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Dr. José Antonio Prados: El Observatorio de Agresiones estimula a instituciones y organizaciones a tener una actitud activa para minimizar el impacto de la agresividad en las consultas

 

 

El Dr. José Antonio Prados, profesor  del «I Curso de Prevención y Abordaje de las Agresiones a Médicos» que han puesto en marcha la FFOMC y la FPSOMC, asegura que el trabajo que lleva a cabo el Observatorio de Agresiones de la OMC «estimula a instituciones y organizaciones a tener una actitud activa para minimizar el impacto de la agresividad en las consultas»

 

Madrid, 11 de febrero de 2014 (medicosypacientes.com)

Así lo asegura en una entrevista para Médicos y Pacientes en la explica los objetivos y fines del curso que arrancará en 24 de febrero, las pautas para evitar este tipo de situaciones y los datos mas relevantes de esta lacra para el colectivo médico y la sociedad en general.

El Dr. Prados, médico de familia en Córdoba, pone de manifiesto la presión asistencial a la que se encuentran sometidos los médicos con cada día menos tiempo,  menos recursos y más exigencia por parte de administraciones y pacientes que generan cada día más situaciones de conflicto

¿Cuáles son los principales objetivos de del curso «Prevención y abordaje de las agresiones a médicos?

Aportar a los profesionales habilidades comunicacionales y técnicas que pueden ser útiles para prevenir situaciones de conflicto en la consulta, abordarlas cuando estas ocurran y minimizar el impacto que puedan tener en el propio profesional y en su entorno de trabajo.

¿Cómo surgió esta iniciativa y a quién este dirigido el curso?

La inquietud generada en el colectivo ante el aumento de incidencia de agresiones a los médicos/as en los últimos años, ha sido recogida por la OMC con distintas iniciativas que culminaron con la creación del Observatorio de las Agresiones. Su trabajo, con numerosos datos recabados en todos los Colegios y los documentos hasta ahora elaborados, han constatado su importancia y han hecho que se valore como línea prioritaria de formación dentro del colectivo. Por ello, desde hace unos meses, tanto la FFOMC como la FPSOMC, han dado los pasos necesarios para diseñar y poner en marcha un curso que de respuesta a estas necesidades identificadas.

¿Cuáles son las pautas básicas para evitar una agresión?

Existen distintos tipos de agresividades, muy dependientes de problemas del entorno, de característica de los propios pacientes, de las circunstancias que rodean el acto clínico (presión asistencial, expectativas difíciles de cubrir…) y de la propia situación del profesional, y cada una de ellas tiene peculiaridades en su abordaje. En cualquier caso, hay elementos comunes que pueden resumirse en un buen autocontrol emocional y capacidad de escucha hasta que la agresividad del paciente haya bajado de nivel en una primera fase, seguido de la aplicación de técnicas de negociación que ayuden a identificar las expectativas del paciente y sus necesidades, y a encontrar las mejores soluciones dentro de nuestra capacidad y los recursos de que dispongamos.

¿Es la comunicación el factor más determinante para evitar las agresiones?

La mayor parte de los conflictos que se generan entre los profesionales y los pacientes tienen que ver con problemas de comunicación. Por tanto, nuestra actitud y capacidad para manejar estas situaciones, las técnicas de entrevista clínica que manejamos, o los modelos comunicacionales (modelo biopsicosocial, comunicación centrada en el paciente…) que utilicemos, son competencias fundamentales para que un profesional pueda atender este tipo de situaciones.

¿Existe un perfil de agresor y de médico agredido?

Con respecto a los pacientes no hay datos que ayuden a predecir una agresión aunque si se sabe los ámbitos donde son más probables: Atención primaria (AP) (57 %), hospital (13 %), urgencias extrahospitalarias (12 %) y urgencias hospitalarias (6 %). Los agresores no tenían antecedentes de enfermedad orgánica, psiquiátrica o toxicomanías en el 56 % de los casos, y una cuarta parte de ellos eran familiares del paciente.

En cuanto al perfil del médico/a agredido es más frecuente que sea hombre, sin diferencias relevantes (53 %), y más en el sector público (89 %), con un 8 % de los profesionales que han recibido más de una agresión.

¿Cuáles son los principales desencadenantes que llevan a un paciente a agredir al personal sanitario?

Las causas que se declararon más frecuentemente fueron: discrepancias con la atención médica (con mucha ventaja frente al resto de causas), no recetar medicamentos propuestos por el paciente, tiempo de espera, discrepancias personales, aspectos relacionados con la incapacidad laboral, malestar con el funcionamiento del centro y emisión de informes no acordes con sus exigencias.

¿Qué medidas deben de tomar las instituciones ante este grave problema?

Las instituciones tendrían que ser conscientes de su magnitud, establecer medidas para vehiculizar demandas que no pueden ser resueltas por el médico, favorecer que los profesionales tengan el tiempo y los recursos para que puedan dar la mejor respuesta a las necesidades del paciente y generar los cauces para proteger al profesional antes, durante y después de que estas desgraciadas situaciones aparezcan en la práctica clínica.

En su opinión, ¿Cómo valora el trabajo del Observatorio de las Agresiones de la OMC?

El Observatorio está permitiendo un seguimiento adecuado de un problema muy importante para el colectivo médico, aporta datos que nos habla de su trascendencia caracterizando el problema, nos ayuda a identificar las necesidades reales de nuestros profesionales y estimula a instituciones y organizaciones a tener una actitud activa que ayude a minimizar el impacto de la agresividad en las consultas.

El curso está teniendo mucha acogida en cuanto a número de inscripciones ¿esto se puede deber a que hay más agresiones de las que reflejan las estadísticas o un mayor clima de violencia en los centros de lo que se cuenta?

Probablemente haya casos que no se declaren en nuestra organización colegial, aunque es un dato difícil de ponderar. Pero en cualquier caso, los profesionales se encuentra sometidos a mas presión asistencial, con menos recursos y menos tiempo, con niveles de exigencia muy altos desde la administración/ organizaciones y muchas veces desde los mismos pacientes, y sometidos por tanto a un estrés laboral que les hace sentirse indefensos e incapaces de dar una respuesta al paciente con los niveles de calidad que les gustaría, generándose con más frecuencia este tipo de situaciones.

 

 

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