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Dr. Javier Font: «Medicinas alternativas ¿dónde estamos?»

Conviene tener presente que comenzar un pseudotratamiento alternativo acarrea una demora para el comienzo de un tratamiento real y ésta puede llegar a ser la diferencia entre la vida y la muerte de una persona, según explica el doctor Javier Font, en este artículo. En este sentido, las “medicinas alternativas” no sólo pueden retrasar los tratamientos efectivos, sino que muchas veces intentan reemplazarlos, con el riesgo evidente que significa abandonar o incluso no iniciar los tratamientos tradicionales. Es por ello que su recomendación pasa por una buena dosis de escepticismo ante esas terapias alternativas que, en su opinión, tienen mucho de marketing y nada de ciencia

Madrid, 17 febrero 2012 (medicosypacientes.com)

«Medicinas alternativas: ¿dónde estamos?», por el doctor Javier Font,
representante nacional de Hospitales de la OMC

Durante estos últimos años se ha producido un notable auge de nuevas formas de medicina, también llamadas “alternativas”, “complementarias”, “no convencionales”, “paralelas”, “no integradas”, “biológicas” o “naturales”. Sin embargo, en la comunidad científica y también en la sociedad, no todos convienen en que se les otorgue la calificación de medicinas, prefiriéndose el de terapias.

Las entradas en páginas web relacionadas con estas terapias se cuentan por millones, cifras significativamente superiores a las relacionadas con técnicas o especialidades de la medicina científica; y tampoco es extraño ver anuncios donde se ofrece acupuntura, tratamientos homeopáticos o reflexología, incluso en las propias oficinas de farmacia.

Acudir a un quiropráctico, homeópata o acupuntor para recibir tratamiento complementario o preventivo va en aumento, pues son numerosos los pacientes que reivindican con creciente demanda formas diferentes de tratamiento. Asimismo, los cambios culturales favorecidos por los flujos migratorios y, como se ha dicho, el acceso a determinada información o propaganda a través de la red, ha propiciado el incremento de esta tendencia. Un estudio del denominado Observatorio de Terapias Naturales, publicado en mayo de 2008, pone de relieve que mas del 95,% de la población española conoce alguna terapia natural, y un 23,6% manifiesta haberlas utilizado alguna vez, principalmente yoga, acupuntura, quiromasaje y homeopatía. No sería, por tanto, realista ignorar esta situación.

El pasado mes de diciembre, el Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad, publicó el primer análisis sobre la situación de las terapias naturales. En él se identifican y analizan 139 técnicas en este ámbito, se pone de relieve la escasa evidencia científica disponible sobre su eficacia, y se destaca la ausencia de una regulación global de las mismas en los países de nuestro entorno.

Las técnicas analizadas, se clasifican en cinco apartados: sistemas integrales o completos (homeopatía, medicina naturista, naturopatía, medicina tradicional china, acupuntura, ayurveda),  prácticas biológicas (fitoterapia, terapia nutricional, tratamientos con suplementos nutricionales y vitaminas), prácticas de manipulación y basadas en el cuerpo (osteopatía, quiropraxia, quiromasaje, drenaje linfático, reflexología, shiatsu, sotai, aromaterapia), técnicas de la mente y el cuerpo (yoga, meditación, kinesiología, hipnoterapia, sofronización, musicoterapia, arteterapia y otras) y técnicas sobre la base de la energía (Qi-Gong o Chi-kung, Reiki, terapia floral, terapia biomagnética o con campos magnéticos). Todas ellas son clasificadas como “terapias naturales”, evitándose cualquier paralelismo con algún tipo de medicina.

Estas terapias suelen considerarse más inocuas que las de la medicina convencional, aunque no siempre están exentas de riesgos, si son practicadas por personas no cualificadas. La evidencia científica disponible sobre ellas es escasa, debido al corto número de estudios y de suficiente calidad publicados, que no proporcionan una evidencia aceptable de su efectividad en situaciones clínicas concretas.

La diversidad de enfoques y de legislación sobre estas terapias existente en la Unión Europea alertó, en el año 1994, sobre la conveniencia de armonizar dentro de lo posible la normativa que se aplica a los profesionales de dichas terapias en los Estados miembros de la UE.

Diez años antes, el Consejo de Europa ya había intentado algo parecido a través de un estudio sobre “Legislación y Regulación de métodos no convencionales de diagnóstico y tratamiento”,

Posteriormente, en 1997, el Parlamento Europeo aprobó una Resolución sobre el régimen de las medicinas no convencionales (Informe Lannoye), y se propuso iniciar un proceso de reconocimiento de las formas no convencionales de medicina.

Finalmente, en junio de 1999, el Consejo de Europa emitió un informe sobre la situación de las medicinas no convencionales en Europa, concluyendo que, por la diversidad de legislaciones, el intento de armonización era complicado, y planteó la posibilidad de reconocer las más implantadas, como acupuntura y homeopatía, fomentando el reconocimiento oficial de estas terapias en las Facultades de Medicina.

