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Dr. José Luis Almudí: «La gestión clínica y los médicos»

El doctor José Luis Almudí, médico de A.P. y secretario del Colegio de Médicos de Valladolid, ha publicado un artículo en el diario «El Norte de Castilla», en el que retrata la situación actual que atraviesa el actual modelo sanitario y en el que también se alude a nuevas formas de gestión ante las cuales pide transparencia y claridad

 

Valladolid, 28 de noviembre 2013 (medicosypacientes.com)

«La gestión clínica y los médicos»

Dr. José Luis Almudí, médico especialista en Medicina Familiar y Comunitaria, coordinador del Equipo de Atención Primaria de Peñafiel (Valladolid) y secretario del Colegio de Médicos de Valladolid.

El ambiente sanitario está convulsionado por un concepto que, aunque puede parecer novedoso, denominado Unidades de Gestión Clínica (UGC), no es más que una adaptación tardía y forzada por las circunstancias económicas de lo que muchos médicos ya veníamos haciendo desde hace mucho tiempo: decidir cómo, cuándo y qué recursos utilizamos en cada momento en la relación asistencial con nuestros pacientes, siendo conscientes de la repercusión económica de estos actos, ya que el desperdicio de recursos en este momento financiero pondría en riesgo la salud de otros pacientes en la actualidad y en el futuro.

Los médicos, de forma mayoritaria, siempre hemos tomado decisiones guiándonos por nuestro criterio clínico, basado en guías de buena praxis y en nuestra experiencia, mientras que en los tiempos de bonanza económica existió una burbuja política en la que muchos dirigentes querían destacar entre sus electores como implantadores de recursos sanitarios, sin criterio, con la justificación de mejorar la salud de sus paisanos, lo que nos ha llevado a una situación de desajuste entre financiación y oferta de servicios, no por un problema estrictamente económico, sino de mal gobierno.

Sin embargo, la crisis financiera que dio al traste con todos estos desatinos obligó a cambiar bruscamente las claves en la política sanitaria, recortando primero a los médicos, como al resto de funcionarios, sus retribuciones y modificando las condiciones laborales, y continuó afectando también a los usuarios con recortes en algunos servicios, incluido el copago en la prestación farmacéutica y obligando a un control exhaustivo de los gastos y una drástica disminución de las inversiones, lo que ha llevado, entre otros, a un aumento de las listas de espera y a la insatisfacción tanto de los usuarios como de los médicos.

En este momento crítico en el que lo verdaderamente importante es salvaguardar el núcleo principal de nuestro SNS, la universalidad, la gratuidad en el acceso, la financiación y la provisión pública, nos encontramos con que en la mayoría de los países desarrollados desde hace varios años ya se estaba trabajando en cambios estructurales en los sistemas sanitarios, utilizando elementos tan conocidos como ignorados en muchos casos en nuestro entorno, como la medicina basada en la evidencia, la gestión del conocimiento, la gestión clínica, la agrupación funcional entre hospitales, la gestión por procesos, la estrategia de crónicos o la coordinación sociosanitaria.

Por esta razón, nos vemos abocados a ponernos al día en todo esto a marchas forzadas, lo que está provocando en todos los agentes que intervienen (políticos, gestores, sindicatos, colegios profesionales, ciudadanos y sobre todo a los profesionales) un cierto desasosiego, inquietud, recelo y desconfianza que pueden dar al traste con el objetivo único, que no es otro que hacer sostenible nuestro sistema sanitario.

Pero en esta estrategia es necesario seguir unos pasos que parecen lógicos, cualquier modelo de gestión clínica debe contar con una información clara y trasparente en sus intenciones por parte de la Administración, debe mantener las condiciones laborales de los trabajadores, contar con unos objetivos claros basados en mejorar la salud de los ciudadanos de la forma más eficiente, pero con indicadores de salud y no solo de consumo de recursos, unos resultados objetivables, unos estímulos por trabajar más y mejor, una dirección participativa y, por supuesto, el consenso de la mayoría de los trabajadores, ya que el sistema debe basarse en la confianza y el compromiso no solo entre los profesionales y la Administración, sino también con la sociedad civil.

Nuestro sistema sanitario necesita adelgazar la estructura y la rigidez de los equipos directivos, trasladar la decisión y la responsabilidad a los profesionales mediante nuevas formulas de gestión que favorezcan la comunicación entre los profesionales de los diferentes niveles, agilizando los procedimientos en busca de una mayor eficiencia.

Pero todo esto no se puede conseguir sin un nuevo diseño de los servicios públicos de salud que posibilite la actuación integrada entre los niveles asistenciales; que permita encauzar la excesiva atomización asistencial y el enfoque integral y longitudinal a la persona enferma, potenciando decididamente la Atención Primaria y su papel de gestor clínico; que ordene el territorio para racionalizar tanto los servicios próximos como los de alta especialización; que ponga en marcha estrategias para pacientes crónicos, pluripatológicos y terminales, y que vaya aportando instrumentos de gestión a los centros y servicios, para que puedan promoverse modelos efectivos de gestión clínica.

Y por último, añadir que los profesionales sanitarios no debemos acomodarnos en un estatus que a la larga nos va a perjudicar. Es un error utilizar como excusa la desconfianza hacia todo para no avanzar hacia nada, ya que el espacio que dejemos libre será ocupado por otras alternativas con otros intereses.

 

 


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