sábado, abril 27, 2024

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El 33% de los pacientes del hospital de Tanguiéta, Benín, están en el suelo por falta de camas

Tanguiéta fue el sitio elegido por Fray Florencio, monje, médico e italiano, hace 47 años, para crear un pequeño consultorio de asistencia médica. Este pequeño consultorio es hoy es el Hospital de Tanguieta, pertenenciente a la Orden San Juan de Dios, en la actualidad, el más importante del país y que aunque cada año recibe aproximadamente 20.000 enfermos nuevos el 33% son atendidos en el suelo por falta de camas

Así lo puso de manifiesto, Fray Florencio en una entrevista durante el II Congreso de Cooperación Internacional de la Organización Médica Colegial (OMC), organizado a través de su Fundación para la Cooperación Internacional (FCOMCI) y el Colegio de Médicos de Cantabria que tuvo lugar durante dos días en Santander.

 
El Hospital de Tanguiéta de la Orden San Juan de Dios, que dirige Fray Florencio, con 70 años, atiende a la población de Benín y de países limítrofes, fundamentalmente de Níger y Burkina, cubre todos los servicios y cuenta con 320 profesionales y Fray Florencio, que como cirujano hace todas las especialidades.
 
Es difícil comparar el número de camas de su actividad asistencial con un hospital occidental, porque la mayoría de los pacientes están tumbados en el suelo y solo los más graves ocupan las alrededor de 400 camas que disponen para atender a las más de 600 hospitalizaciones que tiene.
 
A lo largo del año vienen diferentes misiones quirúrgicas de Europa, como la de Cantabria liderada por el Dr. Tomás Cobo, médico voluntario y presidente del Colegio de Médicos.
Fray Florencio intervino en este Congreso de Cooperación para hablar de las llamadas “enfermedades olvidadas”, y en concreto, de la Úlcera de Buruli una enfermedad que si no se diagnostica a tiempo conlleva muchas complicaciones. Con la ayuda del Gobierno y educando a la población, que no acude al médico pensando que es una maldición religiosa, podría llegar a desaparecer y sin necesidad de intervención quirúrgica. 
 
-¿Qué es la Úlcera de Buruli? ¿Por qué se produce?
 
La Úlcera de Buruli es una enfermedad tropical particularmente muy dolorosa que conlleva muchas afectaciones y que tiene difícil diagnóstico porque la gente que la padece se piensa que es una enfermedad religiosa.
 
Actualmente se desconoce que vectores pueden ser medio de trasmisión de esta enfermedad. Hay teorías que dicen que puede producirse por penetración cutánea por pinchos o ramas y por picadura de chinches acuáticos.
 
Los niños entre 2 y 15 años constituyen el 50% de los enfermos. Pero todas las edades están afectadas.
 
Esta enfermedad produce primero un pequeño nódulo o bulto, luego un edema y luego una placa. No es mortal pero si la infección de las úlceras avanzan muy rápido puede llegar a los huesos y desarrollar lesiones que provocan invalidez e incluso con el tiempo cáncer.
 
¿En qué lugares prevalece?
 
Esta enfermedad afecta desde Australia hasta América y afecta siempre a los más pobres, vulnerables y que tienen menos cultura y se piensan que es una enfermedad religiosa. Como una especie de maldición. Concretamente tiene un prevalencia elevada en países de África como Benín, Ghana o Costa de Marfil.
 
-¿Qué medidas se pueden desarrollar para su erradicación y control?
 
Con la Organización Mundial de la Salud (OMS) hemos trabajado primero por encontrar la causa y después encontrarle cura. Si se hace mucha sensibilización se puede diagnosticar pronto y curarla por vía médica sin necesidad de cirugía, lo que conlleva más complicaciones y dolor. Hay gente que ha pasado dos o tres años en el hospital pasando por más de 100 operaciones. Eso genera también mucho desgaste psicológico.
 
Es importante que la opinión internacional esté sensibilizada ante esta enfermedad. Una enfermedad que se puede curar muy bien incluso mejor que la Lepra y Tuberculosis. Esperamos que el mundo entero se mueva y todos hagan un esfuerzo porque esta enfermedad llegue a desaparecer.
 
También se necesita prevención y concienciar que con el simple hecho de llevar pantalón largo al campo para evitar pequeñas heridas se puede reducir el número de personas afectadas por esta enfermedad.
 
-¿Se produciría más sensibilización si estas enfermedades denominadas “olvidadas” llegaran a los países desarrollados como ocurrió con el Ébola?
 
Si se ha hecho un largo camino por reconocer las causas y el microbio que la produce es porque en países como Australia se ha investigado mucho en sus institutos de enfermedades tropicales y ha habido un gran progreso.
Antes era sólo labor de los misioneros que hacía curas durante años llegando a veces hasta amputar.
 
-¿Cuál es la labor que desarrollan?
 
A 700 km de la capital desde el Hospital de Tanguieta los misioneros ayudamos a los más pobres y abandonados de África. La gente nos pregunta que por qué hemos ido hasta allí, tan lejos, y siempre les respondemos que es el lugar donde están los más pobres y que les ayudaremos y seguiremos ayudando desde el hospital.
 
Aunque es el centro de referencia del país muchos se mueren llegando.
 
-¿Cómo se puede solucionar eso?
 
Con una solidaridad enorme. Estamos haciendo de todo pero necesitamos más ayuda del Gobierno, subvenciones que nos ayuden a educar a la población para que acudan a nuestros centros.
Aunque en Tanguieta hay apariencia de progreso, muchos tienen móviles, es según la OMS, donde hay niveles más altos de desnutrición.
 
-¿Cuántas personas se atienden el hospital?    
 
El hospital de Tanguieta empezó con 82 camas ahora tiene más de 400  y muchas veces hay  600 y 700 hospitalizados. Recibe aproximadamente 20.000 enfermos nuevos cada año de los cuales hospitaliza 15.000. En pediatría hay 113 camas y ha habido veces que hemos tenido a más de 300 niños hospitalizados.
 
Unos 320 profesionales trabajan en el Hospital.  Y alrededor del hospital hemos desarrollado 24 dispensarios todos conectados con radio y con ambulancias que van y vienen día y noche.
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                    
Una noche, que estaba de guardia en cirugía, operé a tres niños. Esa misma noche en el hospital entraron 30 niños, se hicieron 22 trasfusiones de sangre y se murieron 11 niños.
 
El hospital cada año asiste a 1.000 muertes de menores y casi todos se mueren en el camino. Es una situación terrible.
 
En el 79 viví una epidemia de sarampión y en 4 meses murieron 5.000 niños para un hospital con 80 camas y sin vacunas. Ahora solo tienen Sarampión 140 niños y ninguno se muere. La Malaria es la principal causa de muerte en los niños. Estamos desarrollando una vacuna para prevenirla. Además hemos descubierto que si a un niño con linfoma de burkitt, una enfermedad que afecta a niños menores de 7 años cuyo único tratamiento es la quimioterapia, se le inyecta suero de un niño curado, se cura. Pero necesitamos financiación para seguir investigando.
 
-¿Qué apoyo reciben de otras ONG e instituciones locales?
 
Recibimos sobre todo apoyo de otras ONGs necesitamos mucha más ayuda para continuar con nuestra labor. Muchos hermanos se están preparando y formando para dirigir el hospital que he dirigido durante tantos años. Todo el provincial es africano. Me quedaré aquí hasta que el señor quiera.
 
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