La Dra. Mónica Lalanda acaba de publicar “Con-Ciencia Médica”, un libro de cómics con el que, sobre la base del Código de Deontología, trata de reflexionar sobre cuestiones éticas inherentes a la práctica de la medicina, convencida de que el dibujo es “una gran herramienta para aprender ética”
El poco cuidado con la confidencialidad de los enfermos; las explicaciones con términos incomprensibles; el exceso terapéutico en ancianos o lo que la autora define como la llamada “conspiración del silencio” en la atención al final de la vida, son cuestiones del día a día de la práctica clínica que conllevan una gran responsabilidad ética. Eso es lo que trata de reflejar, de manera inocente y a la vez subversiva, la Dra. Lalanda en este libro, también está dirigido a los pacientes, publicado por la editorial Lid, que cuenta con la colaboración de la Organización Médica Colegial y que esta tarde se presenta en la sede de la OMC.
Con una amplia trayectoria como médico de Urgencias y más de 16 años de formación y trabajo en Inglaterra, siempre ha sentido una gran pasión por la ética que ha plasmado en multitud de trabajos, convencida de que “la ciencia nos hace buenos médicos pero la ética nos hace además médicos buenos” y considera que ambas deben ir juntas para “beneficio de la sociedad a la que cuidamos”.
Crítica con la publicidad médica de determinados productos de alimentación, con los “incentivos indecentes”, las comisiones o el silencio ante los errores médicos, la Dra. Lalanda asegura, en esta entrevista para Médicos y Pacientes, que aquellos colegas que no entiendan o no se sientan cómodos con este libro, lo que tienen que hacer es volver a leer el Código de Deontología Médica.
“Con-Ciencia Médica” cuenta en la contraportada con una ilustración personalizada de Forges. “Es lo mejor del libro” confiesa emocionada y agradecida por esta aportación del que ha sido su referente a la hora de abordar con humor la realidad sanitaria, así como Quino, el creador de Mafalda, de la que sus dibujos son ella de mayor junto con compañeros médicos, pero con el mismo idealismo de trabajar por “un mundo mejor con fonendo, papel y pinturas”, como ella misma se define en su cuenta de Twitter.
Entrevista completa:
-¿Porque este libro y cómo surgió?
Por un lado de la observación de la fuerza que puede tener un dibujo frente a un texto; de haber aprendido incluso que estamos biológicamente diseñados para sentirnos atraídos por imágenes. Llevo años dibujando y soltando a la blogosfera dibujos con mensaje ético y admirándome de su alcance. Por otro lado, el interés creciente por la ética y la comprobación que la ética médica y la deontología no se vive como algo engranado o clave de lo que hacemos sino como un extra para médicos eruditos con tiempo libre.
Hace dos años completé un Máster en Bioética y Bioderecho y dediqué el trabajo fin de máster a valorar la necesidad de crear herramientas más amables para aprender ética y deontología y al estudio del cómic en este ámbito. Me sumergí en el mundo de las novelas gráficas hechas por pacientes o familiares y el valor que pueden tener para el aprendizaje de un médico y empecé a intuir que se podía dar un paso más, crear comics específicamente orientados a ello.
-¿El cómic es una nueva manera de aprender ética médica?
En EEUU, en particular en la universidad de Pensilvania, Michael Green lleva años enseñando comunicación a los estudiantes de medicina a través de dos métodos, la revisión de novelas gráficas y específicas y seminarios de creación de comics http://www2.med.psu.edu/humanities/graphic-narratives/. Lo mismo hace en Chicago MK Czerwiec http://www.comicnurse.com/about/
Aunque no mencionan específicamente la ética, su esfuerzo va encaminado a la humanidad y la comunicación, que no dejan de ser parte de lo mismo.
Sin embargo la creación específica de comics para estudiantes de medicina, es algo que hemos hecho por primera vez en la Universidad de Zaragoza, como parte de un proyecto de innovación docente en la Cátedra de Profesionalismo Médico, con Rogelio Altisent y Teresa Delgado. El comprobar de forma reglada que el método funcionaba, fue el espaldarazo final para decidirme a hacer un libro entero.
