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El Dr. Zamarrón se despide de la Comisión Central de Deontología de la OMC

El Dr. Agustín Zamarrón abandona la Comisión Central Deontológica de la Organización Médica Colegial (OMC) al ser designado como miembro del Congreso de los Diputados en la XIII legislatura. En este artículo hace balance de su trayectoria en la citada comisión, donde terminaba su mandato, y en la que se celebrarán elecciones próximamente

La designación como como miembro del Congreso de los Diputados en la XIII legislatura determina mi abandono de la Comisión Central Deontológica Cumplo con la petición de referir la experiencia de haber pertenecido a ella.

Asumo, con convicción, el precepto de confidencialidad que afecta a sus miembros, me referiré, por tanto, únicamente, a lo que externamente puede ser apreciado y a lo que experimentado se puede narrar sin romper la debida cautela.

Sobre mí. Casi una anomalía de sistema en la Comisión por mi escasa significación en los organismos de representación colegial y mínima preparación previa para el cometido de este organismo. Decir escaso mérito.

Importa, pues en mis compañeros de areópago, antes que enclaustramiento encontré acogida, comprensión y paciente condescendencia. Mi agradecimiento.

El equilibrio en la designación de los miembros de la Comisión Central Deontológica es difícil. Junto a la operatividad deber darse representación a diversos sectores y sensibilidades. Y son tantos, que el reglamento difícilmente llegue a aquilatar un sistema preciso, atendiendo, en escala a esta Comisión Central Deontológica, a las Autonómicas y a las Provinciales y su necesaria correlación. Junto a los más preparados, los más próximos al conocimiento y aplicación de la ley, sea por historia o especialidad, en los que, creo, importa más el saber sobre la fundamentación de la ley y filosofía del derecho que la frecuentación del universo jurídico, la equilibrada presencia de médicos asistenciales, conocedores directos de la realidad practica de la profesión. En mi periodo de adscripción solo hubo una mujer como miembro, representación señera pero única. Atendiendo a la proporción de mujeres en la profesión a este desequilibrio no debe admitirse excusa pues será causa de desarmonía.

La reiterada frecuentación, por preparación, mérito y compromiso, de las mismas personas en la Comisión Central Deontológica, debería ser motivo de ponderación, pues junto a sus ventajas encuentro, y en ellas mismas, inconveniente. La fluidez de relación externa entre los habituados se contrapone a la necesaria gelificación interior.

He asistido a dos periodos marcados por la personalidad de dos presidentes, apreciando la necesaria continuidad en las labores en curso y la marcada diferencia formal que, quienes los conozcan, entenderán fruto de su muy distinta historia profesional y colegial. Ha sido experiencia memorable. Como ha sido, enriquecedora y placentera, la convivencia con el resto de mis compañeros, cuya dedicación y virtud moral ponderare siempre y de cuyo conocimiento me he de declarar deudor en el porvenir. Debo significar que, las diferencias de criterio, creencia, ideología, y opinión, enriquecieron nuestras deliberaciones y no obstaculizaron el alcanzar termino común, afianzando en la franqueza y respeto mutuos.

Considero mi fracaso no haber sabido potenciar el establecimiento de una mejor y continuada relación entre las diferentes Comisiones Deontológicas. Una asamblea anual no es suficiente, se requiere, con empleo de los medios disponibles, una estructura activa de conexión y cohesión entre las comisiones Provinciales, Autonómicas y Central, así como entre sus miembros. La potencia de las comisiones es distinta, unas precisan apoyo, otras deben darlo de modo activo y permanente, haciendo accesibles personas y conocimientos.

Como mayor labor he contribuido a la revisión del Código de Deontología Medica. Revisión necesaria por el fluir del tiempo, la importancia e intrusión de los medios de comunicación y la penetración creciente de estructuras empresariales de asistencia sanitaria que, junto a su utilidad y necesaria calidad, tienen razón de lucro. La labor de mis compañeros ha sido y será trascendente. Considero afortunado que dicho Código se haya ofrecido a la critica general y, a través de los colegios, a todos los colegiados; un éxito que las criticas han sido numerosas.

Me voy sin que se le haya dado termino.

Inclinado más a la generalidad y fundamento de la razón practica, dos únicas consideraciones me llevo. 

Primera. La conveniencia de que en su preámbulo se haga constancia, como en otros Códigos Deontológicos profesionales se hace, de la obligación del profesional de la Medicina de observar y acatar las leyes generales y no contemplar, solo, el territorio normativo que la sociedad nos concede.

Segunda. Siendo los principios éticos de la profesión, respetar la vida humana, la dignidad de la persona y el cuidado de la salud del individuo y de la comunidad, se les de nuevo orden, anteponiendo la dignidad de la persona al valor de la vida. Es lo congruente con la evolución cultural de la sociedad occidental y lo asumido por la generalidad de la población y de los profesionales médicos de nuestra nación. Y está en el común hacer de los médicos cuando, en situación extrema, ambos valores se contraponen.

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