Respecto a qué profesionales pueden prestar este tipo de tratamientos, los países meridionales, principalmente Francia, Bélgica y Luxemburgo, consideran que sólo los médicos pueden proporcionar este tipo de atención sanitaria, mientras que otros países, especialmente los nórdicos, tienen el enfoque contrario, es decir: permiten a cualquier persona ofrecer estos cuidados sanitarios. Esto da lugar a situaciones paradójicas, ya que profesionales autorizados a practicar estas terapias en unos Estados quedan al margen de la legalidad en otros.

En España, la normativa dirigida específicamente a regular las terapias naturales es muy escasa, tanto en el nivel del Estado como en el de las Autonomías. Prácticamente no existe regulación respecto a las técnicas sólo la hay, con vistas a su comercialización, para los medicamentos homeopáticos y los que contienen extractos de plantas. En cuanto a los centros en los que se aplican algunos tipos de estas terapias, el marco normativo estatal se refleja en el  Real Decreto 1277/2003 y la  Orden SCO/3866/2007, si bien, la mayoría de las Comunidades Autónomas disponen de alguna norma posterior a dicho Real Decreto.

En el año 2004, la OMC aprobó una Declaración de la Comisión Central de Deontología sobre la «Ética de la Práctica de la Acupuntura», que asumía las directrices dadas por la Organización Mundial de la Salud. Con ella tomaba en consideración la opinión compartida por numerosos médicos, según la cual diferentes métodos de tratamiento e incluso diferentes enfoques de la salud y de la enfermedad no se excluyen mutuamente, sino que, por el contrario, pueden utilizarse de forma complementaria; también contemplaba la conveniencia de garantizar a los pacientes libertad de elección terapéutica, el mayor nivel posible de seguridad y una información correcta sobre la inocuidad, calidad, eficacia y riesgos de las medicinas no convencionales, y de proteger a los pacientes de las personas no cualificadas.

En el año 2009 y desde esta misma perspectiva, acordó reconocer la homeopatía como acto médico que precisa de un diagnóstico previo y de una indicación terapéutica que debe ser realizada por personal cualificado y en centros sanitarios debidamente autorizados, entendiendo que estos tratamientos han de estar siempre “liderados” por un médico, que es quien tiene competencia para hacer un diagnóstico.

Por lo general no se da mayor importancia al hecho de que alguien de nuestro entorno intente dejar de fumar con acupuntura, tome un producto homeopático para el insomnio o asista a una sesión de yoga y se acepta que estas terapias se puedan beneficiar del fascinante efecto placebo, la regresión a la media y la historia natural de la enfermedad.

No es el momento de debatir sobre las diluciones en la homeopatía o explicar el número de Avogadro, ni tampoco discutir cuantos puntos clásicos y cuantos extraordinarios son utilizados en la práctica de la acupuntura, aunque da qué pensar cuando se lee, en  las Directrices sobre capacitación básica y seguridad en la acupuntura publicado por la OMS en el año 2002, que hay ciertas zonas en las cuales no se debe pinchar, por ejemplo: las fontanelas en los lactantes, los genitales externos, los pezones, el ombligo y el globo ocular, o que la manipulación inadecuada en puntos localizados entre las vértebras cervicales superiores y sus inmediaciones, puede alcanzar el bulbo raquídeo.

Conviene tener presente que comenzar un pseudotratamiento alternativo acarrea una demora para el comienzo de un tratamiento real y ésta puede llegar a ser la diferencia entre la vida y la muerte de una persona. Más aun, las “medicinas alternativas no sólo pueden retrasar los tratamientos efectivos, sino que muchas veces intentan reemplazarlos, con el riesgo evidente que significa abandonar o incluso no iniciar los tratamientos tradicionales. Todos hemos sido testigos de alguna desgraciada experiencia en este sentido.

Debemos ser especialmente escépticos ?escépticos activos? con esas terapias alternativas que tienen mucho de marketing y nada de ciencia, como las pulseras PowerBalance,  que mejoraban la fuerza, el equilibrio y la flexibilidad, o los parches de energía, que inundan la red y sirven tanto para el dolor como para dormir o adelgazar, tienen efecto antioxidante, aportan energía, etc., etc. Todas ellas abusan de la ignorancia y angustia de las gentes, que buscan en algunas situaciones alguien que les diga lo que se quiere oír, les prometa lo imposible y les asegure la curación.

También hemos asistido a numerosos eventos amparados por Instituciones Públicas, donde cursos de posgrado en Salud y Harmonia del Hábitat, relación entre telurismo y salud, la bioconstrucción, las nociones básicas de energía oriental, los análisis de flujos, la cristalización sensible (intención y pensamiento), la radiestesia, la geometría sagrada, el resentir y transmutación, la visión aural, y otras ideas disfrazadas de científicas formaban programas de postgrado.

Por todo ello, es necesario que, desde nuestros conocimientos y como personas apegadas a la ética y al método científico, sepamos defender a nuestros pacientes cuando la desesperación por la enfermedad los hace mas vulnerables a estos ataques, no permitiendo que estos vendedores de pseudociencias se apropien de su ingenuidad para lucrarse a través del fraude.

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