Ha sido un proceso largo de pruebas a distintos niveles para asegurarme que hacer un libro tenía sentido. A día de hoy, ya no me queda duda ninguna de que el comic es una herramienta inmejorable para poner le Ética y la Deontología en contexto y para tocar muchos puntos de una manera entretenida.
-¿De dónde le viene la afición al dibujo?
Ni idea, me ha gustado desde niña. Además soy una persona sin excesiva memoria (un hándicap para estudiar medicina); de ahí que, desde siempre, haya utilizado el dibujo como herramienta para memorizar todo tipo de cosas. Cuando los ahora populares “visual thinking”, los mapas mentales o el “graphic recording” aun no tenían nombre, mis apuntes en el cole o en la Facultad eran ya un poema de historias y dibujitos que yo vivía con cierto apuro porque entonces no estaba bien visto.
En el colegio, ya se reconocía mi facilidad para el dibujo y recuerdo con simpatía como en clase de pretecnología me iban pasando los cuadernos de dibujo y yo hacía rápidamente para todas las compañeras el carro, la cara del anciano o las manos. Soy capaz de dibujar muy deprisa y ahora me pregunto si haber hecho 40 ó 45 veces el mismo dibujo complejo en una hora tantas y tantas me veces, me desarrolló esa capacidad.
En Inglaterra, en mi hospital (Leeds Generan Infirmary) me permitieron tomarme un tiempo sabático para hacer un diploma de Cartoon Drawing en el London Art College. Además, durante años, los viernes trabajaba en la oficina con el equipo de comunicacion del Medical Protection Society y fueron ellos los que me animaron a publicar dibujos en las páginas de sus publicaciones. A partir de ahí, mi afición y el tiempo que le dedico ha ido aumentando. He hecho ilustraciones para libros, revistas….etc.
-Con humor e ironía, no deja de ser una obra crítica con la profesión. ¿Cree que sus colegas la entenderán?
El libro no nace con la intención de criticar sino de hacer reflexionar a médicos y enseñar a estudiantes y, de hecho, se menciona varias veces en el texto que las escenas que aparecen podrían ser reales, no que lo sean. Algunas viñetas son completamente absurdas; quiero creer que no ha nacido el médico que se niegue a ver un paciente porque sea antisocial, que no acuda a la llamada en un avión simplemente porque está de vacaciones o que deje a una paciente desangrarse por convicciones morales. Otras, sin embargo, serían el pan de cada día, como el poco cuidado con la confidencialidad de colegas enfermos, las explicaciones con términos incomprensibles, la escritura ilegible y cosas así. Entre medias están los casos más grises que invitan a la reflexión.
Ha sido un ejercicio de dar la vuelta al Código de Deontología Médica y dibujar a los médicos haciendo todo mal. Si hay situaciones reflejadas en el Código, será porque ya los eruditos de la deontología pensaron que esto podría ocurrir y advierten contra ellas.
Quizás algunos de mis colegas no lo entenderán. En primer lugar, porque no sean capaces de aceptar que el cómic es un género literario tan serio como cualquier otro y por otro lado habrá algún colega que lo sentirá como un dedo acusador. Si al leer “Con-Ciencia Médica “alguien se ve reflejado en algún comic, lo mejor es leer el material complementario con lo que dice el Código de Deontología u otros documentos de igual valor y reflexionar quien tiene el problema.
Es también posible que algunos médicos no se sientan cómodos con que este libro lo lean los pacientes, que se sientan agredidos por sacar a airear “los trapos sucios de la profesión”. Estoy convencida que el comportamiento de la gran mayoría de mis compañeros es ético y moral pero si este libro es un acicate social para mejorar ciertos aspectos, bienvenido sea el malestar de algún colega. El colega que se sienta herido por este libro es quizás el colega que más necesita su lectura. Para el resto será un ejercicio simplemente divertido y un rato estupendo de ocio. En medicina sobran algunos pedestales y falta un poco mas de autocrítica sana.
-¿A quién va dirigido principalmente el libro, a médicos y estudiantes de medicina o a ciudadanos?
