En una charla reveladora con Eduardo Díaz-Rubio, presidente de la Real Academia de Medicina Española, se pone de manifiesto la urgente necesidad de recuperar los valores fundamentales en la práctica médica actual. Para ilustrar este llamado a la humanización de la Medicina, Díaz-Rubio rinde homenaje a una figura histórica esencial: Gregorio Marañón
El presidente de la RANME lamenta que, en la actualidad, cuando pregunta a sus alumnos sobre Gregorio Marañón, alguno de los jóvenes asocia este nombre únicamente a un hospital madrileño. Sin embargo, como nos esboza el catedrático emérito, el legado de este personaje histórico es mucho más profundo y trascendente.
Eduardo Díaz-Rubio nos invita a explorar la vida y el trabajo de este hombre poliédrico, como lo definían personalidades como Camilo José Cela. Un médico, escritor, historiador, moralista y ferviente defensor de la ética y la vocación médica. “El médico actual tiene que recuperar esos valores que desarrollaba en su día a día. Es bueno que los médicos jóvenes conozcan la figura de este hombre”, apunta Díaz-Rubio.
Marañón, nacido en un entorno privilegiado y rodeado de intelectuales, eligió la Medicina como su camino. “Tuvo una educación infantil única porque su padre era un gran abogado y eran habituales las tertulias en su casa con grandes personalidades, como Menéndez Pidal”, explica el presidente de la RANME. En un tiempo en el que la Medicina personalizada se considera un avance moderno, Marañón ya abrazaba este enfoque en el pasado. “Introdujo un concepto que ya se había hablado en la medicina hipocrática y la de William Osler, que se basa en la idea de que no hay enfermedades, sino enfermos. Él se preocupaba de la persona que padecía una enfermedad. Además, sus historias clínicas eran únicas porque recogían todos los aspectos de una persona: dónde veraneaba, cuántos hijos tenia, a qué se dedicaba, etc.”, asevera. Su comprensión de que los pacientes son individuos completos, no solo un conjunto de síntomas, lo convierte en un pionero en la medicina humanizada y holística.
Con una visión que trascendía las barreras de su época, este modelo que Marañón estableció creando un vínculo íntimo con sus pacientes queda ejemplificado por su icónica silla en la consulta: “Cuando un paciente llegaba, él se sentaba a su lado. Practicaba una Medicina humanizada y holística, centrada en la persona. Eso es lo que en la actualidad estamos intentando desarrollar, contando con muchos más datos que entonces, en la medicina personalizada”, explica el catedrático emérito. Siendo un precursor de la medicina centrada en la persona, Marañón no solo registraba datos médicos, sino que también se preocupaba por conocer a sus pacientes en un nivel más profundo: sus familias, sus vidas y sus circunstancias.
Eduardo Díaz-Rubio resalta la importancia de volver a estos valores hoy en día, en un mundo donde la tecnología y las demandas asistenciales a menudo amenazan con alejar a los médicos de la esencia misma de su profesión. El énfasis en los protocolos y la burocracia puede relegar la conexión humana a un segundo plano, un aspecto que Marañón defendió vehementemente.
El legado de Marañón no solo se limita a su enfoque humano y personalizado de la medicina, sino que se extiende a su prolífica contribución intelectual. Miembro de cinco academias, Marañón escribió más de 125 libros y 1800 artículos, demostrando su dedicación al conocimiento y la educación. Su legado abarca campos tan diversos como la Medicina, la Lengua, la Historia, las Ciencias y las Bellas Artes, lo que subraya su naturaleza verdaderamente poliédrica. “Realmente su trabajo fue ímprobo. Entró en la RANME con sólo 35 años, algo que hoy día resulta inconcebible. Fue muy activo en esta época hasta que estalló la guerra civil”, señala Díaz-Rubio.
En la era actual, donde la educación médica se enfoca predominantemente en aspectos técnicos, Díaz-Rubio destaca la necesidad de incorporar la formación en valores éticos y humanísticos. La Medicina no es solo una ciencia; es un compromiso con la humanidad y la compasión. Marañón nos recuerda que un médico no solo cura enfermedades, sino que también brinda apoyo emocional y comprensión a quienes sufren.
El mensaje de Eduardo Díaz-Rubio es claro: es imperativo que los médicos actuales se inspiren en la figura de Gregorio Marañón para recordar la importancia de la humanización en la Medicina. Marañón nos ofrece un recordatorio atemporal de que, más allá de los avances técnicos y científicos, el corazón y el alma de la Medicina residen en la relación entre el médico y el paciente.