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Pte. Colegio Médicos de Álava, Dr. Kepa Urigoitia: “Unidades de Gestión Clínica”

El cambio organizativo que suponen las Unidades de Gestión Clínica, desde el punto de vista del Dr. Urigoitia representa tanto una oportunidad como una amenaza para los médicos. “La oportunidad de alcanzar una verdadera autonomía en la asistencia pública, y la amenaza que reside en que los políticos se escuden en nuestra autoridad científica y clínica para legitimar ante la opinión pública una política de recortes”

 

Vitoria, 10 de junio 2015 (medicosypacientes.com)

“Unidades de gestión clínica”

Dr. Kepa Urigoitia, presidente del Colegio de Médicos de Álava. Artículo publicado en el nº 21 de la “Revista ICOMA”

La crisis y los recortes han vuelto a poner en valor la figura de los profesionales sanitarios en general y la de los médicos en particular. Nuestro protagonismo dentro del sistema sanitario ha pasado de ser una frase hecha en boca de políticos y administradores a cobrar su verdadera importancia para éstos, y no sólo en el terreno asistencial, que siempre la ha tenido, sino también en el de su gestión.

A lo largo del tiempo, una de las grandes preocupaciones de los gestores sanitarios ha sido el control del continuo incremento del gasto. Ya en 1991, el entonces presidente del Gobierno, Felipe González, encargó a Fernando Abril Martorell – exvicepresidente de Adolfo Suárez- la elaboración de un informe que analizara la situación y propusiera las claves para la sostenibilidad del Sistema. La polvareda que levantó su propuesta de copagos hizo que se guardara prudentemente en un cajón, aunque algunas de sus recomendaciones vieron la luz.

El conocido desde entonces como Informe Abril recomendaba, entre otras cosas, una organización y una gestión de la sanidad más empresarial, que pusiera especial cuidado en la eficiencia y ya aconsejaba promover la participación responsable del personal médico en la gestión. Hemos asistido desde entonces a la evolución de las dos primeras y hemos sido testigos de los diferentes intentos de adentrarse en la tercera con mayor o menor intensidad.

El transcurrir del tiempo ha dejado patente que la gestión empresarial clásica, en la que el jefe manda y todos obedecen a ciegas, no es la más adecuada para la sanidad. Para conseguir avanzar en el camino de la calidad y la eficiencia se precisa la colaboración de todos los agentes que intervienen en el proceso: médicos y demás profesionales sanitarios y pacientes. Y así como la colaboración de los últimos en cuanto al correcto uso del sistema pasa por la correspondiente educación sanitaria, para conseguir el compromiso de los primeros es preciso hacerles partícipes de la gestión con el traspaso de la correspondiente autonomía.

Este traspaso de la gestión, que centra la organización en el paciente como eje principal del nuevo modelo y tiene como principio fundamental el proceso asistencial, supone añadir a la responsabilidad asistencial de los profesionales sanitarios la responsabilidad de su gestión económica y es la que está en la esencia de la puesta en marcha de las unidades de gestión clínica.

Y en este caso, como en todos los órdenes de la vida, no se puede pretender una colaboración responsable de los agentes implicados si, además de facilitar una información pormenorizada y una participación en su elaboración, no se trabajan en profundidad dos aspectos imprescindibles: motivación e incentivación.

En nuestra Comunidad Autónoma, en 1993 vio la luz el documento “Osasuna Zainduz ? Estrategias de cambio para la Sanidad Vasca” y en una de ellas ya se hacía referencia a la imprescindible implicación del personal sanitario en la gestión de recursos si se quiere fomentar una política de calidad y corregir el incremento del gasto, entendiendo para ello que las unidades clínicas deben gozar de autonomía para ejecutar sus presupuestos.

Sin embargo, los que vivimos esa época somos testigos del fracaso que cosechó el intento de su puesta en marcha en los hospitales de Osakidetza por haber obviado los dos mencionados aspectos.

Para los médicos el cambio organizativo que suponen las Unidades de Gestión Clínica es tanto una oportunidad como una amenaza. La oportunidad de alcanzar una verdadera autonomía en la asistencia pública, asumiendo la responsabilidad de la calidad y la eficiencia -lo que debe ser sinónimo de trabajo más gratificante- y la amenaza que reside en que los políticos se escuden en nuestra autoridad científica y clínica para legitimar ante la opinión pública una política de recortes.

Que sea una cosa u otra dependerá de nosotros mismos.

 


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