La Dra. Mª Rosa Arroyo, vicesecretaria general del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (CGCOM), ha participado en el Simposio “Telemedicina y laboratorio la E-Consulta en la medicina del laboratorio: Cuando se nos solicita el conocimiento más que resultados médicos” en el XV Congreso Nacional de la Asociación Española de Biopatología Médica para hablar de la Relación Médico-Paciente y en el que ha asegurado
En concreto, en su ponencia “Relación Médico-Paciente: ¿Se reforzará o debilitará tras la experiencia de la telemedicina? O ¿cómo adaptarnos a la Telemedicina sin perder el componente humanista del acto médico?” ha abordado el concepto de esta relación. En este simposio también han intervenido para abordar “el Laboratorio Clínico como servicio consultor: aplicar el conocimiento para mejorar el proceso asistencial” de la mano de María Pacheco, miembro del laboratorio Clínico del Hospital Universitario de Fuenlabrada, Madrid; y “E-Consulta asociada al sistema de petición electrónica del laboratorio: implantación y manejo”, por Enrique Rodríguez Borja del aboratorio de Bioquímica y Patología Molecular del Hospital Clínico Universitario de Valencia, Valencia. Moderó el acto Natalia González Pereira, del laboratorio Clínico del Hospital Universitario de Fuenlabrada, Madrid.
El Foro de la Profesión Médica define la Relación Médico-Paciente (RMP) como una relación interpersonal entre un paciente que busca ayuda y un médico que puede proporcionársela desde sus conocimientos y habilidades profesionales La RMP se ha ido adaptando, pero mantiene el compromiso de respetar los valores, preferencias, deseos y creencias del individuo, además de aplicar los principios de la bioética (no maleficencia, beneficencia, autonomía y justicia). Todo ello en aras de proporcionar una atención de calidad, eficiente, segura y acorde con la mejor evidencia disponible.
“Tanto en el acto médico presencial como en el virtual, la RMP se basa en el compromiso, la confianza, el reconocimiento y respeto mutuo (reciprocidad). Por parte del médico requiere, además de las competencias de científico-técnicas, adquirir y mantener conocimientos, habilidades y actitudes de comunicación (escucha activa), y desarrollar empatía (capacidad de captar las emociones y canalizarlas)”, ha señalado.
A pesar de todo el esfuerzo que puede suponer en determinados momentos, “tenemos que poner en valor la RMP porque enriquece a ambas partes y produce mejores resultados en salud”, ha asegurado la Dra. Arroyo para después mencionar un estudio realizado en Noruega y publicado en Agosto 2021, concluyen que la continuidad en la atención, basada en la RMP, se asocia con menor uso de los servicios de urgencias, menor hospitalización y mortalidad (3). Otras muchas prácticas profesionales se apoyan de pleno en la RMP
Antes de la pandemia ya preocupaba la deshumanización de la RMP vinculada al desarrollo de la tecnología (tecnocracia); “aunque sin duda -según ha dicho- ha sido la COVID-19 y sus secuelas lo que está generando nuevos conflictos entre pacientes y profesionales, y una percepción de deterioro de la RMP”.
Pero la trasformación digital de la sociedad es imparable, hay unos fondos europeos específicamente destinados al ámbito sanitario y, para la Dra. Rosa Arroyo, “no podemos renunciar a los beneficios de algunos aspectos aplicados a la medicina”.
Asimismo, ha afirmado que “es un deber ético utilizar todos los medios a nuestro alcance para paliar las consecuencias de la pandemia sobre la pérdida de oportunidad y demora de los procedimientos diagnósticos y terapéuticos. El reto es conseguirlo con fórmulas sostenibles, que nos permitan simplificar y ordenar la información, reducir el tiempo dedicado a tareas administrativas, y poder tomar decisiones médicas de una manera más eficiente y en base a las necesidades de los pacientes”.
Y esto hay q combinarlo con una mayor humanización de la atención en un entorno de virtualidad, y sin perder la esencia del profesionalismo médico. “Hay que fomentar la cultura de la salud y avanzar hacia una sociedad abierta y participativa pero basada en los principios del humanismo. La salud no lo es todo, pero sin ella, todo lo demás es nada”. Adaptando la digitalización a mejorar la accesibilidad, la equidad y la sostenibilidad”, ha dicho la Dra. Arroyo.
Si antes la telemedicina servía para evitar desplazamientos, “ahora además puede disminuir el riesgo de exposición al contagio, permite vigilancia epidemiológica de casos y rastreo de contactos y será imprescindible para enfrentar futuras crisis sanitarias” ha subrayado la experta quien ha añadido que “es imprescindible evaluar el impacto sobre resultados en salud, el grado de satisfacción de los pacientes, y detectar precozmente las barreras a la telemedicina para corregirlas. Necesitamos la percepción de los ciudadanos también a través de las asociaciones que los representan y que participen en mejorar la calidad”.
En definitiva, la telemedicina es una herramienta necesaria para mejorar la eficiencia del sistema, pero debe cumplir las mismas condiciones de buena praxis profesional que la atención presencial. “Desde el CGCOM y los Colegios de Médicos debemos preservar la esencia de la Relación Médico-Paciente y desarrollar todos los medios a nuestro alcance que afiancen y fortalezcan la confianza en la relación, promover la creación de normas de práctica, legislación nacional y acuerdos internacionales sobre asuntos relacionados con el uso de la telemedicina, presionando por una Telemedicina ética en beneficio del paciente”, ha explicado.
La salud se ha colocado en el centro de la vida social y todos somos responsables de implementar un modelo de atención que mejore las condiciones también de los profesionales, y, en tanto que así sea, podremos proporcionar a los pacientes una mayor calidad y seguridad; con el concurso necesario y alineado de las administraciones y políticas sanitarias. Necesitamos apoyo para que la atención no-presencial tenga la consideración en tiempo y recursos de un verdadero acto médico; y no se convierta en un escalón intermedio no resolutivo de asistencia
La telemedicina “ha de ser consensuada entre paciente y médico, y entre éste y la organización en base a las herramientas disponibles y ajustada a protocolos de las Sociedades Científicas”, ha concluido.