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“El infierno más bonito que conozco”, recoge los diarios y vivencias de un cooperante pediatra en el Chad

En 2012, el pediatra cooperante Dr. Jorge Muñoz realizó su primera visita a El Chad, una experiencia que dio lugar a la creación de la Asociación Ayuda al Chad. Desde el principio el cooperante fue dando forma a unos diarios febriles, en los que anotaba “en caliente” la vivencia de atender a los niños que llegaban al Hospital San Joseph, en Bebedja, a doce horas en coche de la capital, Yamena. Esos diarios han sido recogidos y editados bajo el título “El Infierno más bonito que conozco”, que será presentado por el propio autor el próximo 14 de octubre en Algeciras, Cádiz,  y con el que pretende recaudar fondos para poder llevar a cabo los objetivos de la Asociación Ayuda al Chad 

En esta entrevista el Dr. Jorge Muñoz cuenta sus vivencias en el Chad y lo que desencadenó la recopilación de sus diarios en un libro.

 
¿Qué activó su necesidad y urgencia por acudir al Chad?
 
Desde niño me llamaba mucho el Tercer Mundo. Tuve la suerte de poder estudiar lo que siempre he querido, que es Medicina, y hacer Pediatría. Pero el tiempo te devora y no encuentras el momento. Entonces, como yo digo, se me cruzó un ángel, Sor Magdalena Ribas –una religiosa de la Orden de las combonianas que vive en El Chad–. Vive en Mallorca y vino a saludarme en uno de sus escasos descansos de vacaciones y a explicarme cuál era la situación en este país. Fui con ella y nos acompañó la doctora Reina Lladó.
 
Tras dos semanas de trabajo, quedamos tan impactados que a nuestro regreso decidimos iniciar la actividad que nos ha llevado a crecer como familia y que se nos vaya conociendo, como ya ocurre en Baleares y ahora en Algeciras para poder continuar con nuestra ayuda.
 
¿Recuerda la impresión que le causó ese primer contacto con la población de El Chad?
 
No se me olvidará la llegada. Volamos hasta Yamena, la capital de El Chad, y pasamos la noche en un centro religioso, ya sin electricidad. Al día siguiente, en un trayecto de doce horas, tomamos la carretera única que une Yamena con Bebedja, donde está el Hospital de Saint Joseph. Teníamos muchas ganas de llegar, de trabajar en este centro, que está amurallado por seguridad. Nada más llegar y soltar las maletas, ya nos llamaban de urgencias, el primer niño que veíamos lo perdíamos… Veíamos que la falta de recursos y medios iba a ser lo frecuente.
 
¿Cómo ha ido evolucionando esa impresión en sucesivas expediciones?
 
Me ha permitido cambiar sobre todo como persona. Cuando vuelves, queda un sabor muy agridulce. Me ha enseñado –y parece un gesto egoísta- que recibes mucho más de lo que das. La reacción de esta gente cuando la ayudas… Y también a mejorar los valores que tienes y los que puedes transmitir. Aprendes a tomarte las cosas de otro modo, con más tranquilidad. Me ha enseñado a escuchar más y a dar importancia a aquello que lo tiene. Los que me conocen saben que se ha dado un cambio en mí, que ha ido creciendo y que me permite ser la persona que soy ahora.
 
¿Cómo ha cambiado la labor que realizaban desde una primera actuación de emergencia hasta la labor permanente que tratan de mantener ahora?
 
Cuando llegamos había un almacén de medicamentos desordenado y no había protocolos de actuación de ningún tipo. No llegamos como colonizadores en ningún sentido. Yo he aprendido mucho de aquella enfermería. La capacidad de trabajo que tienen es espectacular. Darles protocolos y que supieran qué eran los medicamentos de que disponían… esto ha hecho que podamos crear una unidad nueva de pediatría. Cuando llegamos los niños compartían cama y las madres dormían en el suelo. Inauguramos esta unidad hace dos años, con más comodidades dentro de los medios disponibles.
 
Hay ya una continuidad a ese trabajo inicial. Ahora por seguridad no podemos viajar al Chad pero, aun así, hemos enviado un contenedor, seguimos en contacto con las religiosas, que para mí son premios Nobeles encubiertos, admirables por la fe con que trabajan.
 
¿A qué temas recurrentes se asoma en sus diarios?
 
Alguien dijo que este es un libro delgadito pero grueso de leer. Es una buena expresión. Está escrito en caliente, por eso creo que está teniendo tanto éxito. Escribir en caliente hace que afloren las emociones. Así dejo constancia del sufrimiento, del malestar, la impotencia de querer ayudar y muchas veces no poder.  Esto generaba un cóctel de sensaciones que me hacía llorar y sentir la rabia que reflejaba en los diarios.
 
Si de una parte de la balanza estaba la pena, de la otra estaba también la satisfacción de ver cómo un niño se recuperaba y a unos padres agradecidos. Está el lenguaje universal de la sonrisa, sin necesidad de hablar el mismo idioma, que te llena como profesional y como persona.
 
¿Qué efecto buscas que pueda provocar este libro en el lector?
 
Yo escribía lo que sentía. Cuando ya tienes el libro en tus manos, la sensación es única y preciosa. Un libro benéfico, con el que no buscas nada a cambio sino que la gente se sensibilice y podamos seguir aportando nuestro granito de esperanza. Un editor que apostó por él, el autor de la portada, el prólogo las fotografías de Pep  Bonet. Entre todos hemos formado una pequeña familia y de ahí surge ‘El infierno más bonito que conozco’.
 
‘El infierno más bonito que conozco’, editado en un mismo formato en Inglés y Castellano por El Humo del Escritor, pretende recaudar fondos para poder llevar a cabo los objetivos de la Asociación Ayuda al Chad (www.ayudaalchad.com). Los colegiados interesados pueden confirmar su asistencia al acto de presentación del libro -el 14 de octubre a las 19 horas en el Auditorio Millán Picazo de Algeciras- través del Departamento de Comunicación del COMCADIZ, donde también pueden adquirir ejemplares del libro.
 
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