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¿Por qué no se habla del suicidio? La prevención de la conducta suicida, una asignatura pendiente en España

De lo que no se habla no existe. Tradicionalmente, falsas creencias consideraban que hablar o informar sobre el suicidio provocaba un efecto llamada. La evidencia científica ha demostrado que comunicar correctamente sobre el suicidio ayuda, y mucho, a la prevención, a detectar signos de alarma y a acompañar. Pero no solo eso, en España expertos en salud mental reclaman una estrategia nacional de prevención del suicidio, una asignatura pendiente desde hace muchos años

La sección de Actualidad de la Revista ‘Profesión Médica’ del CGCOM recoge, en este número, un reportaje sobre el suicidio, con motivo del Día Mundial de la Prevención de este problema social responsable de más de 700 000 fallecimientos al año en el mundo.

Para analizar de forma multidisciplinar las causas se ha contado con la participación de expertos e investigadores como la Dra. María Irigoyen, psiquiatra en el Hospital Universitario Santa María de Lérida; Dr. Alejandro de la Torre, coordinador Plataforma Nacional para el Estudio y la Prevención del Suicidio; y el Dr. Carlos Gómez Sánchez-Lafuente, psiquiatra en el Hospital Regional Universitario de Málaga.

En España se producen una media de 11 suicidios al día y ya es la primera causa de mortalidad en jóvenes. Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) en 2020 se produjo el mayor número de suicidios en España desde que se empezaron a registrar en 1906.

El tabú informativo, la falta de profesionales de psicología, programas de salud mental o campañas de prevención son algunas de las causas que provocan que este problema, del que durante muchos años no se ha hablado, vaya en aumento. Además, se ha agravado de forma considerable durante la pandemia de COVID-19.

“El suicidio tiene un origen multifactorial y es complejo determinar nítidamente cuáles han podido ser las razones del incremento. Es cierto que la literatura señala situaciones de epidemia, catástrofes previas y sobre todo recesión económica, como posibles factores de riesgo de repunte de suicidio. Una sociedad más cohesionada probablemente ayudaría a disminuir el suicidio”, señala la Dra. María Irigoyen, psiquiatra experta en conducta suicida y autora de numerosos trabajos sobre el suicidio en la profesión médica, población adulta y en la población infantojuvenil.

Para el Dr. Carlos Gómez Sánchez-Lafuente, psiquiatra investigador condecorado con la Beca Rio Hortega 2020 del Instituto de Salud Carlos III, con publicaciones en las necesidades de las personas con trastornos mentales, trastorno bipolar, trastornos psicóticos y suicidio, “la sociedad no está diseñada para prevenir el sufrimiento”.

En edad infantil apenas se realiza educación emocional. El acoso escolar es un problema creciente que muchas veces es ignorado. “Muchas personas tampoco reciben una atención adecuada para las patologías crónicas, tanto mentales como somáticas, que aumentan el riesgo de suicidio”, señala el experto.

Por su parte, el Dr. Alejandro de la Torre Luque, coordinador Plataforma Nacional para el Estudio y la Prevención del Suicidio, psicólogo e investigador del Hospital Clínico San Carlos y la Universidad Complutense de Madrid, asegura que existen diversas razones que pueden influir en que existan tendencias crecientes tanto de ideación, como de conducta y mortalidad por suicidio en España.

La primera razón es algo de impacto mundial: la pandemia por COVID-19. La pandemia y las estrategias desarrolladas por los gobiernos para reducir el riesgo de contagio “han supuesto ceses temporales de actividades productivas no esenciales o al distanciamiento social (con el consiguiente aumento de los sentimientos de soledad y aislamiento en las personas), entre otras situaciones”, explica.

Hay múltiples factores de riesgo que se asocian con conducta suicida que también han visto incrementado su peso, como son determinados trastornos mentales (ej., los trastornos de la conducta alimentaria casi se han visto doblados en número en la pandemia) o el incremento del conflicto en el seno familiar. “Por otro lado, no existen programas de apoyo a colectivos vulnerables como son el colectivo LGTBIQ+, con tasas de conducta suicida que triplican a los de la población heterosexual”, afirma el Dr. De la Torre.

