La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha publicado un estudio sobre el despilfarro en medicamentos nuevos, donde ha cifrado en 70 millones de euros el ahorro que podría suponer para la factura farmacéutica elegir el tratamiento estándar en solo 4 patologías en lugar de algunas de las últimas novedades farmacológicas
“A modo de ejemplo estos 70 millones equivalen al gasto medio en cuidados dentales de los hogares de La Rioja”, destaca la organización en el estudio, que no pretende afirmar que el tratamiento más barato sea siempre la mejor opción, sino que es necesario que se prescriban como primera opción aquellos medicamentos con eficacia probada y un coste más eficiente.
Concretamente, se ha analizado el impacto que tiene el consumo de nueve medicamentos para el tratamiento de cuatro patologías distintas (reflujo o acidez, hipertensión, colesterol alto y depresión).
En algunas de ellas, advierten, “el precio de los medicamentos nuevos es hasta 9 veces superior al del tratamiento estándar, sin embargo la evidencia científica respalda que la efectividad del nuevo medicamento no es superior a la que consiguen los medicamentos que se utilizan de forma habitual”.
Para sus cálculos, OCU ha utilizado las cifras de ventas anuales de 9 fármacos, en unas presentaciones equivalentes. Los datos corresponden a 2014 y provienen de todas las oficinas de farmacia españolas. De esos datos se desprende que sería posible ahorrar más de 70 millones de euros, si se hubiera prescrito solo el medicamento estándar frente a los nuevos fármacos mucho más caros y que no aportan más eficacia.
Principales Conclusiones
La OCU señala como primer culpable al modelo actual de innovación médica que “permite que la industria farmacéutica, partiendo de fármacos que funcionan bien y tienen un precio moderado, modifique las moléculas ligeramente o combine varias de las que ya existen para sacar nuevos medicamentos al mercado a precios más altos”.
“Las supuestas ventajas son publicitadas con fuerza dando lugar a que se sustituyan los anteriores medicamentos por otros más caros pero no más eficaces ni más seguros. Es más, estos medicamentos nuevos pueden tener efectos adversos a largo plazo que en el momento de su lanzamiento se desconocen”, destacan.
El segundo lugar, culpa a la legislación europea que, a su juicio, permite esta situación, “puesto que se muestra ineficaz al impedir que el mercado se inunde de medicamentos nuevos de escaso valor terapéutico”.
“La industria opta, así, por lo que le resulta más rentable: modificaciones superfluas de moléculas que ya existen, sobre todo de las más consumidas, como las que se usan para los tratamientos más largos y por tanto más rentables”, añade, argumentando que “un riguroso análisis de todos los medicamentos nuevos aparecidos en Francia entre 2000 y 2013, concluía que el 52% no aporta nada nuevo, o sea, nada que no ofrezcan los tratamientos que ya llevan tiempo en el mercado”.
En conclusión, la organización apuesta por que el dinero que podría ahorrase sea destinado a investigar para paliar enfermedades que aún no tienen cura; y en cuanto a la legislación, por mayor transparencia en las relaciones entre la industria farmacéutica y los gobiernos de forma que “se garantice la independencia de quienes toman las decisiones de financiación de medicamentos a cargo de los presupuestos públicos”.
Por ello, afirma que continuará trabajando para fomentar un debate público sobre estas cuestiones, ya que “el modelo de innovación debería modificarse para ayudar a que surjan productos farmacéuticos realmente necesarios a precios asequibles para el sistema público de salud, necesidad que pone de manifiesto el reciente caso de los tratamientos para la hepatitis C”.