Está diseñado para recibir dos lecturas diferentes. Por una lado la del profesional y el estudiante que además podrán acceder fácilmente a través de códigos QR o de la página web del libro a un montón de material complementario y utilizarlo como libro de texto. Por otro lado, está dirigido a los pacientes, evitando jerga médica y explicando los términos médicos a través de asteriscos. Los temas médicos interesan a la gente de la calle y creo que “Con-Ciencia Médica” va a resultar muy atractivo por mezclar la visión crítica del médico con la posición mucha veces susceptible y vulnerable que tenemos todos cuando nos convertimos en pacientes. Por el feedback que ya he recibido, está siendo muy bien recibido en el mundo no médico.
-Usted inicia el libro con la descripción en dibujo del médico bueno ¿cuál es la esencia?
La misma que ya describió Escribonio Largo en el siglo I dc: El médico, un hombre bueno, perito en el arte de curar y lleno de misericordia y humanidad.
Poco ha cambiado, cuando el médico apenas tenía herramientas de curación, ya se esperaba de él que fuera humano y buena gente, digno de fiar y generoso. Yo solo he desglosado un poco las características y las he aplicado a nuestros tiempos. Creo que la ciencia nos hace buenos médicos pero la ética nos hace además médicos buenos, deben ir juntos para beneficio de la sociedad a la que cuidamos.
-El libro cuenta con una ilustración personalizada de Forges en la contraportada ¿qué representa para usted?
¡Lo mejor del libro! Siento una admiración profunda por Antonio Fraguas por la simpatía de sus personajes, la simpleza de su trazo, su aire intensamente crítico bajo una capa inocente y dulce. Además, Forges entiende al colectivo médico como nadie nunca lo ha hecho antes y a menudo resume con maestría en una sola frase el sentir de los médicos o los problemas profundos de la Sanidad. Es un absoluto genio.
Busqué a Forges para pedirle que revisara el borrador del libro; le expliqué cómo a veces me falta credibilidad por en el mundo de la ilustración por ser “solo médico” y cómo me encantaría que viera mi proyecto y me diera su parecido. El intento fue un brindis al sol sin soñar siquiera que el gran Forges se tomaría el tiempo de leerlo, de hablar conmigo por teléfono y de dedicarme una viñeta que pone la guinda al trabajo.
Llevar en la contraportada a alguien como Forges es un sueño. ¡Es grande, muy grande!.
-Los errores médicos que aborda en el libro ¿siguen siendo una asignatura pendiente de la profesión?
Muchos errores médicos son inevitables, casi inherentes a lo que hacemos pero, desafortunadamente, en la cultura médica española no se ha dado aun el paso de pasar de una dinámica de culpabilidades a una de aprendizaje. Al darse cuenta de un error, deberíamos pasar por el mismo proceso que los médicos británicos: informar al paciente, disculparte y después entrar en un proceso de mejora del sistema para que nadie vuelva a cometer ese mismo error. No es cuestión de culpabilizar sino de mejorar en lo que hacemos, utilizar los errores en beneficio de futuros pacientes. En España seguimos con la cultura del silencio. Hay un campo de mejora enorme y empieza a haber un movimiento de cambio, pero está empezando.
-Que es menos ético, los incentivos para buscar meramente ahorro o las comisiones de la industria por prescripción?
Desde mi punto de vista las dos son terribles pero a la primera además se le suma el ser un acto institucional.
En todo caso, en este campo tenemos un problema grave. Por un lado, muchos médicos siguen sin ver problema en aceptar regalos o incentivos de la industria farmacéutica, simplemente porque siempre se ha hecho así y por qué creen que a ellos en particular no les afecta ni coacciona. Por otro lado, la formación continuada del médico que tan imprescindible es, se ha dejado en manos de la industria y no hay forjada una estructura firme en el sistema público para que el médico continúe formándose a cargo del sistema que es quien se beneficia de ello. Estamos metidos en un círculo cerrado que solo el propio médico puede romper. Los precios de los cursos y congresos son intocables para nuestros sueldos pero empiezan a surgir iniciativas en las que se organizan eventos de gran calidad científica sin necesidad de que el médico tenga que andar mendigando dinero. Se puede hacer; se está demostrando. Por otro lado, es casi imposible aprender algo en un congreso que no esté gratis en Internet. Necesitamos un cambio de cultura, del médico y del sistema.
