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Dr. Juan Martínez: «La educación para la salud no llega de un modo efectivo a los mayores»

El Dr. Juan Martínez, director de la Fundación para la Formación de la Organización Médica Colegial (FFOMC), considera que la educación para la salud no está llegando de forma efectiva a los mayores, según puso de manifiesto en la Cumbre Atlántica de Salud, donde participó para hablar sobre la promoción de la salud en el anciano y brecha digital.

 

Madrid, 21 de octubre de 2015 (medicosypacientes.com/A.G.)

El Dr. Martínez, especialista en Medicina Preventiva, participó en la mesa «Educación para la Salud en la Madurez», en la que urgió a la comunidad médica y la sociedad en general a afrontar este problema emergente de la «brecha digital de los mayores» en pro de una buena educación para la salud porque «ésta es una de las grandes herramientas de la Medicina Preventiva y la Salud Pública».

Bajo el lema «Referentes con nombre propio», la Cumbre Atlántica de Promoción de la Salud y Educación para la Salud (CAPSEpS 2015) tiene como objetivo dar visibilidad y reconocimiento a los referentes académicos y profesionales que durante mucho tiempo han aportado y siguen aportando cualidades como la constancia, el esfuerzo, la resiliencia y el liderazgo en el campo de la Educación para la Salud y la Promoción de la Salud.

El director de la FFOMC comenzó haciendo referencia al innegable avance de la esperanza de vida, que «observado de modo continuado en todos los países desarrollados nos proporciona, junto al evidente éxito en salud pública, la aparición de nuevos retos por enfrentar y resolver»- aseguró.

En su opinión, todos los seres humanos, salvo los profundamente afectados por enfermedades neurodegenerativas, son capaces de mejorar en sus habilidades y en la respuesta adaptativa a las nuevas necesidades que se le presentan.

Resaltó el hecho de que se precisa un apoyo social sostenido, especialmente en las poblaciones más vulnerables, para que esa mejora llegue de modo efectivo a todos y en condiciones de igualdad y planteó que «por un lado por razones culturales, fisiológicas y patológicas, la educación para la salud está llegando, o puede estar llegando de modo mucho menos intenso y efectivo a los ancianos que al resto de ciudadanos».

La educación para la salud es una de las grandes herramientas de la medicina preventiva y de la salud pública. No requiere de medicamentos ni necesariamente de instrumental técnicamente complejo y puso como ejemplo que «es importante utilizar el cinturón de seguridad, es sumamente eficaz para prevenir lesiones graves en los accidentes». La educación del sujeto que se incorpora a un vehículo es esencial, mucho más que la reparación de la fractura o el traumatismo craneoencefálico, por importante que esto sea: nadie, absolutamente nadie desea ser curado, sino que desea no enfermar» – manifestó.

Para el Dr. Juan Martínez, una persona educada para la salud o un aspecto concreto de ella, tenderá a modificar su actitud ante el agente de riesgo o el problema en cuestión por ejemplo el tabaco, y tenderá a rechazarlo o evitarlo, porque ha comprendido la cadena causal de acontecimientos peligrosos que se producen o pueden producir si se fuma»

No obstante – añadió – «hacia 1920, los publicistas americanos ya sabían que solamente en torno al 4% de los receptores de un mensaje publicitario pueden cambiar su conducta en el sentido deseado sobre bases racionales, y que apelar a emociones, instintos o mecanismos subliminales es mucho más eficaz para un publicista que la mera comunicación racional del problema y su origen (o de las virtudes de su producto en venta).»

A este respecto mencionó las actuales técnicas del coaching «originariamente procedentes del ámbito de la psicología clínica, y que difieren de ella en que su objetivo no es tratar o rehabilitar enfermedades, sino que intentan desarrollar y potenciar habilidades y cualidades personales en contextos complejos. Es posible, por ejemplo, que para entrenar a las personas en la mejora de su salud a través de la correcta nutrición, haya que enseñarlas a cocinar y a disfrutar de la cocina; es decir, rediseñar un plan de vida orientado a la salud».

Por tanto – continuó – «el anciano aúna con frecuencia a la presencia de enfermedades, pérdidas fisiológicas y  mermas sensoriales, a veces sutiles e iniciales,  que sin constituir una enfermedad predisponen grandemente a desajustes del conjunto de la economía, que contribuyen a la espiral de la perdida de salud en la vejez. Y en este campo, la eficacia de la educación para la salud «no es necesariamente inferior en el viejo que en el joven, lo que sucede, es que el mensaje puede simplemente no llegar.

