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El riesgo de padecer trombosis en viajes prolongados puede aumentar a partir de las 4 horas de trayecto

 

Con la llegada de las vacaciones aumentan los viajes largos, por ello, los expertos advierten de que a partir de las 4 horas de trayecto, tanto en avión como en coche o autobús, la salud podría verse afectada por la aparición de enfermedad tromboembólica venosa en sujetos susceptibles, conocido como el Síndrome de la clase turista

Bilbao, 21 julio de 2014 (medicosypacientes.com)

Llega la época del año en la que más se viaja. La DGT estima que durante julio y agosto habrá 79 millones de desplazamientos sólo por carretera. Muchos de estos traslados, además de los que se producen en avión, tienen varias horas de duración, y es a partir de las 4 horas de trayecto cuando la salud puede verse perjudicada. Se llama Síndrome de la clase turista (un término acuñado pensando que la limitación de movimientos en los vuelos era el causante) a la sensación de hinchazón en las piernas, hormigueo, molestias, mareos, dolor y que si se agravan pueden acarrear la trombosis del viajero, que se produce por la aparición de trombosis en las venas de las piernas en sujetos susceptibles (habitualmente los que tienen una alteración de la coagulación o han sufrido trombosis previa).

El doctor Fidel Fernández, especialista en Angiología y Cirugía Vascular y vicepresidente del CEFyL (Capitulo Español de Flebología y Linfología de la Sociedad Española de Angiología y Cirugía Vascular), explica claramente las dificultades que tiene la sangre para volver al corazón cuando se permanece tanto tiempo en la misma posición, “las arterias llevan la sangre con mucha presión y velocidad, (el corazón tiene mucha fuerza para impulsar hacia delante), pero la capacidad aspirativa del corazón es muy débil, (la capacidad de succión para activar la vuelta de la sangre por las venas). En el caso de las piernas está dificultada por la gravedad, (al estar sentado la sangre debe “escalar” hacia arriba hasta llegar al corazón)”.

Para conseguir este retorno venoso, “el organismo ha desarrollado un ingenioso sistema; las venas profundas están metidas dentro de paquetes y fascias musculares (como “fundas”) y disponen de unas válvulas que impiden su paso hacia abajo (hacia los pies) para ordenar el flujo de sangre hacia el corazón. Cada vez que nos movemos, contraemos los músculos que comprimen a las venas, y al estar ordenada la dirección del flujo por estas válvulas la sangre progresa en la dirección adecuada (hacia el corazón”), añade.

Pero no siempre funciona de la manera adecuada. El especialista señala que con la evolución que lleva el ser humano se ha dificultado la situación al retorno venoso. “Procedemos de especies más bajitas que nosotros (con menos distancia desde el suelo al corazón, es decir, con menos altura para que suba la sangre), que además eran cuadrúpedas (menos altura aún) y que estaban casi siempre en movimiento (ni se sentaban en un ordenador ni pasaban horas de pie quietas en el trabajo o viajando), a lo que hay que sumar los malos hábitos dietéticos, la obesidad y el sedentarismo. Por eso las varices y la mala circulación son una enfermedad casi exclusiva del homo sapiens”, recuerda.

La Organización Mundial de la Salud, consciente de la necesidad de evaluar el riesgo para la patología venosa producida por los viajes prolongados, estableció el proyecto WRIGHT (WHOs Research into the Global Hazards of Travel Study/ investigación sobre los peligros mundiales de los viajes) en el que determinó el riesgo para la salud en forma de enfermedad tromboembólica inherente al hecho de viajar.

El riesgo absoluto de ETEV (Enfermedad Trombo Embolica Venosa) se estableció en vuelos de más de cuatro horas de duración y definió el problema de la patología venosa asociada al viajar como un riesgo global para la salud, por lo que desde entonces se han estudiado diferentes protocolos y recomendaciones para antes y después de realizar los viajes, hacer ejercicios de flexo-extensión durante algunos minutos cada hora, moviendo brazos y piernas y levantando la punta de los pies y moviendo los tobillos (en los folletos y revistas de las líneas aéreas suelen estar especificados).

Vestir ropa poco ajustada, de fibra natural, que permita la transpiración y no comprima ni haga de “torniquete”. Beber abundantes líquidos, pero no café ni alcohol, ya que favorecen la deshidratación. Dar un pequeño paseo por el avión, tren o hacer paradas a lo largo del viaje en coche para estirar las piernas.  No colocar bultos o maletas bajo los asientos. Las piernas deben evitar posturas forzadas y estar naturales y relajadas. No cruzar las piernas de forma prolongada cuando se está sentado. Realizar estiramientos y paseos tras la llegada del viaje.

En casos de alto riesgo (pacientes con alteraciones de coagulación, las llamadas trombofilias, pacientes oncológicos, gestantes y aquellos que han sufrido alguna trombosis previa) y siempre por prescripción de su médico, podría estar indicada alguna medida más intensa, como: Utilización de medias cortas de compresión elástica  Tomar un fármaco antiagregante (por ejemplo aspirina) Uso de heparinas de bajo peso molecular

En el caso de presentar varices evidentes o antecedentes de flebitis, y si el viaje va a ser de más de 3-4 horas sin poder activar correctamente la bomba muscular de las piernas, se aconseja que previamente, al viaje, consulte con un especialista en Angiología y Cirugía Vascular (consejo del CEFyL).

Además de los problemas que pueden surgir por los viajes, el doctor recuerda que durante el verano, “al exponernos al calor se suelen exacerbar las molestias causadas por los problemas de retorno venoso”. Sin embargo, afirma que esta época también tiene una ventaja y es que, “disponemos de más tiempo para realizar una vida más sana, disfrutar de ocio y deporte al aire libre, tomar más líquidos, frutas y verdura. Es el momento de los zumos, de la piscina, del deporte, hacer una dieta más ligera y más sana… y es cuando solemos tener más tiempo para cuidarnos”. Tal y como afirma, “es el momento adecuado para poner en marcha una serie de estrategias que pueden suponer un alivio para nuestra circulación”.

Por ello propone aprovechar las vacaciones para hacer una vida más sana, cambiando los hábitos de dieta (menos calorías, menos grasas, más fibra y fruta, menos sal y aditivos). Cambiar nuestros hábitos de ejercicio, andar por la playa (con los tobillos en el agua) y sobre la arena, es muy adecuado, ya que combina el masaje de las olas con la acción de la bomba venosa plantar, que activa vigorosamente el retorno venoso.

Una acción similar la podemos conseguir andando en la hierba del jardín (los aspersores o un masaje con la manguera son muy tonificadores igualmente), pedaleando o nadando.

Además, hay un ejercicio muy adecuado para el retorno venoso, la natación. Durante la natación ejercitamos los músculos de todo el cuerpo, estamos en situación casi horizontal (la que mejor permite el retorno de las venas al corazón) y el agua a nuestro alrededor produce un masaje continuo con una temperatura que mejora el tono venoso).

Aplicación de cremas de efecto frío (o masajes directamente con crema fría, metiendo cualquier tipo de crema hidratante en la nevera),  ya que activa el retorno venoso y disminuye la congestión, hinchazón y cansancio de las piernas que producen el calor y la inmovilidad.

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