-Su libro es muy crítico con la publicidad medica ¿está preparada para la respuestas de sus colegas?
No me preocupa, insisto en que mi libro lleva como base las normativas médicas de obligado cumplimiento, el Código de Deontología Médica y documentos que tienen la misma categoría que el mismo. Hace muy poco, la OMC ha sacado un fantástico documento sobre la propaganda y la publicidad médica; yo, lo único que he hecho ha sido ponerle colorines y un toque de gracia.
Como profesional de la medicina, ver sellos de agrupaciones y sociedades médicas en los productos del supermercado y en particular en aquellos que no son siquiera saludables, es un insulto a la profesionalidad y a la credibilidad de todos nosotros. Me provoca vergüenza.
Intuyo que alguno me criticará, pero también que habrá una gran mayoría que sientan absoluto deleite con los comics que cubren esa parte del libro.
-Con tanta tecnología, falta humanidad en la medicina?
Las estadísticas dicen que el médico pasa más tiempo mirando la pantalla del ordenador que al paciente, eso es ya un hecho. Estoy segura que el paciente no obtiene del médico moderno lo que muchas veces busca, que le oigan, que le entiendan, que le solucionen dudas. Pero quizás el gran enemigo no es tanto la tecnología como la falta de tiempo. Cuando en cinco o diez minutos un médico tiene que escuchar, valorar, explorar, diagnosticar, explicar y tratar a un paciente, lo más fácil es que el proceso sea desastroso tanto para el paciente como para el médico.
-Médico de Urgencias, escritora de blogs y libros, ponente en múltiples foros, activa usuaria de redes sociales, madre ¿de dónde saca tiempo para todo?
Ni idea, supongo que como todo el mundo voy siempre de cabeza. Aunque las redes sociales no me quitan tiempo sino más bien lo contrario; me permiten gestionar cosas que de otra manera me llevaría mas desgaste, como por ejemplo el estar al día.
Mi único truco es que no trabajo en urgencias a tiempo completo. Para poder hacer cosas complementarias, en España mi única opción laboral desde que vivo aquí ha sido aceptar un contrato de guardias en Urgencias y eso me permite tener tiempo extra para hacer otro tipo de medicina: la comunicación médica. Desde el punto de vista meramente laboral es un suicidio y además no tiene futuro pero lo he asumido y soy consecuente. El problema no es el ahora; estoy cómoda con esta situación pero cuando miro para delante no veo ninguna luz.
De todos los que mencionas, el trabajo que más me importa y del que estoy más orgullosa es el de ser madre. En España no existe verdadera conciliación posible, es un mero maquillaje superficial y la expectativa de que la mujer se acople a un mundo de hombres y no de que el mundo masculino se acople a las prioridades de una mujer. Pero en fin, esto da para otra entrevista.
-Trabajando por un mundo mejor, así se describe en su propia biografía en Twitter ¿cree que es posible conseguirlo con pequeñas cosas?
Creo que hay que dejar de mirar a lo grande y ver más bien lo que tenemos alrededor. Es un poco el error que se comete cuando se enseña Ética Médica, que nos centramos en situación extremas que la mayoría de los médicos nunca vamos a ver en nuestra vida profesional. Dar vueltas a temas como la mujer violada embarazada que quiere abortar; el deseo de la eutanasia de una persona parapléjica o qué hacer con los embriones no usados de una fecundación in vitro, son parte de una ética extrema que conllevan olvidarse de la ética de todos los días, de cómo hablar con el paciente, de la importancia de presentarte, del cuidado extremo con la confidencialidad, de la medicalización de la vida, del exceso terapéutico en ancianos etc. Son las pequeñas cosas las que hacen la diferencia en la vivencia que el paciente tiene con el encuentro con el médico, y esas en las que hay que trabajar.