Abordó esta situación y los diferentes modos que provocan que el mensaje no sea recibido por estos receptores. Por un lado – expresó – está el hecho obvio de que la disminución de la agudeza visual y auditiva del anciano lo vuelve vulnerable a accidentes e impermeable a mensajes de alerta, mensajes educativos y promotores de salud o meros mensajes instrumentales sobre uso de medicamentos, los autocuidados y todos cuantos se nos antojen posibles. Los ancianos ven mal, oyen mal y esto merma nuestra capacidad de comunicar mensajes de naturaleza promotora de salud y cualquier otra. Sin embargo, y es ahí cuando entran los poderes públicos en acción, la perdida visual y auditiva tiene origen prevenible en muchas ocasiones (laboral, por ejemplo) y tiene tratamiento y rehabilitación profundamente desatendida por la sanidad y los servicios sociales (listas de espera para consultas de especialistas, exclusión larvada de las visitas preventivas a los mayores, nula financiación de los aparatos para sordos o de las prótesis visuales, lo que ocasiona un sesgo de pobreza y una brecha social que dificulta sin duda la promoción de la salud y favorece los accidentes y la pérdida de esperanza y de calidad de vida.

Por otro lado – añadió – «puede que el mensaje no llegue porque el vehículo sea equivocado. Y es ahí donde ha nacido, y no solo entre ancianos, la llamada brecha digital».

Juan Martínez considera que la mayoría de la intensificación de la comunicación en salud (y de todas las comunicaciones) exigen ya dispositivos electrónicos con pantallas pequeñas y luminosas, teclados virtuales y requieren conocimientos a veces avanzados de informática y de la propia tecnología cambiante, vacilante, insegura y en todo caso novedosa para un anciano que no ve bien, no oye bien, no tiene dinero para comprar un dispositivo y carece de una conexión de banda ancha para poder recibir el supuesto mensaje que le ayuda le cuida o lo protege. El anciano o simplemente el hombre o mujer de más de 50-60 años no es nativo digital, no le gusta el entorno de los smartphones, le aburre, lo considera intrusivo, ominosamente lento a veces, insoportablemente veloz otra y. considera que vida era más feliz antes sin esos requerimientos.

El director de la FFOMC insistió en que «la sociedad y el sector sanitario reacciona con más tecnología orientada hacia los nativos digitales, ignorando esa pavorosa brecha digital que lleva a que nuestros mayores sean los modernos excluidos del sistema. Piensen, por ejemplo – omentó – en que para pagar los impuestos hay que hacerlo con un ordenador conectado a Internet. Si carece de él puede ir a las oficinas de Hacienda, pero habrá de solicitar cita previa por teléfono, atendiendo a las instrucciones de una grabación robotizada. Para ser atendido en Atención Primaria ha de usarse un procedimiento de cita previa de este estilo, por Internet o por teléfono; ancianos que no oyen bien, que no ven bien, que odian hablar por teléfono, que olvidaron y perdieron las gafas o que las tienen pero no las usan» – aseveró.

«Más tecnología puede ser la solución cuando se generalicen sistemas de reconocimiento de voz o dispositivos que se anticipen incluso a la emisión del sonido; aplicaciones y dispositivos que transmitan mensajes desde el anciano ante variables fisiológicas que orienten a sus cuidadores, por ejemplo – manifestó -, pero estas soluciones no serán útiles si no llegan a todos, si no son fuertemente apoyadas por los poderes públicos y además,  plantearán de nuevo retos y dudas en el ámbito de la privacidad y del respeto a los derechos civiles.

Finalmente, urgió a la comunidad médica, sanitaria en general, científica y a la sociedad en su conjunto para que esté alerta ante esta brecha tecnológica y digital relacionada con la edad (y también relacionada con la pobreza); al conjunto de barreras que ha creado la tecnología en los mayores, que «no parece que vaya a ser resuelta de modo inminente y que se ha constituido – aseguró – en un problema emergente tan grave como lo es o lo ha sido hasta fecha reciente el de las barreras arquitectónicas para los discapacitados físicos».

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