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Paula Gil: «Las poblaciones marginadas y vulnerables suelen verse afectadas de forma desproporcionada por los efectos del cambio climático en la salud mental»

Médicos y Pacientes habla con Paula Gil, presidenta de Médicos Sin Fronteras España (MSF España), que participará como ponente en el IV Congreso de Cooperación Internacional que se celebrará los días 25 y 26 de mayo en Valencia. En concreto, la presidenta de MSF en España intervendrá en la tercera mesa de debate del evento, 'One Health: Impacto del cambio climático sobre las personas'  , en la que estará acompañada de Luis Alberto Calvo, presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Veterinarios, y Carlos Mediano, responsable de Investigación de Medicusmundi Internacional del Grupo de Justicia Climática y Salud. La Dra. Manuela García Romero, vicepresidenta segunda del Consejo General de Médicos (CGCOM), será la encargada de moderar esta mesa

¿Cómo afecta el cambio climático a la salud?

 
El cambio climático está socavando todas las dimensiones de la salud mundial, aumentando la fragilidad de los sistemas de salud, e incrementando la vulnerabilidad de las poblaciones. Además, a todo ello hay que sumar la crisis energética, la inflación, el impacto del COVID-19 y de la Guerra de Ucrania, la caída del valor de los salarios, y los conflictos. Los efectos del cambio climático son una carga real para millones de personas en el mundo, aquellas que viven en contextos donde ya existen crisis humanitarias.
 
Las consecuencias de los fenómenos meteorológicos extremos, de las sequías, del aumento de temperaturas, de las inundaciones son, año tras año cada vez más tangibles: en 2022, fuimos testigos de inundaciones destructivas en Pakistán, de otro año de sequía en Somalia, vimos un aumento de las tasas de malaria y cólera en todo el mundo, y el progresivo deterioro de la seguridad alimentaria mundial. Los efectos del cambio climático son devastadores en la salud de las personas. 
 
Unos sistemas sanitarios bien preparados son esenciales para proteger a las poblaciones también de los efectos del cambio climático.  Particularmente en lugares donde ya estos sistemas son frágiles no se están pudiendo preparar para asimilar las consecuencias para la salud que tiene el cambio climático. Crisis como el cólera de Siria o la sequía en el Sahel hacen que los sistemas sanitarios que ya de base no son capaces de responder a las necesidades habituales de la población sean totalmente incapaces de proveer respuestas eficaces ante estas crisis.
 
¿Considera relevante la celebración de este congreso? ¿por qué? 
 
Sí, dado que el Congreso aborda de una manera holística los principales desafíos para la salud de las personas, así como experiencias de mitigación y lucha contra el impacto del cambio climático en la salud. 
 
¿Cómo afecta el ser humano al medio ambiente?
 
Lamentablemente estamos viendo que los seres humanos que menos están dañando el medioambiente son los que más afectados están por las consecuencias del cambio climático. El comportamiento del ser humano es un factor esencial de cambio.
 
Pero las guerras y los desplazamientos de población también tienen un impacto directo sobre el cambio climático. La guerra y los conflictos armados pueden resultar en una acelerada degradación ambiental a causa de la lucha de los humanos por la supervivencia y la descomposición de los sistemas de gestión ambiental que protegen los ecosistemas.
 
¿Cuáles deben de ser las prioridades para revertir este impacto?
 
Desde un punto de vista de salud, el refuerzo y adaptación de los sistemas sanitarios es esencial.
 
Por otra parte, las organizaciones deben llevar a cabo medidas para contribuir a reducir la huella de carbono. MSF se ha comprometido a a reducir sus propias emisiones de carbono en un 50% en 2030 y respecto a los niveles de 2019. Las nuevas políticas y protocolos racionalizan el uso de la energía y reducen las emisiones de carbono reduciendo el número de vuelos o fomentando la telemedicina que se utiliza cada vez más para apoyar en distancia a nuestros equipos. 
 
Hemos hecho una inversión enorme en un plan de transición energética con la instalación de energía solar en Hospitales y centros de salud, también en nuestras casas y oficinas, pero queda mucho por hacer y muchos retos para poder hacerlo realidad en todos los contextos donde trabajamos.
También se ha invertido mucho en mejorar la cadena de suministros para evitar al máximo el uso de vuelos y mover nuestros stocks más por mar, pero también en planificar mejor las compras.
 