En el contexto sanitario, también existen problemas importantes en la detección y tratamiento de la conducta suicida. “Existe muy baja capacidad de detección del riesgo suicida en atención primaria. Se hace prioritario formar a profesionales de atención primaria en la detección de señales de alarma de conducta suicida. Y, por otro lado, no hay una tradición sólida en contexto hospitalario de aplicación de programas preventivos para el intento o reintento suicida, más allá del ingreso por un corto periodo de tiempo. Los primeros meses tras un ingreso se convierten en momentos de elevado riesgo de conducta suicida”, explica el experto.

Precisamente, mejorar la detección pasa principalmente por incrementar la formación en torno a este tema. “Tanto a nivel de los profesionales sanitarios como a otros niveles, como en las escuelas, las fuerzas de orden público o personas que tengan un importante papel en una comunidad”, señala el Dr. Gómez.

El manejo precoz requiere del establecimiento de sistemas de detección y coordinación que permitan que esas personas en riesgo puedan acudir lo antes posible a un profesional sanitario adecuadamente formado para abordar esta problemática.

¿Por qué no se habla del suicidio?

El suicidio es un tema muy estigmatizado desde distintos ámbitos y centro de teorías acerca de su mal considerado efecto llamada. “Las propias personas que realizan intentos de suicidio no siempre sienten la comprensión de los otros para verbalizar su malestar. Los supervivientes de suicidio que son todos los allegados de las personas fallecidas por suicidio también suelen presentar dificultades en la elaboración del duelo y percibir estigma. Los medios de comunicación tampoco saben determinar cuál es el abordaje que deben realizar al respecto. Y la sociedad no siempre conoce las fuentes de información óptimas para una mayor sensibilización y apoyo mutuo”, afirma la Dra. María Irigoyen.

Por otro lado, tradicionalmente se ha temido que hablar de suicidio produzca un efecto contagio o un efecto llamada. En opinión del Dr. Carlos Gómez Sánchez-Lafuente, “en los últimos años hemos visto que hablar de forma adecuada de este tema ayuda a la prevención. Nuestra cultura también ha calificado el suicidio como moralmente inaceptable, atribuyendo una enorme culpa a la persona que realizaba una conducta suicida letal”.

Los falsos mitos han invadido la voluntad de hablar sobre la conducta suicida. “Se ha asociado ‘cobardía’ con intentar quitarse la vida. Todos estos mitos han hecho que la persona que ha considerado que quitarse la vida es (erróneamente) la solución a sus problemas añada la culpa y la vergüenza a todo ese sufrimiento y malestar emocional que venía arrastrando. Ello implica menos probabilidad de comunicarse por motivo del malestar asociado y que lleva a conducta suicida”, indica el Dr. De la Torre.

Nuestra sociedad está sumida en una cultura en la que mostrarse feliz o positivo es lo que se debe hacer y lo que se espera. No tiene cabida mostrarse vulnerable o triste, o pedir ayuda. Mucha menos cabida tiene contar las experiencias cercanas a resolver los problemas a partir de la propia muerte. Se hace vital educar (o alfabetizar como dicen algunos de los grandes profesionales que trabajan por la prevención del suicidio) sobre la conducta suicida, y el sufrimiento que pasa una persona que piensa en recurrir a ella, para así acabar con el estigma y mejorar los recursos de ayuda comunitaria.

¿Qué se puede hacer para prevenir el suicidio? La estrategia nacional de prevención, una asignatura pendiente

“Existe una asignatura pendiente en España con respecto a la prevención del suicidio, entendida como una acción compleja, multifactorial y multicomponente: el desarrollo de una estrategia nacional de prevención”, indica el Dr. Alejandro de la Torre Luque.

Desde 2018 se está observando un claro aumento de la mortalidad por suicidio en España. Diversos países han presentado en la última década estrategias de ámbito nacional de prevención del suicidio (ej., Austria o Suiza) con resultados bastante prometedores.

En el caso de España, las autonomías, dada la transferencia de competencias del Estado, se erigen como elementos responsables en la prevención del suicidio. Si bien, todos los planes autonómicos presentan desviaciones claras en relación con los protocolos marco de prevención del suicidio, como es el de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Las autonomías no tienen todas las competencias que llevan a mejorar algunos de los elementos críticos para la prevención del suicidio, como por ejemplo la mejora en los datos y registros de conducta suicida, la inversión finalista en investigación y prevención de la conducta suicida; o legislación sobre factores de riesgo precipitantes, como el consumo de alcohol excesivo, afirma De la Torre.

