Las filósofas Victoria Camps y Adela Cortina han elaborado un Manifiesto titulado “Salvar la sanidad pública” en el que solicitan a todos los partidos políticos que consideren la renovación del Sistema Nacional de Salud, una exigencia moral y apremiante, y les piden que emprendan la reforma capaz de vertebrarlo, mejorar la calidad de su asistencia, impedir las desigualdades territoriales, afirmar la justicia y hacerlo financieramente viable, para afrontar los compromisos de hoy y los nuevos que van a llegar
Madrid, 26 de enero de 2015 (medicosypacientes.com)
Este manifiesto, publicado el diario El País, ha sido también suscrito por diferentes intelectuales y escritores como Antonio Elorza, Santos Juliá, Javier Marías, Nicolás Redondo Urbieta, Fernando Savater, Vicente Verdú y Enrique Costas Lombardía.
Las autoras denuncian la degradación que sufre la sanidad pública desde hace años mediante recortes indiscriminados derivados de la crisis económica que ha llevado a despoblar de profesionales sanitarios el sistema, pagarlos mal y desmotivar a los que aún trabajan en él. En opinión de Camps y Cortina la sanidad pública “pierde progresivamente calidad y en pocos años quedará degradada a un servicio de beneficencia, una medicina para pobres”.
A lo largo del manifiesto, desgranan diferentes aspectos claves en la “degradación del sistema” que van a provocar que pronto pierda su núcleo más íntimo y propio, donde están la solidaridad, la equidad, la buena medicina, la cohesión social y la justicia “es decir, todo”.
Artículo: (puedes leerlo pinchando aquí)
Salvar la sanidad pública
Renovar el Sistema Nacional de Salud es una exigencia moral apremiante
El Sistema Nacional de Salud se degrada.La sanidad pública sufre desde hace años un continuo deterioro que los recientes recortes indiscriminados derivados de la crisis económica han acentuado y acelerado. Ahora, tal como está, interpretada por cada comunidad autónoma a su aire; desentendida del Estado; con una gestión opaca y escaso afán por la eficiencia; sometida al partidismo; financieramente menguada; escasa de inversiones que actualicen sus instalaciones y dotación tecnológica; despoblándose de profesionales sanitarios y muy mal pagados y en gran parte desmotivados los que quedan; debilitada en sus principios morales por las diferencias de asistencia entre las autonomías que rompen la equidad y la solidaridad y con unas listas de espera crecientes que causan la desafección y el éxodo de la clase media, soporte natural e indispensable del sistema (más de 10 millones de españoles ?y se prevé que el número aumente a medida que se cree empleo? pagan ya voluntaria y espontáneamente una póliza de seguro privado), la sanidad pública pierde progresivamente calidad y en pocos años quedará degradada a un servicio de beneficencia, una medicina para pobres.
La degradación es oculta. Las listas de espera, cada día más largas, embalsan y soterran la demanda desatendida y no permiten que la sociedad perciba la demora y la precariedad de la asistencia pública: los enfermos obviamente aislados y desconocidos entre sí son incapaces de hacerse presentes y el número de los que esperan es, en todas las autonomías, un dato para uso político, siempre en penumbra y manipulable. A la sanidad pública, aunque está enferma, muy enferma, y sin tratar desde hace años, no se le ve mala cara. De hecho, las listas de espera (ayudadas por las peculiaridades de la atención médica) actúan como una pantalla que oculta a los ciudadanos la verdadera situación del sistema e impide así la formación de una opinión pública enterada y activa.
Pasividad de los políticos. Sin una opinión pública consistente no puede producirse la presión social que en democracia es el motor de la acción política. El velo de las listas de espera favorece así la pasividad de los políticos. A ellos les consta que la sanidad pública está en decadencia, pero los votantes no demandan su mejora y además saben bien que una reforma seria del sistema exige adoptar medidas impopulares con un muy probable alto coste electoral. ¿Correr tal riesgo por renovar un sistema cuyo deterioro los ciudadanos no acusan ni siquiera ven? La asistencia digna a los enfermos o el afán de justicia son bellas causas que todos los partidos políticos defienden, pero el cuidado de los votos es siempre lo primero. No cabe esperar que por sí mismos los políticos se muevan.
Instalada en el deterioro. En resumen, el biombo de las listas de espera y el temor a perder votos inmovilizan a la sociedad y a los partidos políticos y obstruyen cualquier cambio. Más aún, en realidad blindan lo establecido e instalan así la sanidad pública en un deterioro continuo y sordo. Sin duda, cada día estará peor, empobreciéndose hasta que pronto pierda su núcleo más íntimo y propio, donde están la solidaridad, la equidad, la buena medicina, la cohesión social y la justicia, es decir, todo.
Exigencia moral. Sólo una reforma a fondo puede salvar el sistema y sólo un acto de voluntad colectiva puede ser el resorte de la reforma. Si el estado actual de las cosas cierra el camino natural de la presión social es preciso abrirle otras vías.
Con tal fin presentamos este manifiesto en el que directa y públicamente pedimos a todos los partidos políticos que consideren la renovación del sistema una exigencia moral ya apremiante y emprendan la reforma capaz de vertebrarlo, mejorar la calidad de su asistencia, impedir las desigualdades territoriales, afirmar la justicia y hacerlo financieramente viable, preparado para afrontar los compromisos de hoy y los nuevos que sin remedio van a llegar.
Y pedimos también a todas las organizaciones o asociaciones de profesionales sanitarios (colegios provinciales, consejos generales, sociedades científicas, escuelas e institutos de estudios, etcétera), sindicatos, organizaciones de consumidores, entidades culturales próximas a la sanidad que reiteren y apoyen nuestra demanda con la mayor publicidad posible.
Victoria Camps y Adela Cortina son filósofas. Firman también este manifiesto Antonio Elorza, Santos Juliá, Javier Marías, Nicolás Redondo Urbieta, Fernando Savater, Vicente Verdú, Enrique Costas Lombardía, Mercedes Fernández, Juan Gérvas, Javier Rey del Castillo y Cayetano Rodríguez Escudero.