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Los médicos defienden sin reservas la calidad del acto médico con independencia de crisis y de recortes indiscriminados

 

Independientemente de la situación de crisis y de los recortes indiscriminados producidos en el SNS, la defensa sin reservas de la calidad del acto médico es parte esencial del compromiso y responsabilidad de los profesionales médicos, según se puso de manifiesto en una Ponencia dedicada a la “Ética de la Crisis”, en el marco de la IV Convención de la Profesión Médica

 

Madrid, 1 de diciembre 2014 (medicosypacientes.com/E.G)

A pesar de la situación de crisis y los indiscriminados recortes producidos en el SNS, la defensa sin reservas de la calidad del Acto Médico es parte esencial de nuestro compromiso y responsabilidad. En contextos de austeridad severa los médicos deben mantener la obligación de eficiencia pero han de desarrollar, a la vez, un activismo social y abogacía para defender a los pacientes, particularmente a los más pobres, frágiles e incapaces de afrontar sus necesidades de salud y autociudado. En estas ideas se ha basado la Cuarta Ponencia Satélite, “Ética de la Crisis”, que recogió la IV Convención de la Profesión Médica, celebrada recientemente en Madrid.

Durante la misma intervinieron como ponentes principales los Dres. Kepa Urigoitia Saudino, Presidente del Colegio de Médicos de Álava, y José Antonio Otero Rodríguez, Presidente del Colegio de Médicos de Valladolid; además de la Dra. Concepción Ferrer Novella, Presidenta del Colegio de Médicos de Zamora y moderadora de la mesa; el Dr. Joan Monés Xiol, Miembro de la Comisión Central de la Deontología del CGCOM y responsable del Abstract; y los Dres. Joaquín Fernández-Valderrama Benavides, Presidente del Colegio de Médicos de Burgos, y Fernando Vizcarro Bosch, Presidente del Colegio de Médicos de Tarragona, como responsables de las principales preguntas que se realizaron al finalizar las intervenciones de los ponentes.

A modo de introducción, la Dra. Concepción Ferrer expuso que “en momentos de crisis el médico ha de ser capaz de aprender activamente de la reflexión de su práctica profesional para introducir cambios que la mejoren”.

Así, como añadió, “esta reflexión sobre la ética de la crisis se traduce en una reflexión sobre la ética de las pequeñas cosas, de nuestro profesionalismo médico, de los conocimientos, habilidades, aptitudes y de las prácticas necesarias para ejercerlas con competencia. Todo ello desde la implicación con los sistemas de salud y con las organizaciones profesionales para mejorar la calidad de la asistencia a nuestros pacientes”.  Ello permitirá, a su juicio, “utilizar los recursos de manera eficaz y eficiente, evitando servicios innecesarios o medicaciones excesivas. Además, nos hará promover los valores éticos como garantes de calidad y excelencia”.

Entrando en materia, el autor del abstract, el Dr. Joan Monés, recordó que en 2007 la deuda sanitaria española alcanzaba los 15.000 millones de euros. El objetivo que se planteó entonces fue llegar al 5,3% del PIB en 2017 a través de los recortes y “tratando que los profesionales hiciesen más por menos”.

La irrupción en el año 2007 de la actual crisis económica ha inducido un deterioro de los presupuestos públicos en todos los países, con reducción de recursos para prestaciones básicas como sanidad, educación y servicios sociales. Aunque su impacto ha sido más acusado y preocupante en países menos previsores como el nuestro, la repercusión de la crisis económica en sanidad ha sido “el desencadenante de lo que se podía prever”, comentó el Dr. Monés Xiol.

Siguiendo el contenido del abstract se apuntan tres responsables a la hora de explicar esta situación, aunque atribuyó diferentes pesos a cada uno de ellos. Los gobernantes, que han ofrecido expectativas más allá de lo razonable e infraestructuras prescindibles. Los usuarios, que con cierta frecuencia hacen un uso inadecuado o excesivo de las prestaciones. Y los profesionales sanitarios, que a veces son poco conscientes de las consecuencias económicas de sus decisiones.

“Es indiscutible que en la actualidad la reducción del déficit público es una prioridad”, según el Dr. Monés, “pero ha alejado a la Sanidad española de la europea”. Según la OMS, España ha pasado del séptimo al decimosexto lugar mundial en la relación médico/número de habitantes, aunque el número de médicos es suficiente. La OCDE, por su parte, compara el % del PIB que dedican diferentes países a la salud, y señala que mientras España está en el 9,3%, países como Francia o Alemania alcanzan el 11,8% y el 11,3%, respectivamente.