Por su parte, el Dr. Gómez Sánchez-Lafuente, pone en relieve que la prevención de la conducta suicida no es fácil. “Son necesarios un mayor número de recursos de ayuda tanto en primera línea (urgencias, atención primaria), como incrementar el número de psicólogos en la población. También es importante medidas a nivel poblacional, como reducir el acceso a métodos letales (p. ej. armas de fuego, medicamentos), hablar sobre la conducta suicida de forma menos estigmatizante y culpabilizadora, o el entrenamiento de determinados puestos de trabajo que pueden ayudar en la detección de personas en riesgo de suicidio (p. ej. profesores, policías). Intervenciones encaminadas a reducir el estigma en torno al suicidio también ayudan”, manifiesta el Dr. Gómez quien añade que tradicionalmente parecía que padecer un trastorno mental como depresión, ansiedad, esquizofrenia… eran los únicos factores de riesgo de suicidio. “Hoy sabemos que padecer una enfermedad crónica e incapacitante, especialmente aquellas patologías que implican dolor, como las patologías osteoarticulares, las neoplasias, o las enfermedades cardiovasculares también aumentan el riesgo. También ocurre con las patologías para las que hay importantes barreras para el tratamiento, como el VIH. El consumo de sustancias, entre ellas el alcohol, también es un factor de riesgo muy importante en la conducta suicida”, confirma.

Más del 90% de las personas que se suicidan presentan un trastorno mental y el diagnóstico más asociado es la depresión. “Es cierto que otras patologías también intervienen en el suicidio con características concretas en la conducta suicida como los trastornos de personalidad, los trastornos por uso de sustancias y la esquizofrenia”, alerta la Dra. María Irigoyen.

Precisamente, la Plataforma Nacional para el Estudio y la Prevención del Suicidio constituye una ambiciosa iniciativa, financiada por el Instituto de Salud Carlos III, que pretende servir como un elemento de vigilancia epidemiológica de la conducta suicida en España.

Esto permite acercar a la ciudadanía las cifras del suicidio en España, basándose en fuentes fidedignas y científicas. Así, en la plataforma se presenta, por ejemplo, un gráfico que permite localizar a nivel espacial y temporal la tendencia de mortalidad por suicidio en España, provincia a provincia. También se proporcionan recursos de ayuda para pacientes y se recogen iniciativas de acción común con asociaciones y otras entidades, como es la iniciativa “Hagamos un plan”. La plataforma está apoyada por múltiples asociaciones de profesionales y allegados por la prevención del suicidio, así como sociedades científicas en salud y salud mental.

Esta plataforma nace bajo el consorcio SURVIVE que comprende un conjunto multidisciplinar de investigadores e investigadoras por la prevención del suicidio.

Cualquier persona puede ayudar a prevenir un suicidio si detecta a tiempo los signos de alarma

Cualquier persona puede ayudar a prevenir un suicidio si detecta a tiempo los signos de alarma de su familiar o de una persona cercana, tal y como afirma este experto. “La prevención y también la promoción de la salud ha demostrado excelentes resultados en la reducción no solo de conducta suicida, sino de casi todos los problemas de salud del ser humano”.

La sensibilización también es importante; ya que muchas personas en riesgo pueden no llegar a comunicar sus ideas o planes si perciben este tema como un estigma. “Es necesario transmitir la información en los medios de comunicación sin caer en prácticas culpabilizadoras y sensacionalistas podría ser un gran avance. Por ahora, las medidas de prevención son escasas y en muchas zonas de nuestro país no están implementadas. El 024 puede ser un gran avance, pero su inicio no ha sido todo lo ideal que cabría esperar, aunque aún es pronto para evaluar su efectividad”, subraya.

Para la Dra. María Irigoyen “durante demasiado tiempo el suicidio ha sido un tema tabú y eso dificulta desarrollar una interpretación y manejo útil del mismo”. En su opinión, es fundamental educar al respecto en todos los estratos de la sociedad. “Desde la sensibilización a la sociedad civil y sobre todo la formación específica a distintos agentes concretos de profesionales sanitarios, educación, políticos, fuerzas del orden, etc. Es un tema en el que todos debemos involucrarnos desde el conocimiento, la identificación y la activación de la ayuda”, afirma.

“Todos podemos tener la oportunidad de ayudar a alguien que tiene pensamientos suicidas y es nuestro deber estar preparados para ello”, añade.

