El Colegio de Médicos acogió la presentación del libro del Dr. Hernández Úrculo sobre ‘Vivir y morir en Castro Urdiales’, que fue presentado por el catedrático de Historia de la Ciencia de la Universidad de Cantabria, Fernando Salmón
Al acto de la presentación asistió el presidente del Colegio de Médicos, Dr. Javier Hernández de Sande; la consejera de Sanidad, María Luisa Real y el director gerente del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla, así como una amplia representación de médicos del centro hospitalario y de Atención Primaria.
Según explicó el autor de la obra con la publicación de este libro, que trata sobre el ejercicio del médico rural en Castro Urdiales (1830-1930), quiere ser ante todo un reconocimiento y un homenaje a “la ingrata, poco considerada y reconocida labor de los médicos rurales en general y en concreto a los profesionales que ejercieron en el distrito castreño en esta centuria”.
Para el Dr. Hernández Úrculo, esta época descrita estuvo plagada de cambios profundos tanto legislativos como sociales que vivieron los profesionales.
El autor pretendió mediante un extenso análisis y exhaustiva investigación de varios años, describir el día a día de la ingente y abnegada labor de los médicos castreños. “Luchando con riesgo de sus vidas las 24 al día todos los días del año, contra las epidemias que afectaron a la villa marinera, que por ser un importante puerto de mar en esos años, corrió más peligro de contagios que otras ciudades”.
Para el Dr. Hernández Úrculo, Castro Urdiales muestra un variado mosaico demográfico con dos grupos sociales muy importantes como fueron los marineros y los mineros.
“Castro Urdiales como puerto de mar importante que fue en esa época, los marineros constituyeron un grupo poblacional más importante en la villa hasta finales de siglo XIX, pero en las últimas dos décadas de este siglo decimonónico, adquirieron gran relevancia demográfica los mineros, ya que en las pedanías castreñas de Mioño y Ontón estaban las explotaciones de mineral de hierro en pleno auge”, explicó el Dr. Hernández Úrculo.
Asimismo, el doctor explicó que este sector minero de la población, debido a las circunstancias de su trabajo penoso, mala alimentación, vivían hacinados en viviendas estrechas y sin apenas ventilación, fue el sector más castigado en cuanto a la salud se refiere, (sin contar que en las labores de transporte de mineral participaban mujeres y niños) y por tanto las epidemias que azotaron Castro Urdiales encontraron un buen caldo de cultivo en ellos.
Sin embargo, según recalcó el autor de la obra, la mayor afectación se produjo en la epidemia de gripe de 1918 en la que se vio afectada más de un cuarenta por ciento de los pobladores de los barrios mineros de Setares, Ontón y Otañes. “A eso hay que añadir los accidentes laborales que fueron numerosos. La compañía minera de Setares construyó un hospital minero a finales de siglo XIX, para atender a los mineros enfermos y así paliar en parte la precaria salud de los obreros de la mina”.
Por último, en la obra se recogen también las versiones oficiales, las del pueblo llano, las de la prensa de la época, en fin, una visión poliédrica del ejercicio de médico en esos años con todos sus matices.