A pesar de todo, según el último barómetro sanitario, la valoración del sistema sanitario no sufre un deterioro significativo en los años de crisis, aunque aumenta la proporción de ciudadanos que consideran que ha empeorado la asistencia. Sin embargo, aunque parezca paradójico, ha mejorado la valoración de la atención recibida, (“quizás por rebaja de las expectativas”), por lo que sin duda es un indicador de que la respuesta de los profesionales del sector sigue siendo globalmente buena, “lo que es de agradecer teniendo en cuenta que sus circunstancias laborales se han deteriorado de manera más que notable”.

Puede que este hecho sea debido a lo que hizo alusión el Dr. Kepa Urigoitia: “ética hay que tener siempre, no sólo cuando entramos en una crisis”. El presidente del Colegio de Médicos de Álava inició su discurso proponiendo una pregunta muy rotunda a la sala: Si el comportamiento de todos los agentes sociales de nuestro país hubiese sido siempre ético, ¿estaríamos ahora en esta situación?

El ponente aseguró que ante la situación que nos empezó a tocar vivir hace unos años “actuamos tarde” y las consecuencias de ese retraso se han traducido en cinco millones y medio de parados, un consumo que no aumenta y “pobres que cada vez son más pobres y ricos que cada vez son más ricos, lo que a su vez provoca que la clase media esté desapareciendo”. Los datos demuestran que sólo uno de cada tres españoles escapa de la crisis y que uno de cada tres niños españoles viven por debajo del umbral de la pobreza.

El Dr. Urigoitia señaló que estas pretensiones se traducen en que un mismo médico ha de realizar más actos diarios con el mismo tiempo, lo que implica que cada una de las actividades que este profesional lleva a cabo se tenga que hacer con mayor rapidez. “Si podemos dedicar cada vez menos tiempo a cada una de las consultas que hemos de realizar, será lógico que la empatía y la relación con el paciente se resientan”, apuntó, “por lo que a nadie debería de extrañarle que finalmente ese más por menos se convierta en una menor calidad en el trato”.

También señaló algunas consecuencias objetivas producto de este planteamiento basado en la supuesta eficacia del profesional sanitario, tales como el aumento en las listas de espera; y otras más subjetivas, como el descontento de médicos y pacientes o las desigualdades en el trato sanitario, ya que cada vez es más frecuente encontrar familias “que han tenido que dejar de comprar sus medicinas porque han de elegir entre éstas o dar de comer a sus hijos”.

Por motivos como estos, el presidente de Álava se declaró defensor acérrimo de una Sanidad Pública Universal, una financiación pública con impuestos, una gestión pública y la posibilidad de una Sanidad Privada complementaria. Para lograr estas premisas, el ponente aseguró que es necesario que el Gobierno se comprometa a dotar a la Sanidad de un presupuesto suficiente y adecuado, además de dotar a sus acciones de la suficiente transparencia y asegurar equidad para el trato sanitario a todos los ciudadanos.

En otro momento de su intervención abogó por conquistar un Régimen Sanitario en el que Atención Primaria y Hospitalaria no sean sistemas separados”. “Los pacientes tampoco se libran de su deber para con la ética en la Sanidad”, aseveró para a continuación pedir que todos los pacientes “hagan una correcta utilización de los servicios que se les ofrece”.

Por su parte, el Dr. José Antonio Otero aseguró que su intervención estaba hecha por “un médico que ve pacientes todos los días y que se dirige a médicos que ven pacientes todos los días y que, además, han de tomar decisiones”.

Este médico de familia planteó dos preguntas a su auditorio. ¿En tiempos de bonanza económica es razonable, moralmente bueno y éticamente aceptable hacer una indicación terapéutica no eficiente? ¿En tiempos de escasez, es razonable, moralmente bueno o éticamente aceptable no indicar la prueba adecuada o el mejor tratamiento para el paciente? “En ambos casos la respuesta debería ser siempre, no”, apuntó. Es por ello que el Dr. Otero abogó por no utilizar el “relativismo moral”, teoría sustentada en que según las épocas o circunstancias podríamos hablar de éticas diferentes.

“En nuestro caso sería igual que decir que tenemos unos principios, una moral distinta a aplicar en tiempos de crecimientos y en tiempos de crisis”, explicó el ponente, quien a partir de estas deducciones apostilló que deberían descartar, por tanto, el relativismo y el título de esa mesa para pasar a prestar una mayor atención desde ese momento a las dos grandes teorías morales que podrían manejarse en el ámbito de la ética y la Medicina: el deontologismo y el utilitarismo.

La primera de estas teorías defiende que algo es bueno porque se debe hacer; mientras que la segunda asegura que algo se debe hacer porque es bueno. “Estas dos ideas son aparentemente contradictorias”, señaló el Presidente del Colegio de Médicos de Valladolid.

El “deontologismo” parte de unos principios que considera deberes y sólo lo que se realiza según tales deberes es bueno. El utilitarista, en cambio, pone la vista en las consecuencias de una acción y si ve que aquellas son buenas concluye que debe hacerse. “Que se haga justicia aunque perezca el mundo es lo que dice un deontologista, frente al planteamiento de conseguir la mayor felicidad para el mayor número que propone un utilitarista”, comentó el Dr. Otero.