En este sentido, son fundamentales el papel de la familia y de la escuela. “La familia debe ser el refugio y área de seguridad en el que el menor exprese con normalidad sus emociones, temores, preocupaciones, pensamientos y así poder expresar con libertad su malestar para poder abordarlo. Es clave que desde educación se fomente la identificación de estas conductas que pueden suponer un riesgo de suicida en el menor para su precoz abordaje y atención”, analiza.

“También el hecho de que personalidades públicas comiencen a hablar de sus problemas y sus condiciones de salud ha llevado a una mayor detección e identificación del riesgo suicida. Sin lugar a duda, se está haciendo mucho en relación con la sensibilización social, pero aún nos queda un largo camino”, explica el Dr. De la Torre.

El papel de los profesionales sanitarios, clave en la detección

Los profesionales que están en primera línea de atención, como los médicos/as de familia, enfermeros/as de atención y primaria y personal de servicios de urgencias “tienen un papel clave en la detección del problema y en ofrecer un apoyo inmediato, cercano y sincero que permita que la persona en riesgo adquiera un compromiso con la vida”, Dr. Carlos Gómez Sánchez-Lafuente.

Sin embargo, para muchas personas es extremadamente difícil pedir ayuda. “Hablar de ideas de suicidio todavía está muy estigmatizado y muchas personas temen ser señaladas por su entorno por lo que optan por guardar silencio, lo que incrementa el riesgo de realizar una conducta suicida. Pedir ayuda es muchas veces el primer paso para frenar el paso al acto”, explica el experto quien señala que “la investigación es necesaria porque actualmente no entendemos plenamente todo lo que envuelve la conducta suicida”.

“La soledad se ha descrito como un factor de riesgo de suicidio en todas las edades, también en las personas de edad más avanzada. El empleo de las redes sociales es controvertido. Todos los avances tecnológicos, bien utilizados, pueden contribuir a nuestra vida, pero cuando se convierten en espacios de violencia, acoso, aislamiento, abandono de responsabilidades, etc. pueden ser tremendamente lesivas con afectación del menor y las dinámicas de relación con su ambiente más próximo generándose una conflictiva importante”, señala la Dra. Irigoyen.

En este sentido, la sociedad no está lo suficientemente formada. “Se necesita hacer un esfuerzo grande para llegar a todos los agentes sociales y poder atajar una causa de muerte prevenible como es el suicidio. Se deben dirigir más recursos para la formación de profesionales tanto sanitarios como de otros sectores (ej., cuidadores de residencias, profesores y educadores), pero también a la población en general. Campañas publicitarias u otros métodos de comunicación de masas ayudarían mucho en esta campaña”, explica el Dr. De la Torre.

Los médicos, ejemplo de pedir ayuda. Programa de Atención Integral al Médico Enfermo (PAIME)

Precisamente, los médicos cuentan con un programa para ayudarles ante enfermedades de salud mental y/o adicciones, y conductas de ideación suicida. “El Programa de Atención Integral al Médico Enfermo es una herramienta con una experiencia y utilidad contrastada durante estas más de dos décadas de dedicación a los profesionales sanitarios. Lo que sucede es que no siempre conseguimos que el profesional active la ayuda desde esa vía. Por eso es fundamental que los Colegios Oficiales de Médicos de manera concreta y globalmente el CGCOM y la FPSOMC continúen en su labor de sensibilización e información. Los compañeros de salud laboral también podrían ser extraordinarios cómplices para activar la ayuda sanitaria desde este programa específico que garantiza confidencialidad, accesibilidad y ayuda personalizada”, señala La Dra. Irigoyen.

Para el Dr. Carlos Gómez Sánchez-Lafuente,” este programa es de gran ayuda para muchos profesionales médicos. Sin embargo, aún hay numerosos profesionales que no lo conocen o no saben cómo acceder. Las acciones llevadas a cabo recientemente para mejorar la comunicación en torno a temas de salud mental pueden contribuir a mejorar la accesibilidad y ser un referente a la hora de ayudar todas aquellas personas que lo requieran”.

“El profesional médico se encuentra en contacto directo con el suicidio. Está claro que el efecto contagio es claro en este contexto y hay estudios que hablan de prevalencias de casi 11 por cada 100.000 habitantes, en médicos. Sin lugar a duda, se debe incluir programas de ayuda a profesionales que trabajan en el contexto de la prevención del suicidio. Las campañas de sensibilización de la población deben ser esenciales para ayudar a romper el estigma y salvar vidas”, concluye el Dr. de la Torre.

Acceso al reportaje en la Revista 50 CGCOM

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