El vicepresidente del Sindicato Médico de Cantabria, Santiago Raba Oruña, publicó un artículo de opinión en 'El Diario Montañés', en el subrayó que "lo que está habiendo ahora mismo en nuestros centros de salud y hospitales por parte de una minoría de enfermeros es una auténtica insubordinación y dejación de sus funciones”
Desde hace dos meses, los médicos venimos sufriendo a diario, en los centros de salud y en los hospitales, la frustración de las enfermeras porque un real-decreto las impide recetar como si fueran médicos.
La Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias delimita claramente cuáles son las funciones de cada uno y el diagnóstico y la prescripción son función del médico. La enfermera colabora en procesos crónicos, como la diabetes y la hipertensión, y también hace curas para lo cual disponen del material necesario tanto en los centros de salud como en los hospitales. Muy excepcionalmente el médico tiene que emitir una receta para que el paciente vaya a buscar a la farmacia un medicamento para su cura.
Dicen que esta situación es alegal y les crea inseguridad jurídica ¿porque la receta en vez de hacerla ellas la hace el médico, quién por tanto, además, en ese acto asume la responsabilidad del tratamiento? ¿Dónde está la alegalidad, dónde la inseguridad?
La realidad es bien distinta: desde hace ya varios años, los dirigentes colegiales y sindicales de dicho colectivo consideran que su profesión tiene que situarse en un plano de igualdad con respecto a la de medicina y todo bajo la falacia de que, como trabajamos en equipo, todos somos igual de importantes para el equipo, obviando que dentro de un equipo el valor de las aportaciones de cada cual no es el mismo y la responsabilidad tampoco.
El RD que se acaba de publicar las da exactamente lo que públicamente dicen pedir, es decir, poder prescribir aquellos productos que usan para sus tareas habituales, curas fundamentalmente, pero obviamente siempre que esté protocolizado y bajo la supervisión de un médico. Entonces ¿cuál es el problema?
Pues que se está mintiendo descaradamente. Lo que realmente pedían era mucho más. Lo que se estaba exigiendo eran cosas tales como que con la excusa de medir la tensión arterial a los pacientes, ya estaban capacitadas para recetar antihipertensivos, o para poner antidiabéticos orales porque miden la glucemia (cosa que muchos pacientes hacen ellos solitos a diario en sus casas) o incluso anticoagulantes orales porque te pinchan el dedo y depositan una gotita de sangre en una tira reactiva. Y como sucede con harta frecuencia en este país, a donde no se puede llegar con la razón, se intenta conseguir con los sentimientos y con las vísceras, manipulando a todo un colectivo y creándolos falsas expectativas.
Desde hace un par de meses han inundado tanto a médicos como a pacientes con diferentes panfletos donde dicen no poder realizar determinados procedimientos que hasta la fecha venían realizando, como poner vacunas o aplicar determinados tratamientos que forman parte de protocolos establecidos porque, dicen, el nuevo RD se lo prohíbe. Nada más lejos de la realidad. El nuevo RD no impide hacer nada de lo que se venía realizando hasta ahora y, muy al contrario, posibilita y regula la prescripción enfermera. Y por si hubiera alguna duda legal, la Consejería de Sanidad, con fecha 28 de diciembre, emitió unas instrucciones en las que dejaba bien claro que los protocolos ya existentes seguían vigentes y que la propia Consejería asumía toda la responsabilidad sobre los mismos. Por tanto, de inseguridad jurídica nada.
Lo que está habiendo ahora mismo en nuestros centros de salud y hospitales por parte (y eso quiero dejarlo claro) de una minoría de enfermeros es una auténtica insubordinación y dejación de sus funciones tolerada, todo hay que decirlo, por parte de la Consejería de Sanidad y sus gerentes, que no han abierto ni un solo expediente sancionador en todo este tiempo. Y esto, obviamente es intencionado: la Consejería, en una actitud cobarde, no interviene porque sabe que no habrá consecuencias para los pacientes ya que al final los médicos, por ética y responsabilidad, harán cuanto sea necesario para que no quede una vacuna sin poner, una cura sin realizar, o una profilaxis en un recién nacido sin aplicar, muy al contrario que el colectivo de enfermería, autoerigido en cuidador de la sociedad pero que la usa y la manipula para sus intereses en cuanto surge la oportunidad, como ha sido el caso.
Se atreve la presidenta del Colegio de Enfermería a llamar a la Organización Médica Colegial de la que formamos parte todos los médicos, caciques, deshonestos y traidores mientras el presidente de su propia organización está imputado en la causa Gurtel, obviando la razón fundamental que se oculta detrás de esta pataleta de los dirigentes de la enfermería y que no es otro que el dinero, porque para poder recetar, las enfermeras tendrán que realizar un curso de acreditación, que será impartido por los colegios, sindicatos u otras entidades afines, curso que por supuesto no será gratuito y que supondrá una buena fuente de ingresos para todos ellos.
Hay muchos campos donde la enfermera puede realizar su actividad, como la cronicidad por ejemplo, sin necesidad de invadir las competencias de otros profesionales.
Nuestra sanidad no necesita minimédicos. Necesita enfermeras menos obsesionadas con querer hacer lo mismo/ganar lo mismo/mandar lo mismo que el médico pero sin pasar por lo mismo y más preocupadas por el bienestar real de sus pacientes.