Una de cada cinco personas que viven en un zona afectada por un conflicto (22,1%) tiene problemas de salud mental, como depresión, ansiedad o trastorno de estrés postraumático, una cifra sustancialmente más elevada que la estimada para la población general, según un informe hecho público ayer por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y publicado en la revista médica "The Lancet"
En el informe se presentan los resultados de un análisis de 129 estudios publicados en ‘The Lancet’ con datos recogidos entre 1980 y agosto de 2017 relativos a 39 países, incluyendo entornos que han experimentado conflictos en los últimos 10 años.
Según el cual, además, casi una de cada 10 personas presenta un trastorno mental de moderado a grave. En dichas áreas, la prevalencia media fue más alta para las condiciones de salud mental leves, con un 13%, mientras que la prevalencia media para las condiciones graves fue del 5% y para los problemas de salud mental moderados, del 4%.
A la luz de estos porcentajes, el doctor Mark van Ommeren, investigador del Departamento de Salud Mental y Abuso de Sustancias de la OMS, urgió a realizar una inversión “inmediata y sostenida” en el desarrollo de servicios de salud mental en estas áreas cuya población requiere “desesperadamente” tratamiento y atención.
“Cuando existe la voluntad política, las emergencias pueden ser catalizadores para crear servicios de salud mental sostenibles y de calidad que sigan ayudando a las personas a largo plazo”, agregó, convencido de que los problemas de salud mental en situaciones de conflicto “están mucho más extendidas de lo que pensábamos”.
En 2019, la OMS está abordando los problemas de salud mental en países y territorios con poblaciones afectadas por emergencias a gran escala, como Bangladesh, Irak, Jordania, Líbano, Nigeria, Sudán del Sur, Siria, Turquía, Ucrania, Cisjordania y la Franja de Gaza, entre otros lugares.
Su respuesta ante esta situación incluye una radiografía de las necesidades de esta población, así como de los recursos y servicios disponibles para cubrirlas y la coordinación con socios locales para proporcionar el soporte necesario cuando las circunstancias lo requieren.
Este experto criticó la “ignorancia” sobre la salud y las enfermedades mentales que aún persiste en muchos países y reconoció que, en muchos casos, este apoyo ayuda a disipar los mitos al respecto y deriva en un mejor tratamiento y atención a los afectados.
Como ejemplos puso el caso de Siria, donde gracias al reconocimiento de la necesidad de apoyo la salud mental y el apoyo psicosocial se han introducido en la atención primaria, en los centros comunitarios y de atención a mujeres, así como en los programas escolares.
En la misma línea, según la OMS, el Gobierno libanés también ha aprovechado el aumento del número de refugiados para fortalecer sus servicios de salud mental, que también benefician a la población local.
Mark van Ommeren advirtió de que todos los países tienen la obligación de invertir en salud mental, apuesta que consideró particularmente importante en el caso de poblaciones afectadas por conflictos, donde la tasa de afecciones de salud mental es más del doble que la de la población general.
Por su parte, la autora principal del estudio, Fiona Charlson, adscrita a la Universidad de Queensland y al Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud de EEUU, confió en que su investigación proporcione las estimaciones más precisas sobre la prevalencia de enfermedades relacionadas con la salud mental en áreas de conflicto y criticó la “inconsistencia” de las ofrecidas por estudios anteriores.
“En este estudio utilizamos criterios de inclusión y exclusión más estrictos para la búsqueda bibliográfica y las estrategias de búsqueda avanzada y los métodos estadísticos”, abundó.
(Se adjunta artículo ‘The Lancet’ )