El presidente de la Comisión de Deontología del Colegio de Médicos de Bizkaia, el Dr. Jacinto Bátiz, expone en este artículo la situación con respecto a los certificados médicos, y hace especial mención a los casos, cada vez más extendidos, en los que éstos se solicitan “para certificar algo que no se ajusta a la realidad clínica del enfermo”, según el Dr. Bátiz
Bilbao, 23 de abril 2015 (medicosypacientes.com)
“Doctor, si sólo es una firma…”
Dr. Jacinto Bátiz, presidente de la Comisión de Deontología del Colegio de Médicos de Bizkaia
Blog “Ética y Deontología Médica de Bizkaia”
“Doctor, si solo es una firma…” Esta suele ser la entradilla de quien solicita un certificado médico de complacencia. Son bastantes la circunstancias en las que nos es solicitado un certificado médico para certificar algo que no se ajusta a la realidad clínica del enfermo:
Padres que acuden al médico para que certifiquemos el buen estado de salud de su hijo para cumplimentar los trámites de matriculación en un centro educativo (Colegio, Universidad…). Los padres acuden con el impreso del certificado pero si su hijo, alegando que no puede acudir a la consulta, no puede perder clases. En el historial que poseemos de su hijo observamos que no hay ninguna anotación desde hace 5 años por lo que nos negamos a cumplimentar el certificado si previamente no exploramos y comprobamos que lo que vamos a certificar es cierto.
Quien acude solicitando que certifiquemos que padece una dolencia (inexistente) para retrasar la asistencia a un juicio por recomendación de su abogado.
Quienes acuden para poder argumentar una enfermedad (inexistente) ante la agencia de viajes y le devuelvan el dinero que adelantó para ese viaje del que ahora se ha arrepentido de contratar.
La lista de situaciones de este tipo podrían continuar, pero creo que son lo suficientemente representativas para contextualizar lo que deseo reflexionar en este post. Nuestra negativa a realizar estos certificados de complacencia nos dejan a los médicos en situación de “vaya borde, no me ha querido hacer un pequeño favor. ¡Si total sólo es una firma! ¡Que faena me ha hecho!”
Pero lo que ha colmado el vaso de mi enfado ha sido cuando estos días, previos a las elecciones, he recibido en mi consulta militantes de distintos partidos políticos con un listado de algunos de mis enfermos junto a su número de DNI, su fecha de nacimiento y una leyenda “no puede acudir a votar por padecer…”. Junto a este listado le han entregado a mi enfermera un taco de impresos de certificados oficiales para cumplimentarlos con los datos aportados. Ante esta situación me planteo lo siguiente: no aportan fotocopia del DNI, no aportan consentimiento escrito del paciente y aunque así fuera, ¿voy a entregar certificados con las patologías de mis pacientes a cualquiera?. Compruebo el listado, y observo que algunos a quienes tenía que certificar que no podían ir a votar, habían venido a la consulta días antes sin ningún tipo de incapacidad. Llamo a aquellos pacientes que considero que sí están impedidos para poder ir a votar y les comento que deberá venir algún familiar suyo para recorrer dicho certificado. En ningún caso se lo voy a entregar a nadie extraño salvo que venga acompañado de su autorización escrita.
Llegado este momento me permito hacer alusión a nuestro Código de Deontología Médica:
Art.20.1.- “Cuando proceda o el paciente lo solicita, es deber del médico proporcionar un informe o un certificado sobre la asistencia prestada o sobre los datos de la historia clínica. Su contenido será auténtico y veraz y será entregado únicamente al paciente, a la persona por él autorizada o a su represente legal”.
Art.20.3.- “Están éticamente prohibidos los certificados médicos de complacencia”.
Desearía que estas situaciones nos hicieran reflexionar a todos:
-A los médicos, para ser escrupulosos en nuestro ejercicio profesional no solo con el fonendoscopio o con el bisturí, sino también con el bolígrafo.
-A los pacientes, para que no exijan “estas chapuzas burocráticas” que le pondrían en una situación dificil al médico.
-A la sociedad en general, instituciones, partidos políticos… para que no induzcan a “banalizar” los actos médicos.