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Patentar los genes es uno de los mayores desafíos que tiene que afrontar la ética médica

El doctor Mariano Casado, vocal de la Comisión Central de Deontología Médica, ha hecho una valoración para «MedicosyPacientes» sobre el contenido de la reciente sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea que establece que «la utilización de embriones humanos con fines de investigación científica no es patentable». Para este experto, uno de los mayores desafíos al que se enfrenta la ética es precisamente el relacionado con las patentes de genes

Madrid, 20 de octubre 2011 (medicosypacientes.com)

El doctor Mariano Casado, vocal de la Comisión Central de Deontología Médica, ha hecho una valoración para «MedicosyPacientes» sobre el contenido de la reciente sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, según la cual, «la utilización de embriones humanos con fines terapéuticos o de diagnóstico que se aplica y que es útil al embrión puede ser objeto de patente, pero su utilización con fines de investigación científica no es patentable». Al respecto, el doctor Casado reflexiona sobre uno de los mayores desafíos al que se enfrenta la ética como es, precisamente, el relacionado con las patentes de genes.

«Patentar los genes es uno de los mayores desafíos que tiene que afrontar la ética médica»

Está fuera de toda duda que tanto las técnicas de biotecnología como las de manipulación genética han supuesto uno de los descubrimientos por excelencia dentro de la historia de la ciencia, es decir crear nuevas formas de vida invadiendo las fronteras de la propia naturaleza, cuestión que resulta realmente apasionante, pero a la vez genera un verdadero ?escozor? ético.

Cuando hablamos de cuestiones genéticas no puede reducirse al campo de la pura biología, debe considerarse como cuestión de interés general, por ello, el tema, se introduce de lleno en el campo de la ética, el derecho, la política, la filosofía?

Es evidente que los usos potenciales tanto de la técnica como de los hallazgos genéticos pueden ser infinitos. Lo primero que debe respetar cualquier científico es la dignidad humana y para ello todas las legislaciones se han puesto en marcha marcando el comportamiento a seguir inspirándose en normas éticas y morales. No todo está escrito en los genes, pues reducir al hombre al conjunto de células (biologismo) como determinante de su trayectoria histórica es anular o en muchos casos empobrecer el concepto de lo humano, situándolo al puro nivel de la zoología, como algo acabado y como algo que se va haciendo paulatinamente a través de su crecimiento personal e histórico.

Es realidad como los avances de la medicina derivados de la investigación genética han invadido el campo de la medicina reproductiva, lo cual genera varias cuestiones.

La primera de ellas es la que plantea el propio proceso de la generación de la vida como el de un nuevo ser humano. Estos extremos ya fueron puntualizados y definidos por las observaciones de la propia embriología descriptiva y experimental aunque posteriormente los descubrimientos de la genética nos demostraron claramente que la vida de un nuevo individuo se inicia con la unión de dos células altamente especializadas; el espermatozoide y el óvulo, dando origen a una nueva célula: el cigoto, el cual contiene un nuevo código genético de 46 cromosomas. Se origina de este modo un conjunto individual y único, con el que comienza la vida de un nuevo organismo de la especie humana, o, lo que es lo mismo, un nuevo individuo o ser humano. Este concepto es que se plasma en nuestro Código de Deontología, cuando se indica que ?el ser humano es un fin en sí mismo en todas las fases del ciclo biológico, desde la concepción hasta la muerte?.

Con respecto a la comercialización de la vida y la patentación de los genes, es un tema que entra de lleno en el mundo de la genética y la economía, lo cual es uno de los desafío mayores que tiene que afrontar la ética médica. Los problemas relativos a las patentes comerciales sobre la materia viva son bien conocidos y no hace falta mucha argumentación intelectual, basta solo con la experiencia y observación para concluir que el factor económico se ha convertido en la gran panacea que lo va devorando todo a su paso, por ello se puede dudar mucho que la regulación ética o jurídica surta efectos cuando lo económico se asoma a cualquier situación. La patentabilidad de los genes es una cuestión que divide a los científicos en dos grandes grupos. Por un lado los que argumentan que el gen humano no se puede patentar por ser patrimonio de la humanidad y los que están a favor de las patentes como forma de potenciar e incentivar la investigación, lo que como bien decía el profesor Grisolía, ?estas cuestiones demandan, con urgencia, la configuración legal o jurisprudencial, de un nuevo concepto que compagine la justa retribución del inventor y el interés de la sociedad en general por la divulgación del descubrimiento?. Para que algo sea patentable, tres son los requisitos necesarios: novedoso, útil y que suponga una invención como tal. Aquí es donde se plantea el problema; si los hallazgos técnicos de la genética, son realmente novedosos o suponen una invención cierta.

Ante este panorama, el problema quien lo plantea es la economía agresiva y feroz, que lo único que persigue es el beneficio económico y ante este nada ni nadie se detiene. Por ello las tecnociencias deben ofrecer algo de luz ante este panorama, manteniendo que el secreto de la vida contenido en el ADN, es algo que pertenece al hombre como tal y que debe asumirse como ?patrimonio universal de la humanidad?, de ahí que no sea posible la patentización del mismo. En este sentido la propia Declaración Universal sobre el Genoma Humano establece no solo el carácter universal de este, sino que en su estado natural ?el genoma no puede dar lugar a ganancias financieras? y que en consecuencia los beneficios de la investigación deben ser para todos?, por tanto el mero conocimiento de un gen o las secuencias parciales en su estado natural no pueden ser objeto de patente.

Patentar, pues, la vida ni debe ser ni se debe tratar de cualquier manera. Ciertamente es el dilema ético por excelencia y donde los puntos de encuentro no se dan, son muchos los valores en juego (éticos, políticos, económicos, científicos, sociales) por lo que hace casi imposible un punto de encuentro, aunque la inclinación de la balanza es clara: por la ética y por la investigación, o dicho de otra manera, por la investigación ética. Sea como fuere, una cosa si es clara éticamente, e incluso desde el sentir ordinario del ciudadano de a pie, que el cuidado de la vida, la justicia y el bien común está por encima de intereses económicos por muy incentivantes que sean. Este mismo sentir manifiesta nuestro Código cuando indica que ?el médico ha de tener presente que no todo lo que es técnicamente factible es éticamente aceptable? .

Mariano Casado, vocal de la Comisión Central de Deontología MédicaEl texto íntegro de la sentencia del Tribunal de Justicia de la U.E. se puede consultar a pie de página

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