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Dr. Juan Martínez : «Grexit»

El Dr. Juan Martínez, director de la Fundación para la Formación de la OMC, aborda en un artículo de opinión la reciente crisis entre Grecia y la Unión Europea y,  por la importancia que la economía tienen en la salud de los ciudadanos, alerta del peligro de las medidas adoptadas que pueden desembocar en mayor pobreza, desigualdad y pérdida de esperanza de vida, e incluso en hambrunas y mortandades, en el sur de Europa

 

Madrid, 29 de julio de 2015 (medicosypacientes.com)

La palabra de moda en 2015 en todo el mundo fue Grexit, apócope de Grecia y exit, juego de palabras, en fin, envenenado a partes iguales por el humor sajón y el drama mediterráneo.

Dirán qué pinta un médico hablando de Economía y ello merece una pequeña explicación. En primer lugar, no tengo ni idea de esta ciencia, caso de que lo sea y dicho todo ello con permiso de los expertos, que ya estarán poniendo el grito en el cielo, de leer estas líneas.

En segundo lugar, sí quiero decir que el asunto que da título al texto y por antonomasia el asunto que subyace, la crisis, tiene muchísimo que ver con la salud, de la que sí me ocupo y ya no soy tan ajeno intelectualmente, como de la economía.

No obstante, con ánimo de comprender, recurro de nuevo al viejo y astuto recurso, leer. Y leyendo a Paul Krugman, a Joseph Stiglitz y a la cohorte de escarmentados economistas japoneses de la década perdida, uno llega siempre a lo mismo. A la misma conclusión keynesiana: si retiras el estímulo en las crisis produces una depresión. No hay otra. Si recortas el gasto público en medio de semejante lío, solo pierden las personas, empezando por los pobres, esos los que más. Si financias externamente con gasolina llamada rescate a los bancos que se hunden, solo consigues eso, que no se hundan, parasitando la economía real con sus innumerables operaciones especulativas. Privatizando el beneficio y socializando la deuda dañas a las personas concretas, con nombre y apellido. Y por supuesto si le das el dinero a los ricos, aumentando la brecha social, ellos van y no se lo gastan, incapaces de gastar tanto, sino que lo reinvierten en el casino global, o lo ponen en propiedades de manos muertas, como se llamó justamente a las de la Iglesia y los terratenientes españoles del siglo XIX. Incapaz de producir bienes y servicios, consumibles por terceros, el dinero empieza a ser inútil, no gira, no sirve para comprar y vender, para generar riqueza, y si a todo ello le añades sal y pimienta en forma de miedo, comienzan las retiradas de depósitos y llegas a Argentina, qué curiosa coincidencia, en forma de corralito o de corralón.

A ver, que no tengo ni idea, insisto, pero me duele ver como mi salario se congeló primero y recortó después, como los contratos de un día se generalizaron entre los médicos jóvenes, o como la gente viene a la consulta llorando porque no puede pagar el piso y la ley hipotecaria del siglo XIX los aboca a la calle y además a seguir pagando una deuda que excede al valor real del inmueble. Mientras, para colmo, los políticos corruptos se llenaban los bolsillos. Esa es nuestra propia aportación local al cuadro.

De este lío surgen los políticos populistas o directamente leninistas. Cuidado. Es más de lo mismo. O más de lo peor.

Centrémonos en el euro y la cesión de soberanía hacia los bancos, ahí es nada. Nuestras democracias europeas son ya poco más que administraciones locales. Una tarde entró Zapatero a una reunión siendo socialdemócrata y salió casi neocon. ¡Qué le dirían allí! Me imagino que sin ninguna acritud, simplemente, «tú ya no mandas en esto, te hemos depuesto, más que nada porque vosotros nos cedisteis la soberanía en ese terreno, y no hay más que hablar».

Cualquier crisis pasada se bandeó con devaluaciones de la moneda local. Favorecías las exportaciones, empobreciendo solo a los importadores o a los que viajan mucho, simplificando. Es decir, favoreces a la mayoría social y desde luego incrementas el turismo, más barato para los de fuera. El euro es un corset muy apretado, casi una camisa de fuerza para los tiempos de vacas flacas y no lo digo yo, que no tengo ni idea, sino Paul Krugman, al que debieron de dar el Premio Nobel porque les sobraba y no sabían dónde ponerlo.

Sí, el miedo de Europa a que Grecia salga del Euro es que le vaya bien (Krugman dixit). Que sus playas se llenen de turistas, que crezca a un ritmo endiablado y que, finalmente, acabe con el Euro. Una salida ordenada, se entiende, no una debacle monumental sobrevenida, eso no lo quiere ni el mismo Mefistófeles.

Algunos aventuran ideas atrevidas: puesto que los poderes ahora no son democráticos, dotémosles de legitimidad, hagamos más Europa, pongamos más soberanía en la parrilla común. De ser así, adivinen quienes se quema antes: ¿los pequeños y periféricos o los gorditos y centrales? Me temo que su corazón seguirá tierno mientras esas piltrafas ya estarán carbonizadas.

Me interesa la economía porque influye en la salud. Aunque parezca exagerado, recortar salarios, pensiones, protección social y servicios sanitarios es, o puede ser, tan genocida como abrir campos de concentración, sólo es cuestión de tiempo. La única diferencia está en que una cosa es matar y otra dejar morir. El fin de la industria del sur de Europa derivada hacia Asia, la pérdida acelerada de tierras de labor y autonomía alimentaria, la dependencia energética y el cambio climático, la disfuncionalidad de una moneda inadaptable a las crisis y las obligaciones contraídas con el norte, incluyendo los pagos imposibles de la deuda, auguran pobreza, desigualdad y pérdida de esperanza de vida, si no directamente hambrunas y mortandades, en el sur de Europa. Por eso me interesa la Economía.

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