Uzbekistán ha obtenido la certificación oficial de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de estado libre de malaria, ya que ha eliminado la transmisión indígena de la enfermedad dentro de sus fronteras, según anunció el organismo
“En la eliminación de la malaria, Uzbekistán ha dado un gran paso adelante en la protección de la salud de su población”, indicó el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, que ha calificado el logro de “espectacular”.
La certificación de Uzbekistán aumenta a 19 el número de países en la región europea que han recibido este reconocimiento por parte de la OMS. Se declaró que la región europea en su conjunto había interrumpido la transmisión de la malaria indígena en 2016.
El clima y la topografía de Uzbekistán, que ya erradicó la malaria en 1961 pero volvió a propagarse en los años siguientes, favorece la presencia de los mosquitos portadores de la enfermedad. De hecho, es temporada de malaria en el país durante siete meses al año. Desde 1892 hasta 1905, la malaria mató a cerca de 40.000 personas en la capital del país, una onceava parte de su población.
El gobierno de Uzbekistán se centró en ampliar el acceso a la atención médica en general y a proporcionar medicamentos contra la malaria, fundamentalmente quinina. Además, se tomaron medidas preventivas y a capacitar a los profesionales de la salud sobre cómo prevenir, reconocer y tratar la enfermedad.
Estas medidas hicieron disminuir el número de casos, pero volvieron a aumentar durante la Segunda Guerra Mundial. En 1943, casi una de cada diez personas contrajo malaria en Uzbekistán. Los esfuerzos para volver a disminuir el número de casos registrados dieron frutos y, mientras en 1953 se detectaron 20.000 casos de malaria en 2.800 asentamientos, en 1959 sólo se diagnosticaron 49 en 30 asentamientos. En 1961 no se detectó ninguno en el país.
No obstante, para 1966, un repunte de la malaria se registró en la localidad de Boysun, donde 58 personas cayeron enfermas en 14 asentamientos. En la década de los 80, la situación epidemiológica empeoró porque los soldados afganos diseminaron la enfermedad de nuevo. En 1999, los casos registrados por la transmisión local del parásito se propagaron por el sur, a lo largo de la frontera con Tayikistán. Un año después, se identificaron 125 casos, 46 de ellos indígenas.
“En el año 2000, el Ministerio de Salud estableció un programa nacional de vigilancia y control de la malaria para reducir la transmisión de la enfermedad y limitar su distribución”, indicó la directora de una unidad de enfermedades parasitarias en el Centro Republicano de Vigilancia Sanitaria-Epidemiológica del Estado de Uzbekistán, la doctora Inna Tyo.
Para entonces, algunas de herramientas habían cambiado. Se implantó por su efectividad el uso generalizado de la pulverización en interiores con otros insecticidas. El gobierno también aumentó el número de personal en las clínicas de salud en las zonas fronterizas y fortaleció la vigilancia en este sentido.
“El gobierno entendió que el problema de la malaria era un obstáculo para la implementación del plan nacional de desarrollo de Uzbekistán”, añadió el miembro de la OMS que ha verificado la eliminación de la malaria, el doctor Anatoly Kondrashin.
El sistema de salud gubernamental no actuó solo en la eliminación de la malaria, sino que contó con la colaboración de otros ministerios, como el de agricultura, el de educación o el de transporte. “La cosa más destacable fue un enfoque holístico hacia la detección temprana, el diagnóstico y el tratamiento eficaz de los pacientes con malaria, de forma gratuita y sin importar la nacionalidad”, agregó el doctor Kondrashin.
Con la eliminación de la malaria, el gobierno y los socios nacionales de la malaria siguen comprometidos para evitar que la enfermedad vuelva a arraigarse en Uzbekistán a largo plazo.
Las áreas en las están continuamente enfocados incluyen la detección temprana y el tratamiento oportuno de los casos, el monitoreo de poblaciones de mosquitos, la preparación del sistema de vigilancia de brotes de la enfermedad, la respuesta rápida si la transmisión indígena vuelve a suceder, la cooperación transfronteriza para la prevención de la malaria y la formación continua de especialistas sanitarios.