor de fosfina, un potentísimo veneno. Rebuscar en la basura empieza a ser una actividad cotidianamente peligrosa.

De la fábrica de pobres solo se sale mejorando las condiciones económicas generales para que se vuelva a crear empleo y, sobre todo, en el momento presente, con apoyo social en forma de subsidios; sí, han oído bien, subsidios, rentas mínimas de inserción, apoyo a la infancia, bonos de comedor, becas para libros y todo eso que la derecha extrema, instalada en su cómodo sillón de orejas, califica de «sopa boba», pero que hoy puede ser el único plato que muchos pueden llevarse a la boca. La alternativa de «beneficencia» o caridad, con frecuencia es solo un acto de autocomplacencia para la galería, por lo que esta tarea debe ser ejercida plenamente por las instituciones públicas, como parte de lo que hace ya mucho tiempo se llamaba justicia social.

La fábrica de hacer pobres se ha completado muy a propósito con el cierre de organismos públicos de carácter social, el apagón de las funciones encomendadas clásicamente a las corporaciones locales y otras tropelías que, sin duda, provocarán protestas, por lo que hábilmente se ha pensado en promover reformas del código penal que limiten a la ciudadanía su derecho de manifestación. Por si acaso, también se pone un buen obstáculo en forma de tasa judicial, por si lo que pretende el ciudadano es reclamar en los tribunales. Si está todo pensado.

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