El Colegio Oficial de Médicos de Huesca condena la agresión que han sufrido una doctora y una enfermera en el Centro de Salud de Jaca, que considera inadmisible y para la que reclama que el peso de la justicia caiga contra la persona violenta que ha vulnerado con violencia un espacio destinado exclusivamente a mejorar la vida de las personas.
Anima la entidad colegial a los profesionales de la salud a denunciar todo tipo de amenazas o agresiones físicas, verbales o psicológicas en el contexto de su trabajo. Considera que el silencio o el encubrimiento pasivo no garantiza más que una escalada en la actitud de los violentos.
Las circunstancias de la agresión en Jaca se repiten recurrentemente en otros centros como consecuencia de una degeneración de la convivencia por la vía de la utilización de los profesionales sanitarios como diana de las frustraciones que provoca el sistema. Tal y como señalaba la Organización Médica Colegial con motivo del Día Europeo contra Agresiones a Médicos y Profesionales Sanitarios, frente a un 16 % de agresiones “estructurales”, que no obedecen a cuestiones asistenciales, un 72 % tiene su origen en el tiempo en ser atendido y un 28 % en un funcionamiento incorrecto del centro al entender del agresor.
Los violentos utilizan estas vías conductuales con el pretexto de la atención médica (58 %), las discrepancias personales (11,4 %) y la disconformidad con las pretensiones del paciente (12,7 %). De hecho, en el caso de Jaca el agresor reclamaba por la fuerza material ortésico y medicamentos.
Respuesta coordinada
El Colegio Oficial de Médicos de Huesca, que agradece los buenos oficios de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, demanda respuestas desde la administración.
Pero incide fundamentalmente en la responsabilidad crucial del propio colectivo médico para, a través de la sensibilización, la prevención y la respuesta firme a estos casos, revertir una tendencia inquietante.
El Colegio de Médicos de Huesca invita a los profesionales a las denuncias y comunicaciones de las agresiones sufridas para que la ruta común y el conocimiento de las conductas que las causan contribuyan a minimizar hasta su extinción una lacra que no remite.
Y, a su vez, como último y fundamental eslabón, requiere una reflexión colectiva de la ciudadanía, a la que pide por un lado colaboración para detener las agresiones y, por otro, que aplique la regla de la racionalidad para no dejarse llevar por los impulsos ante cualquier contrariedad que nunca es consecuencia de un mal desempeño profesional, sino de las propias flaquezas de un sistema que no da respuesta eficaz ni eficiente a las demandas de los pacientes ni de los sanitarios.
