El insomnio conceptualmente es una enfermedad detrás de la cual siempre existe un problema, sea de naturaleza psíquica, física, neurológica o psiquiátrica. No obstante, los trastornos del sueño pueden obedecer a una cierta patología o ser resultado de múltiples causas banales o circunstanciales, como un viaje transoceánico, o haber roto el ritmo de sueño por cualquier circunstancia (la siesta, por ejemplo). Hay patologías médicas que pueden contribuir también a alterar los ritmos del sueño (problemas tiroideos, insuficiencias respiratorias, cardiopatías?)
Madrid, 4 de abril 2009 (medicosypacientes.com)
- ¿Con cuántas noches o con qué frecuencia podemos decir que tenemos insomnio?
- Si creemos tener insomnio, ¿a qué médico nos debemos de dirigir: neurólogo o psiquiatra?
- ¿Cómo actúan los somníferos sobre el organismo?
- ¿En qué casos se recomienda tomar esta medicación?
- ¿Este tipo de tratamientos pueden crear adicción?
- En algunos hospitales existen unidades del sueño, ¿cuál es su función? y ¿cómo tratan el insomnio?
- ¿Hasta cuánto tiempo puede nuestro organismo estar en vigilia?
- ¿El ejercicio ayuda a conciliar el sueño?
- ¿Cuántas horas necesita el organismo para descansar?
- ¿Cómo actúa el sueño sobre nuestro organismo? ¿Por qué es necesario dormir?
- El café de por las mañanas ¿nos puede desvelar?
- ¿Qué alimentos nos pueden desvelar?
- ¿El té tiene menos cafeína que el café?
- ¿Qué rituales podemos hacer antes de ir a la cama para que nos ayuden a conciliar el sueño?
- ¿El insomnio puede aparecer a cualquier edad?
- ¿Un vaso de leche caliente junto a un somnífero ayuda a aumentar su acción?
Es importante diferenciar los trastornos del sueño del insomnio en sí. El insomnio es una modalidad de trastorno del sueño. Las dos formas más frecuentes son la dificultad para empezar a dormir o el despertarse varias veces durante la noche, generando un sueño fragmentado y poco reparador, lo cual nos hace despertarnos cansados por la mañana y dificultar el desarrollo de nuestra vida normal. La cronificación de cualquiera de estas circunstancias puede considerarse una forma común de insomnio que requiere ayuda médica.
El insomnio como problema común de la población (téngase en cuenta que en algunas sociedades los somníferos son de los fármacos más prescritos) en múltiples ocasiones requiere ayuda médica, en cuyo caso siempre deben consultar al médico de cabecera que es quien debe identificar la causa del insomnio. Si esta causa se debe a un problema de higiene del sueño, el médico de cabecera está capacitado para aconsejar al enfermo en el restablecimiento de una normalización de los ritmos sueño-vigilia. Si la causa del insomnio es de otra naturaleza, es cuando en muchas ocasiones se requiere la participación del psiquiatra, neurólogo o de otros especialistas en función de la patología subyacente.
El tratamiento de los problemas de sueño siempre debe empezar por la normalización fisiológica de los ritmos sueño-vigilia mediante una adecuada higiene de sueño, evitando tomar sustancias excitantes en las últimas horas del día que interfieran con los mecanismos del sueño, puesto que en el 30-40% de los casos los problemas de insomnio común son el resultado de una mala higiene de sueño, ruptura de ritmos circadianos (viajes transoceánicos, cambios de turnos de noche) o consumo de sustancias excitantes como café o colas). La utilización de somníferos o hipnóticos debe dejarse siempre como la última opción puesto que con simples medidas de higiene y normalización de hábitos cotidianos se pueden resolver muchos problemas de insomnio. Los hipnóticos y sedantes actúan sobre los circuitos de alerta y sueño-vigilia de nuestro cerebro, disminuyendo nuestra capacidad somatosensorial, al tiempo que inducen un estado de somnolencia y sedación neuromuscular que nos aboca al estado de sueño.
Los hipnóticos deben utilizarse cuando hayan fracasado todas las otras medidas de higiene de sueño y normalización de hábitos personales o cuando el estado de sueño se asocia a un problema psiquiátrico como la ansiedad, depresión, trastornos psicóticos u otro tipo de problema neuropsiquiátrico.
Los principales hipnóticos del mercado pertenecen a la familia de las benzodiacepinas, que son adictivas por naturaleza, disminuyen nuestro poder de concentración, pueden crónicamente inducir a un deterioro de la memoria, alteran la coordinación psicomotriz y deben usarse con exquisito cuidado sobre todo en ancianos o en personas que deban manejar máquinas que requieran un alto nivel de concentración (conductores, aviadores?). También hay modalidades farmacéuticas, no benzodiacepínicas que se utilizan como inductores del sueño.
Las unidades de sueño persiguen en primer lugar, un diagnóstico correcto de la causa del insomnio. También se utilizan para evaluar las apneas del sueño, y finalmente tratan el insomnio desde una perspectiva multifactorial en función del diagnóstico.