Y por último estamos revisando la manera como construimos para que sea menos dependiente de combustible.
 
¿Dónde están siendo más graves estos efectos y por qué?
 
MSF es testigo de un aumento de enfermedades endémicas en países inmersos en crisis humanitarias, como la malaria, el dengue o el cólera. El aumento de las lluvias está contribuyendo al número de personas con enfermedades transmitidas por vectores, como la malaria y el dengue. En República Democrática del Congo, la malaria causa cuatro veces más muertes por año que el conflicto, la meningitis, el cólera, y el resto de las enfermedades. En Sudán del Sur, por ejemplo, las fuertes lluvias y las inundaciones han dejado un aumento en el número de casos de malaria.
 
En 2022, al menos 30 países sufrieron brotes de cólera También es, entre otras causas, debido a factores climáticos, ya que el calor y la sequía pueden reducir la cantidad de agua potable, haciendo que la población tenga que recurrir al consumo de agua procedente de fuentes no seguras. Por otro lado, las inundaciones pueden facilitar la propagación de la bacteria a fuentes de agua que previamente eran seguras.
 
En 2015, el mundo se comprometió a poner fin a la malnutrición y alcanzar la seguridad alimentaria mundial para 2030 (ODS2). Sin embargo, la prevalencia de la desnutrición ha aumentado desde 2017. Las restricciones impuestas por los gobiernos durante la pandemia de COVID-19 empeoraron la situación alimentaria mundial y el número de personas desnutridas aumentó en 161 millones hasta alcanzar los 811 millones en 2020.
 
El cambio climático está poniendo en peligro la producción de alimentos, las cadenas de suministro y el acceso a los mismos. El aumento de las temperaturas está reduciendo la duración del crecimiento de los cultivos en muchos países, lo que supone una amenaza para el rendimiento de las cosechas. La creciente intensidad y frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos, como olas de calor, o sequías, dañan los cultivos y las tierras agrícolas, afectan al ganado, perturban las cadenas de suministro y afectan a la disponibilidad de alimentos. 
 
En Niamey, Níger, donde las lluvias provocaron inundaciones y acabaron con los cultivos, respondemos durante los últimos dos años a los aumentos en los casos de desnutrición. En 2022, la desnutrición ha sido una preocupación creciente en las zonas de crisis humanitaria de todo el mundo. En Nigeria, dimos la alarma sobre una situación catastrófica en el noroeste del país, donde ayudamos a tratar a más de 100.000 niños y niñas. Y, en este momento, nuestro personal médico en Somalia está trabajando duramente para paliar los efectos de la malnutrición particularmente en niños. 
 
Los conflictos en lugares como Afganistán, Burkina Faso, Chad, República Democrática del Congo, Etiopía, Nigeria, Mozambique, Myanmar, Siria, Malí, Níger y Sudán del Sur agravan aún más las crisis alimentarias en esas regiones.
 
El cambio climático está afectando a la salud mental, el bienestar psicológico y sus determinantes sociales y medioambientales. El aumento agudo de la temperatura, las olas de calor y la humedad se han asociado con un empeoramiento de la salud mental y un aumento de los suicidios. 
 
El cambio climático también puede exacerbar los conflictos y la violencia, y puede influir en la decisión de las personas de emigrar, lo que a su vez puede afectar a la salud mental y el bienestar. 
 
Las poblaciones marginadas y vulnerables suelen verse afectadas de forma desproporcionada por los efectos del cambio climático en la salud mental, que pueden agravar las desigualdades preexistentes en este ámbito, especialmente cuando la atención sanitaria es inadecuada. Las personas mayores, las mujeres y las minorías religiosas o étnicas corren especial riesgo de sufrir consecuencias adversas para la salud mental, y se ha demostrado que los jóvenes son más propensos a la ansiedad, las fobias, la depresión, las afecciones relacionadas con el estrés, el abuso de sustancias, los trastornos del sueño, la reducción de la capacidad para regular las emociones y el aumento de los déficits cognitivos. 
 
Para proteger todas las dimensiones de la salud humana es esencial acelerar los esfuerzos para hacer frente a los efectos del cambio climático en la salud mental y el bienestar psicosocial.
 
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