Así pues estamos ante la disyuntiva del singular frente al plural; la estrategia frente al romanticismo; la convicción frente a la responsabilidad. “¿Es posible la conciliación de estas dos teorías?”, planteó el ponente antes de dar una respuesta clara y concisa: “Sí, en el momento que no se debe concebir el deontologismo de una manera absoluta como quiere el Kantismo más cerrado, porque en ocasiones los deberes chocan entre sí y tras ponderar la situación decidimos lo que es mejor, más acorde con el sentido común y que resista un análisis crítico”.

La clave para conseguir desarrollar de forma adecuada el trabajo de un médico para el Dr. Otero consiste en dejar que sea el deontologismo quien te guíe pero sin olvidar nunca la eficacia concreta del utilitarista. “Los redactores del Código Deontológico, conocedores en profundidad de estas teorías, lo dejan escrito para que nos guíe en situaciones de crisis o bonanza económica”, aseguró.

El Dr. Otero finalizó su intervención recordando que en cualquier situación el médico procurará que sus decisiones clínicas, diagnósticas y terapéuticas sean tomadas de acuerdo al estado actual del conocimiento debidamente contrastadas, teniendo en cuenta siempre los recursos que tiene a su disposición y utilizando todos los medios a su alcance para denunciar las deficiencias y solicitar los recursos necesarios para la mejor atención al paciente.

En su turno de palabra, el presidente del Colegio de Médicos de Tarragona, el Dr. Fernando Vizcarro, planteó a los ponentes si se podría considerar ético “que para acceder a un nivel superior de carrera profesional se obligue a aceptar unas DPO (Dirección por Objetivos) que, en principio, deben ser voluntarias?”

Al presidente del Colegio de Médicos de Valladolid sí le parece ético, argumentando que “la responsabilidad del que planifica o dirige es la de presentar objetivos, otra cosa es que esos objetivos concuerden con nuestros principios deontológicos, es decir, que busquen la eficiencia, el correcto uso de los recursos”. Insistió en que “no me parece que no sea ético la instauración de una dirección participativa por objetivos aplicable a cualquier tipo de actividad asistencial, insisto, siempre que los objetivos sean correctos y estén adaptados al estado actual del conocimiento”.

El presidente del Colegio de Médicos de Álava dio un punto de vista diferente a la cuestión planteada por el Dr. Vizcarro, partiendo de que la carrera profesional no se puede juzgar bajo el tamiz de la ética, al ser una cuestión de carácter político, en su opinión.

Con respecto al cumplimiento de objetivos, éstos serán diferentes en función de quien gobierne. Si a un profesional se le introducen unos objetivos en su carrera profesional durante un gobierno y la evaluación posterior se hace cuando gobierne otro, la evaluación probablemente sea negativa, más que cero.

Otra de las cuestiones que se sacaron a colación, en esta ocasión por el Dr. Fernández-Valderrama, presidente del Colegio de Médicos de Burgos  ante esta situación de crisis y de medraje de muchos políticos, fue si ¿es ético y sostenible mantener 17 Servicios de Salud autónomos y mal coordinados cada uno con su historia clínica electrónica, su tarjeta sanitaria y su hipertrofiada estructura administrativa?

A juicio del presidente de Álava esta cuestión es, sobre todo de carácter político, aunque, a su juicio, “es perfectamente sostenible la existencia de estos 17 sistemas de salud, porque todo depende de cómo se haga. Lo que no es ético, en su opinión, es el comportamiento de las personas al frente o debajo de esos sistemas de salud que hacen que éstos sean inviables. Lo ético radica, insistió, “en la actitud de las personas frente al mismo, de los que trabajamos en esos sistemas, de los que hacen uso de esos sistemas, y de cómo se comunique lo que en ellos se lleva a cabo”.

En definitiva, todos los integrantes de esta ponencia satélite dejaron claro con sus intervenciones que a pesar de la situación de crisis y los indiscriminados recortes producidos en el Sistema Nacional de Salud, la defensa sin reserva de la calidad del acto médico es parte esencial del compromiso médico; que la crisis económica no puede ser excusa para recortar derechos sustantivos de ciudadanía que puedan comprometer la calidad y equidad de los servicios sanitarios; que el gasto sanitario público suficiente debe ser una prioridad política en el marco de las prestaciones sociales; y que el médico debe actuar con libertad de prescripción que debe fundamentar en la autoridad clínica que consiste, tras realizar un correcto diagnóstico clínico, en elegir entre las opciones disponibles que más conviene a su paciente, tras sopesar su validez y utilidad, atendiendo a criterios de seguridad, eficacia y eficiencia.

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