Un nuevo estudio de la Universidad de Búfalo (UB), en Estados Unidos, y publicado en el "Journal of the American College of Cardiology: Heart Failure", ha demostrado que caminar más puede reducir hasta un 25% el riesgo de insuficiencia cardiaca en mujeres mayores, poniendo el foco en la cantidad de actividad más que en la intensidad de la misma
“Esto es bastante importante desde el punto de vista de la salud pública, dado el mal pronóstico que tiene este tipo de insuficiencia cardiaca una vez que está presente”, agrega LaMonte. La insuficiencia cardiaca afecta desproporcionadamente a los adultos mayores, con aproximadamente el 80 por ciento de los casos en personas de 65 años o más, un grupo de edad para el cual la insuficiencia cardiaca es la principal causa de hospitalización.
La insuficiencia cardiaca con fracción de eyección reducida generalmente ocurre en personas que han tenido un ataque cardiaco. El corazón se convierte en una bomba más pobre, lo que conduce a complicaciones relacionadas, incluido el fallo de otros órganos y, en el peor de los casos, la necesidad de un trasplante de corazón o incluso muerte súbita cardiaca, explica LaMonte.
LaMonte y sus colegas examinaron la información de actividad física autoinformada por 137.303 participantes en la ‘Iniciativa de Salud de la Mujer’ (WHI, por sus siglas en inglés), un estudio prospectivo a largo plazo que ha arrojado importantes conclusiones sobre la muerte y el riesgo de enfermedad en mujeres posmenopáusicas, y para el cual UB ha sido un centro desde que la WHI comenzó a principios de la década de 1990.
Después, analizaron un subconjunto de 35.272 mujeres que tenían fracción de eyección reducida o insuficiencia cardiaca con fracción de eyección preservada. Durante un seguimiento promedio de 14 años, hubo 2.523 casos de insuficiencia cardiaca, incluidos 451 con fracción de eyección reducida y 734 con fracción de eyección preservada.
Como parte de su análisis, los investigadores representaron el desarrollo del ataque cardiaco antes del diagnóstico de insuficiencia cardiaca. Eso es crítico porque un ataque cardiaco después de la finalización de la evaluación de la actividad física, pero antes del diagnóstico de insuficiencia cardiaca, podría conducir a resultados sesgados al sugerir una relación más fuerte de lo que sería el caso.
“Teniendo en cuenta esto, nuestros resultados probablemente no se vean influenciados en este sentido –dice LaMonte–. También demostramos que la relación de protección entre la actividad física y el desarrollo de la insuficiencia cardiaca se mantuvo cuando examinamos los cambios en los niveles de actividad física a lo largo del tiempo”.
La incidencia acumulada de insuficiencia cardiaca general fue menor con el aumento de la actividad física, en comparación con las mujeres que no informaron de realizar actividad física al inicio del estudio. Cada media de actividad adicional de 30 a 45 minutos estuvo asociada, en promedio, a una reducción del riesgo del 9 por ciento para la insuficiencia cardiaca general; del 8 por ciento para la insuficiencia cardiaca con fracción de eyección preservada y del 10 por ciento para la insuficiencia cardiaca con fracción de eyección reducida.
La actividad física y la marcha se asociaron inversamente con el desarrollo de insuficiencia cardiaca, mientras que la actividad física específica de intensidad (leve, moderada, intensa) no lo fue.
“El hallazgo de que caminar demostró una asociación protectora con la insuficiencia cardiaca y sus subtipos es particularmente importante en un contexto de salud pública –dice LaMonte–. Esto es especialmente relevante dado que caminar es, con mucho, la actividad física más comúnmente reportada en los adultos mayores”.
Los hallazgos también son significativos considerando que se espera que la población de personas de 60 años o más en Estados Unidos se duplique hasta 2035, con las mujeres superando en número a los hombres en 2 a 1. “Debido a que la insuficiencia cardiaca es mucho más común después de los 60 años, y debido a que su tratamiento es muy desafiante y costoso, la posibilidad de prevenir su desarrollo en la vida posterior al promover mayores niveles de actividad física podría tener un impacto importante en la carga general de esta enfermedad en una sociedad que envejece”, dice LaMonte, apostando por el mensaje: ” Muévete más, siéntate menos”.