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Dr. Antonio Ares Camerino: “Curriculum Vitae”

El Dr. Antonio Ares Camerino, vicesecretario del Colegio de Médicos de la Provincia de Cádiz, hace un repaso, en este artículo de opinión publicado en Médicos y Pacientes, de estudios, sobre los méritos, cargos, premios, dominio de idiomas, habilidades, capacidades o experiencia laboral que ha desarrollado una persona a lo largo de la vida que contienen en un curriculum vitae.

“Aquella mañana, después de la habitual sesión clínica, se dirigió directamente a mí. Era la primera vez que lo hacía. Yo llevaba casi un año como R1 en el Servicio, y nunca había tenido el privilegio de que me dirigiera la palabra de manera directa el Jefe del Servicio, salvo los protocolarios buenos días de cortesía, cuando muy de mañana nos cruzábamos en los pases de sala.

-Sé de tu entrega y de tu buen hacer, de tus habilidades y disposición y del trato esmerado con que atiendes a los pacientes. ¿Te interesaría participar como investigador en un Ensayo Clínico? Mi respuesta fue rápida y concisa. -Pues claro que sí.

Con mi curriculum por estrenar, poder formar parte de un grupo de trabajo multicéntrico y avalado por la cúspide de sociedades científicas, me brindaba una oportunidad única de poder empezarlo por todo lo alto. Después vendrían algún que otro estudio de cohorte, transversal, caso control y revisión sistemática. Incluso me atreví, en solitario, con una “carta al director” en una revista de impacto. Toda una carrera curricular que me abría las puertas al hostil mundo de las publicaciones”.

Un curriculum vitae es una relación, más o menos abreviada, más o menos extensa, del conjunto de estudios, méritos, cargos, premios, dominio de idiomas, habilidades, capacidades o experiencia laboral que ha desarrollado una persona a lo largo de su vida, tanto en el ámbito laboral como en el estrictamente académico. Para entendernos es nuestra carta de presentación, en la que pretendemos poner de relieve nuestras bondades y nuestros valores. Por él se designan puestos de trabajo, se otorgan jefaturas y de dirimen premios de notable prestigio. Es una labor de años, y su valor intrínseco no se dirime por el número de sus caracteres ni por cuantas páginas tiene. La complejidad de poder resumir en unas pocas líneas toda la experiencia profesional ha llevado incluso a la Unión Europea a crear una aplicación, “Europass”, capaz de generar un curriculum “on line” para candidaturas de trabajo, educación, formación o voluntariado. La claridad y la concisión compiten con una historia completa y pormenorizada de méritos, que muchas veces son sólo detalles que aspiran a una meritocracia mal entendida.

Según la Unesco, en términos generales, se puede decir que en el mundo hay censados más de seis millones de científicos e investigadores. Estos publican más de dos millones de artículos cada año, en alrededor de casi 30.000 o 40.000 revistas internacionales, en inglés la mayoría. La industria editorial maneja cifras astronómicas que la sitúan entre las más lucrativas, por cuantía, entre el mundo del cine y el de la música. Todo un negocio muy lucrativo que juega con las ansias de progreso profesional y académico de millones de profesionales.

Hace años publicar un artículo en una revista médica de prestigio estaba sólo supeditado al valor intrínseco y novedoso de lo que el estudio aportaba, a su diseño, a su rigor científico, a la ausencia de conflictos de intereses, al diseño metodológico, a la experiencia y valía profesional de los impulsores y realizadores del mismo. Los Comités Editoriales de las más prestigiosas revistas médicas, casi siempre de la órbita anglosajona, llevaban su rigor a gala como seña de identidad. Poder formar parte del grupo de los elegidos que publicaban en las revistas “top ten”, se convertía en una meta casi inalcanzable para los aguerridos investigadores que compatibilizaban su vena investigadora con una labor asistencial de trinchera. Lo del valor de impacto no sólo era un asunto cuantitativo, sino que, desde el punto de vista cualitativo, sólo con decir el nombre de la publicación, no hacía falta un dato numérico de su capacidad de generar conocimiento. Ahora todo es diferente. Es muy excepcional que se rechacen “comunicaciones o poster” en congresos médicos, práctica muy habitual no hace muchos años, cuando el comité científico del evento hacía una purga que llevaba a rechazar un porcentaje importante de los trabajos presentados. La aceptación de ahora, algunas veces sin rigor, idoneidad o pertinencia, conlleva a garantizar cuando menos algún que otro inscrito al evento científico al que se presentó. Si antes había revistas de prestigio que abonaban las publicaciones de nivel, ahora puede que haya que pagar entre 3.000 o 5.000 dólares por ver tu trabajo en letra impresa, aunque sólo sea digital. El impacto de una revista se mide, única y exclusivamente, por el número de veces que es citada en otros artículos. El asunto se convierte en una espiral de publicaciones y citaciones sin fin.

Cada vez se descubren más casos de grupos de trabajo, líneas de investigación e indicadores y clasificaciones que hacen poner en duda la consistencia de los resultados. El ranking de las mejores Universidades del mundo se basa, casi exclusivamente, en el número de publicaciones realizadas por sus grupos de investigación. Ello ha llevado a que, sin ningún pudor, algunas universidades mediocres y sin méritos contrastados atraigan con dinero a científicos para que declaren que sus investigaciones se realizaron bajo en amparo de esa institución académica. Ya no es que el dinero sirva para iniciar líneas de investigación punteras, es que se utiliza para enaltecer a instituciones académicas mediocres que desean despuntar a cualquier precio. Por ello la prestigiosa Lista Internacional de Científicos Más Citados ha expulsado a más de 1.000 por presunto fraude. Hace poco se publicó que un científico español (tecnólogo en alimentación) publicaba 176 artículos científicos al año, seguido en el ranking de un ecólogo que alcanzó la cifra de 112 artículos anuales.

Estudios realizados en nuestro país confirman que casi 3 de cada 4 profesionales de la medicina consultan preferentemente revistas médicas de su especialidad, la mayoría en español y a través de una búsqueda digital.

Publicar o morir es la meta para miles de científicos. India y Arabia Saudí se han convertido en la Meca de la carrera por las publicaciones científicas.

Por suerte en Ciencias de la Salud, o por lo menos eso presuponemos, no existe esa fiebre de publicar por publicar. Aunque no estaría de más hacer una reflexión sobre la importancia de lo cualitativo sobre lo cuantitativo. No sólo existen los datos numéricos, no todo puede ser cuantificable. La calidad asistencial, la perfecta relación médico paciente, el saber distinguir a la persona enferma de la enfermedad en sí, nos sitúan en un equilibrio inestable entre las ciencias y las humanidades, difícil muchas veces de plasmar en un simple artículo científico.

BIBLIOGRAFÍA

https://europa.eu/europass/es

“Dinero”. Rosa Montero. El País Semanal. Domingo 24 de diciembre 2023.

https://elpais.com/ciencia/2023-06-03/un-cientifico-que-publica-un-estudio-cada-dos-dias-muestra-el-lado-mas-oscuro-de-la-ciencia.html

https://www.elsevier.es/es-revista-atencion-primaria-27-articulo-que-revistas-medicas-espanolas-leen-S0212656711000576#:~:text=Los%20m%C3%A9dicos%20consultan%20informaci%C3%B3n%

* Las tribunas y artículos publicados en medicosypacientes.com no representan posturas o posicionamientos oficiales del CGCOM
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