Nuestro cerebro está programado para responder armónicamente a los ciclos sueño-vigilia. La ruptura artificial de estos biorritmos puede acarrear graves consecuencias a nuestras funciones cerebrales causando trastornos de conducta, déficits de atención y memoria, trastornos de personalidad, en ocasiones psicosis y en circunstancias extremas podría llegar a provocar epilepsia y otros trastornos graves del cerebro. En condiciones experimentales nuestro cerebro podría estar varios días en situación de vigilia pero esto es antifisiológico y acabaría alterando de forma irremediable el equilibrio de las funciones superiores del sistema nervioso central.
El ejercicio induce un alto consumo energético, y el agotamiento físico es un inductor natural de un estado de somnolencia, que en condiciones fisiológicas puede ayudar a conciliar el sueño.
Nuestro organismo, a lo largo de la vida, requiere un número de horas de sueño que es máximo en niños (que necesitan hasta 10-12 horas de sueño) y mínimo en ancianos que con 5-6 horas podría ser suficiente para ellos. Como norma estándar, el promedio de horas necesarias para nuestro cerebro oscila entre 7 y 9; no obstante, hay personas constitucionalmente poco dormidoras a las que les bastan pocas horas de sueño para vivir con normalidad y hay personas muy dormidoras que requieren muchas horas de sueño para que su organismo funcione adecuadamente. Estos patrones responden habitualmente a perfiles heredo-biológicos.
Los mecanismos del sueño representan la base sobre la cual nuestro cerebro procesa y consolida la información acumulada a lo largo del tiempo de vigilia. El sueño es fundamental, por ejemplo, para la consolidación de la memoria y para la homeostasis de funciones endocrino-metabólicas y restauración funcional después del consumo físico y metabólico que ocurre en horas de vigilia. Todos estos procesos ocurren de forma armónica y secuencial durante las fases no-REM y REM.
Hay personas que son intolerantes al café, a las cuales les suele causar desde taquicardias, agitación, nerviosismo e insomnio; en cambio, hay personas para las cuales una bebida excitante por la mañana es fundamental para mejorar las condiciones de alerta y vigilia, sin que ello perjudique al sueño. La toma de café por las mañanas es especialmente útil en personas hipotensas, con baja presión arterial. También debe tenerse en cuenta que el café, en determinadas personas susceptibles, puede causar molestias gastrointestinales, trastornos de la motilidad intestinal y en dosis excesivas produce nerviosismo, temblor e irritabilidad. En cualquier circunstancia, como norma, no debiera consumirse café a partir de las cinco o seis de la tarde por personas especialmente vulnerables al insomnio, o que habitualmente tiene trastornos del sueño. También existen personas a las cuales el café no parece afectarles por la noche, pero como norma debe evitarse su consumo a partir de media tarde.
Hay multitud de alimentos que contienen sustancias excitantes que pueden alterar el ritmo sueño-vigilia. A parte del café, las sustancias de consumo habitual que pueden contribuir al insomnio son el chocolate, el té, cualquier bebida con cafeína o teína y diversos alimentos que alteran el equilibrio gastro-intestinal. Por ejemplo, las comidas copiosas que aumentan la fermentación y provocan gases pueden causar en una primera fase somnolencia pero luego la formación de gases altera el sueño por incomodidad intestinal. El alcohol, en una primera fase puede provocar un leve estado de excitabilidad, y en una fase posterior causar somnolencia y sopor.
Tanto el té como el café o cualquier producto que contenga cafeína o teína son potencialmente disruptivos para el sueño, pero esto siempre depende de las características idiosincráticas de cada individuo y de diversos factores genéticos y metabólicos. Tanto el efecto de la teína como de la cafeína, independientemente del vehículo que los contenga, desplegarán su acción excitante también en función del estado psicológico y emocional de las personas. De tal manera que en determinadas circunstancias, cuando se está preocupado, tenso, disgustado o sometido a estrés, la acción de la cafeína y la teína, en cualquiera de sus modalidades, contribuirá de forma mucho más eficaz a alterar los mecanismos del sueño.
Pasear después de cenar o realizar un ejercicio moderado para facilitar la digestión puede ayudarnos a conciliar mejor el sueño. Los baños en agua tibia o caliente también ayudan a inducir somnolencia mediante un mecanismo asociado a la vasodilatación sistémica que causa hipotensión y, consecuentemente, somnolencia. Existen múltiples rituales, como la lectura o la música relajante, que en algunas personas también ayudan a conciliar el sueño con más facilidad; pero todos estos ritos dependen de las características y el perfil psicológico de cada cual, sobre los cuales no se pueden establecer reglas de utilidad común para todos.
Sí, el insomnio puede aparecer a cualquier edad, pero tiende a ser más común a medida que envejecemos.
Dependiendo de las características químicas y farmacológicas del hipnótico-sedante, varía su tiempo de acción. Al mismo tiempo, la ocupación o no del estómago con líquidos o alimentos puede alterar la metabolización y el efecto del somnífero. Igualmente, la administración conjunta de otros medicamentos puede modificar el efecto de cualquier fármaco, incluidos los somníferos; por lo tanto, siempre debe tenerse en cuenta el perfil farmacológico de la sustancia que se ingiere a la hora de valorar el beneficio o perjuicio que puede causar su administración con determinados tipos de alimentos, líquidos u otros fármacos.