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Dra. Sánchez Castellano: «La realidad oculta de las mujeres mayores maltratadas»

La realidad sobre la violencia contra las mujeres mayores es el tema central de este artículo escrito por la Dra. Carmen Sánchez Castellano con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Pese a que, en realidad, existe escaso conocimiento sobre esta problemática en dicho colectivo de mujeres como reconoce la Dra. Sánchez Castellano, se ha podido detectar que las circunstancias en las que se produce dicha violencia y que son un tanto diferentes de las que sufren mujeres más jóvenes

Carmen Sánchez Castellano es geriatra y vocal de la Comisión contra la Violencia del Hospital Universitario Ramón y Cajal, de Madrid.
 
La detección de la Violencia en el medio sanitario debería ser un hecho habitual porque las víctimas, que se encuentran en una situación de vulnerabilidad, se suelen sentir más confiadas para hablar de su sufrimiento con los profesionales que les proporcionan cuidados. Estos, al tener una tarea asistencial, tienen la oportunidad de reconocer y objetivar las lesiones que ha provocado la violencia y pueden profundizar en su estudio.
 
En el caso de las personas mayores, en relación con otros grupos sociales, es aún más frecuente que, en lugar de elegir a un profesional de las fuerzas de seguridad para interponer una denuncia, lo trasmitan primero a una persona que lo atiende, “se sinceren” con su médico, al que ven de una forma continuada en el tiempo (Atención Primaria) o puntualmente (ante lesiones más graves que conlleven hospitalización o asistencia en Servicios de Urgencias).
 
Por eso es tan relevante el papel de los profesionales sanitarios y de trabajo social en la prevención, detección y manejo de los malos tratos que sufren las personas mayores y, en especial, las mujeres. Dar pie a que esas personas puedan hablar de la situación que padecen es fundamental para romper unas barreras que, a lo largo de su vida, se han hecho cada vez más infranqueables.
 
La situación de violencia de pareja hacia las mujeres mayores está muy poco estudiada. Sin embargo, sabemos que la mayoría son situaciones soportadas a lo largo de 40 o 50 años de matrimonio, muchas veces conocidas por el entorno familiar (hijos) y que no tienen una sencilla solución en la determinación valiente por parte de la mujer de poner una denuncia o solicitar el divorcio. Son relaciones que no se han roto antes por los esquemas culturales asumidos, de manera que los cambios de conciencia social que se han producido en los últimos años revictimizan a mujeres, que tenían un determinado rol, y a sus hijos, que adquieren sentido de culpabilidad por no haberlas animado a distanciarse del agresor.
 
Existen circunstancias concretas que diferencian este tipo de violencia de pareja de los que se producen hacia la mujer más joven. Son relaciones entre dos personas de edad avanzada, por lo que se combinan los siguientes factores:
 
-Pueden aparecer de novo o haber sido arrastradas a lo largo de muchos años.
-La mujer puede haber asumido el cambio de rol social (sentido de igualdad, no sumisión,…) o no.
-Pueden estar en relación con la aparición de patología en el agresor (fundamentalmente, trastornos neurocognoscitivos que conllevan cambios en la personalidad o síntomas psiquiátricos asociados a la demencia) o no.
-Puede tratarse de una víctima que se ha hecho dependiente (por patologías físicas o psíquicas que se hayan ido presentando) o ser autónoma.
 
La combinación de estos cuatro factores da lugar a situaciones diversas que se deben enfocar de maneras muy distintas.
 
Por ejemplo, una relación en la que el varón comienza a tener síntomas paranoides por un cuadro orgánico como una demencia vascular, con celotipia, irritabilidad e impulsividad, puede suponer una situación de riesgo. La agresión se podría prevenir con un buen enfoque terapéutico del cuadro incipiente del marido. Por eso el personal sanitario debe estar alerta ante estos síntomas.
 
Por otro lado, vemos a mujeres que han soportado la violencia durante toda su vida y cuando llegan a una edad avanzada se encuentran cuidando de maridos, que se han hecho dependientes de ellas; sin embargo, son incapaces de aprovechar la circunstancia para reorientar su vida, debido al sentido de responsabilidad y deber de cuidado que sienten, estando por otra parte la obligación legal de cuidar del allegado, que está en situación de discapacidad y vulnerabilidad. Estas mujeres ya no están en situación de riesgo para su seguridad o su vida, pero tienen un sufrimiento psicológico enorme y sólo aspiran a tener un poco de tranquilidad al final de su vida.
 
También encontramos casos de mujeres mayores que cuidan de hijos también violentos y que, cuando ya no temen al marido maltratador se encuentran con una nueva etapa de malos tratos por parte de sus descendientes.
 
Muchas de las mujeres que sufren violencia de género nunca denunciarán, no tienen dónde ir, no han trabajado fuera de casa, dependen económicamente del marido o de su pensión, los hijos muchas veces no saben cómo ayudarlas. Tampoco existen protocolos específicos que aborden estas situaciones de forma integral, son las víctimas invisibles de la Violencia de Género.
 
No quiero dejar de mencionar que hay situaciones que se han catalogado como violencia de género y que se enmarcan en un modelo, a mi juicio, muy lejano de lo que acabo de describir. Son aquellos casos de matrimonios de personas mayores, que no tienen otro entorno social de apoyo que ellos mismos entre sí. Ha habido muchos casos en los que la mujer enferma, por ejemplo, de enfermedad de Alzheimer, va deteriorándose hasta llegar a una etapa de necesidad de cuidados en todos los aspectos de su vida y en todas las actividades, desde la higiene hasta la comida, pasando por el vestido, la movilidad, etc. Su cuidador suele ser su esposo, cuando disfruta de mejor salud que ella, pero éste puede llegar a un punto de desesperación y de tristeza y no encontrar futuro para ellos; esta es una situación de riesgo grave, ya que sumido en la depresión y la desesperanza puede llegar a matar a su mujer y seguidamente suicidarse. 
 
No han sido pocos los casos que se han definido como Violencia de género, cuando son de este perfil clásico de suicidio ampliado, en el marco de una depresión grave (la persona ha decidido acabar con su vida, pero antes acaba con la vida de aquellos que cree que van a sufrir o a quedar desamparados con su fallecimiento; a menudo va ligado a madres con depresión mayor que antes de su suicidio producen la muerte de hijos pequeños, en la idea de evitarles los sufrimientos que ellas experimentan). 
 
Esta Violencia hay que evitarla haciendo mucho énfasis en el cuidado al cuidador, dándole herramientas y red de apoyo, recursos sociales, preguntando en cada visita médica sobre su estado de ánimo y su nivel de fuerzas para seguir cuidando. 
 
Hay que distinguir y diferenciar muy bien esta situación descrita, de aquellas muertes violentas de mujeres jóvenes en las que el agresor decide matarla y luego suicidarse.
 
Considero, por tanto, que el personal sanitario y los médicos en particular tenemos un deber y un importante compromiso para luchar por la erradicación de la Violencia de género. Y he de recalcar que una sociedad respetuosa con los derechos humanos debería ser sensible a una realidad oculta como es el sufrimiento de las mujeres mayores maltratadas.
 
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