La Dra. María del Mar de Luna, médico cirujano que trabaja en el equipo médico de la plaza de toros de la Malagueta (Málaga), siguiendo los pasos de su abuelo y de su padre, que también ejercieron en la enfermería de esta plaza, ha pronunciado el VII Pregón Taurino del Colegio de Médicos de Málaga, en el que ha homenajeado la fiesta de los toros y el trabajo de los cirujanos en las plazas
Málaga, 3 de julio de 2013 (medicosypacientes.com)
El acto se celebró en el salón de actos del Colegio de Médicos de Málaga, organizado por el vicepresidente de cultura, Dr. Pedro Navarro, y la pregonera fue presentada por el Dr. Francisco Miralles Linares, Médico Internista, director médico del Hospital Parque de San Antonio.
Como si de tomar la “alternativa” se tratase, la Dra. De Luna, inició su pregón con un “va por ti, maestro”, refiriéndose a su padre, el Dr. Juan Pedro de Luna Ximénez de Enciso que durante muchos años ejerció como médico cirujano en la Plaza de Toros de la Malagueta, y donde la Dra Mª del Mar, que le acompañaba desde pequeña a su trabajo, fraguó “el deseo de conocer, curar y ejercer la cirugía”.
Cuanta la Dra. Luna en su pregón como percibía, “a través del ventanuco de aquel quirófano de la plaza”, el trabajo del equipo médico interviniendo a los toreros y “no podía imaginar que en mí algo se estaba puliendo poco a poco, tarde tras tarde: una vocación, que me hacia seguir los pasos de mi progenitor”.
Recuerda, esa primera visión en un quirófano un 3 de junio de 1990 cuando a Cristóbal Caballero lo llevaron a la enfermería con un “veretazo” en la región sacra y varias contusiones y, dos semanas después, a José Ortega Cano, con una herida en la ceja izquierda y en la región submentoniana, mientras ella “miraba, observaba, aprendía…hasta terminar siendo lo que soy, una pieza más de este mundo taurino” al que está vinculada “desde siempre y para siempre”.
Además de formar parte del equipo médico de la Plaza de Toros de la Malagueta, ejerce como médico cirujano en el Hospital de Pozoblanco, población donde murió Paquirri, como si el mundo taurino la envolviese, según ella misma comentaba.
En su pregón, recordó el fatal accidente que sufrió en el año 93 cuando, estando en el ecuador de la carrera de medicina, fue “embestida” por un vehículo en las proximidades de su casa, quedando en estado de coma. Relató cómo, cuando despertó del coma, fue el recuerdo de la entereza de los grandes toreros para seguir adelante tras graves cogidas, lo que le dio fuerzas para afrontar su recuperación. “Al igual que ellos lograron volver a pisar el albero, yo tenía que conseguir pisar mi propia arena”, que consiguió ?dijo- gracias al apoyo incondicional de su familia.
Desde el respeto y admiración a la fiesta de los toros, que considera una “fiesta, una cultura, un símbolo de identidad española en el mundo”, vive los toros desde la perspectiva de su condición de cirujano, pero observando cada gesta y sin dejar de olvidar que “la vida y la muerte están presentes en cualquier instante” y “donde la cornada más importante siempre será la que nunca se lleve a cabo”.
En su pregón, dedicó un reconocimiento a la mujer torera, que, además de “lidiar con el astado, ha tenido que lidiar con contratiempos, con patrones, con empresarios, periodistas y apoderados, incluso con sus propios compañeros” y “superar esos muros tan altos que tienen las plazas”. Recordó a la primera mujer torera Nicolasa Escamilla, “La Pajuela”, inmortalizada por Goya; a la rejoneadora Conchita Citron y a las más recientes toreras Cristina Sánchez, Juanita Cruz y su paisana Maria Paz Vega, que “sufrió en sus propias carnes lo que es una cornada con varias trayectorias” y que ha alternado con toreros como Tomás Campuzano o Luis Miguel Encabo.
Tras poner de manifiesto el escaso papel de la mujer en el mundo del toro “no por falta de valores sino por las trabas encontradas en la sociedad”, opinó que el “toro es igual para todos, sin distinción alguna y con el mismo peligro tanto para los hombres como para las mujeres porque “esto de torear no es quien tiene más fuerza física, sino demostrar inteligencia y habilidad en el engañoso quite al toro, cada cual con su propia técnica”, por lo que animó a seguir adelante a las que están comenzando en esta profesión.
Parte de su pregón, lo dedicó también a la defensa de la fiesta taurina y al legado cultural que representa el toro, desde las pinturas prehistóricas grabadas en Cantabria hace 15.000 años, hasta la actualidad. “La demostración más convincente de la vitalidad de la fiesta de los toros ?dijo- es, no solamente su supervivencia a través de tanto tiempo, tantos gustos y tantas costumbres diferentes, sino su triunfo de todas sus persecuciones, diatribas y prohibiciones con que se ha acosado y agobiado, llegando a ser hasta arma arrojadiza en la política actual”.
Desde el conocimiento que le proporcionó realizar su tesis doctoral sobre la medicina en el mundo del toro en la que se evidencia la “sobrecogedora lucha entre el toro y el hombre hasta vencer o morir”, relató que, desde 1697, la cifra de toreros que han perdido la vida como consecuencia de cornadas en todo el mundo asciende a 459, muertes que se acrecentaron a primeros del siglo pasado por el aumento de lidias y que disminuyeron a partir de los años 50, en parte, por las mejoras de medios de asistencia en las enfermerías, en especial a partir de los años 60 y 70, cuando se introdujo material quirúrgico como la anestesia y se iniciaron las transfusiones en las enfermerías de las plazas de toros.
Señaló que, aunque se ha venido especulando mucho sobre el riesgo de la fiesta, el número de cornadas se mantiene invariable en relación a épocas pasadas y que “el mayor número de muertes de profesionales taurinos ha sido consecuencia del estado de irreparabilidad de las lesiones o del momento histórico de desarrollo de la Cirugía, la Anestesia, la Antibioticoterapia o la Hemoterapia” y “otras se deben y no pocas, a las deficiencias materiales o personales de las Enfermerías o a traslados improcedentes a consecuencia de los mismos”, aunque consideró que actualmente “es difícil pensar en una Cirugía Taurina con medios insuficientes”.
La Dra. De Luna hizo un alegato sobre el “valor y la destreza del torero”. “El concepto del riesgo, del miedo, el afrontar el peligro con elegancia y la muerte con gallardía, podrá no ser recomendable desde un punto de vista moral riguroso, pero constituyen la esencia de la fiesta” y añadió que la “inteligencia, habilidad y destreza que caracteriza los lances del diestro en la plaza, son características de lo más noble que el ser humano posee”, por lo que animó a comprender este “arte” para trasmitirlo a futuras generaciones.
Con la letra de una canción de Gabinete Caligari que dice “Que Dios reparta suerte/ que Dios reparta fe/ que ahuyente la mala muerte/ y ustedes lo pasen bien”, finalizó su pregón deseando buenas fiestas taurinas