«Debemos pelear para que haya tiempo para hablar con un enfermo, en una silla, cercana a su cabecera», según pide, a través de este artículo, la doctora Mariam J. de Aldesoro. Habla de lo potente que es esta herramienta en la relación médico-enfermo y, sobre todo, en la asistencia del final de la vida
Madrid, 15 de noviembre 2013 (medicosypacientes.com)
«Ética de la silla…»
Dra. Mariam J. de Aldesoro
Tras leer el magnífico artículo de @mlalanda(» hhttp://medicoacuadros.wordpress.com/2013/10/07/cuando-sea-vieja-me-morire/) que pone de manifiesto lo difícil que es morir en paz sin «cableado accesorio » y tubos por doquier……yo reinvindico la «ética de la silla», me pregunto qué estamos haciendo mal.
En un país donde las unidades de Cuidados Paliativos – atenazadas últimamente por los recortes sin fin que las dejan o bien sin personal, sin medicaciones o sin ambas cosas -realizan una tremenda labor, donde gracias a Dios y a sus profesionales cada vez se muere con menos dolor, más acompañado y de modo más humano …aún no acabamos de aprender y enseñar a morir.
En el ámbito hospitalario donde no siempre pero con más frecuencia de la debida ,quizá, se lleve a cabo medicina más intervencionista por el propio medio en el que estamos…echo en falta más sillas.
No sé en vuestros hospitales pero en el mío no hay sillas a las cabeceras de los enfermos.
Las hay en los controles, bajo los ordenadores- máquinas necesarias pero que deshumanizan el trato cercano obligándonos a teclear mientras miramos básicamente a la pantalla dejando para el paciente sólo el » rabillo del ojo»-, o en los mal llamados boxes (pues nunca vi ningún fórmula uno rodando cerca…)
La silla es un elemento imprescindible: nos permite acercarnos al paciente y no verle desde arriba; da sensación de calma y sosiego a un interrogatorio profundo; alinea nuestra vista con la suya y nos pone a igual altura, humanidad frente a humanidad, una pidiendo ser ayudada y otra intentando conseguirlo.
Desde una silla es más fácil coger una mano y sonreír a un tiempo, sentir el miedo en la mirada o entender claramente los susurros..Nos permite ese acercamiento que el dolor, el desasosiego o el miedo a lo desconocido precisa.
Podemos ver las lágrimas correr sin que la intimidad se rompa, no necesitamos alzar el tono de voz para ser entendidos y podemos simplemente con una palmada o una caricia leve tener una eficacia infinita.
Habrá momentos para los tubos y cables, habrá otros para que éstos desaparezcan, habrá que ser agresivo en ocasiones y compañero en el dolor y la espera,en otras….pero siempre, siempre, debe quedar tiempo para una conversación amable que puede o no enmascarar un interrogatorio clínico .
Debemos pelear para que haya tiempo para hablar con un enfermo ,en una silla, cercana a su cabecera.
¿Qué en la vida «real» no hay tiempo para esto?Lo sé…¿Que la efectividad, eficacia, eficiencia y todos los parámetros de medida no contemplan desde dónde se hacen las cosas ?También…
Pero yo, en la enfermedad y sobre todo en el final de mis días, quisiera que el médico que deba explicarme que se va cercando mi final lo haga sentado, con calma, próximo a la cabecera de mi cama, en una silla.
Para estos últimos momentos no cabe la prisa pues muerte solo hay una y ,en la mía ,espero poder recibir información clara, concisa y concreta , por un médico calmado con tiempo de sentarse, y hacerlo, si es posible sonriendo, en una silla.