El Dr. Antonio Ares escribe este artículo de opinión para Médicos y Pacientes en el que aborda la esperanza de vida y la longevidad.
“La comunidad científica sabía que en aquel laboratorio se hacían experimentos un tanto extraños. Pese a que se había pretendido cumplir con la normativa básica para la protección de los animales utilizados en experimentación y otros fines científicos, incluyendo la docencia, allí, en esa especie de granja siniestra, sin jaulas, se utilizaban animales para fines poco claros.
El Dr. John Dolittle estaba al frente de aquel proyecto. Era muy raro que, en aquella clínica entre veterinaria y puntera en la investigación, no se contara con personal auxiliar. Los animales que allí estaban habían adquirido, por arte de magia, la posibilidad de comunicarse, mediante el lenguaje. Un logro inédito en la experimentación animal, conseguido por ese especial científico. El loro “Polinesio”, el cerdo “Gub-Gub”, el perro “Jip”, el pato “Dab-Dab”, el mono “Chee-Chee”, y un largo etcétera conformaban la fauna de aquel experimento. Había caballos, vacas y ovejas, todos animales terrestres. El más peculiar de todos, un pequeño ratón blanco llamado “Whitey”. Después de las muestras de su meticuloso ensayo, en el que había logrado alargar la vida del roedor de manera considerable, y sobre todo con muy buena calidad y con ausencia de enfermedades, empezó a llamarse Ratón Dolittle. Con ese detalle, su promotor en la ciencia, quería que su nombre perdurara en el tiempo, que abriera las puertas de la ansiada inmortalidad”
La ciencia no deja de darnos sorpresas y alegrías, aunque como siempre con matices. Un experimento realizado con ratones de 75 semanas de vida, el equivalente a unos 55 años en humanos, a los que se trataba hasta su muerte con un determinado anticuerpo, ha conseguido prologar su esperanza de vida. La administración de un tratamiento que inhibe a una proteína específica, llamada IL-11, abre las puertas hacia la ansiada fuente de la longevidad. El estudio, publicado en la prestigiosa Revista Nature, no sólo aporta aumentar los años de vida, sino también regular las enfermedades asociadas a la edad. Se viven más años y con mayor calidad de vida, un 22,4% en los ratones machos y un 25% en las hembras, lo que equivaldría en aumentar la esperanza de vida en la especie humana en al menos 20 años. Bastaría una inyección mensual para bloquear a esa proteína inflamatoria origen del envejecimiento.
Dorian Gray y Fausto vendieron su alma a Mefistófeles, a cambio de adquirir conocimientos ilimitados o de conservar la belleza de la juventud. Eso tiene un alto precio.
Uno de los desafíos más soñados por el ser humano a lo largo de la historia es conseguir aumentar la esperanza de vida. Desde el principio del siglo pasado, prácticamente, se ha duplicado, de los 40 años de expectativas en el año 1900 a los más de 80 en 2019. Existen diferencia por países, dependiendo de su nivel de desarrollo, pero en líneas generales el aumento ha sido generalizado. Vivir en sociedades muy longevas llevará a tener que modificar la manera de relacionarnos, tanto en el ámbito familiar, laboral y social. Ya de hecho, los conceptos de juventud, edad adulta, edad madura y senectud suponen una traslación progresiva de los años. La juventud llega a los 40 años y la senectud no empieza antes de los 80. Lo que, desde un punto de vista científico, médico y social se admite como un logro inconmensurable precisará de cambios drásticos que, si no se adoptan de manera progresiva y con previsión de futuro, pueden acarrear consecuencias imprevisibles.
Las relaciones intergeneracionales y sus efectos sobre el empleo, y la redistribución del trabajo. La disminución drástica de la natalidad en todo el mundo (Se calcula que para el año 2050 se producirá en enlentecimiento de la población mundial, dejando de crecer en la década de los ochenta de este siglo, cuando empezará a decrecer). Aumento de las patologías relacionadas con la edad (enfermedades neoplásicas, deterioros cognitivos, patologías degenerativas, salud emocional). Adaptación de las ciudades y de los entornos urbanísticos a las condiciones de movilidad de la población. La edad de jubilación y el sistema de pensiones. La restructuración de los sistemas de salud, de los cuidados de la longevidad y de los autocuidados, el ocio y el tiempo libre.
Sin recurrir a tratamientos milagrosos de longevidad, que sólo podrán estar al alcance de unos pocos privilegiados con dinero, la propuesta es mirar a las comunidades que, a día de hoy, tienen una mayor esperanza de vida. Son los llamados paraísos de la Longevidad: Barbagia (Cerdeña. Italia), Okinawa (Japón), Icaria (Grecia), Nicoya (Costa Rica) y Loma Linda (California. EE UU).
Cinco son las características de estas comunidades:
- Dieta: Productos de la tierra, fundamentalmente, frutas, verduras y legumbres. Dieta mediterránea.
- Actividad física: ejercicio físico diario, mejor si es como actividad implicada con el entorno.
- Redes sociales y familiar: sostén familiar, sensación de pertenencia a un grupo, huir de la soledad.
- Sentimiento del propósito (Ikigai): motivo y razón para vivir y seguir activo física y mentalmente.
- Manejo de estrés: Optimismo, fe y confianza.
Por países, la longevidad de su población, tiene que ver con el poder adquisitivo y su tamaño, cuanto más reducido mejor. Países pequeños con alto nivel de renta figuran a la cabeza de los rankings de longevidad, con Mónaco, Hong Kong y Macao a la cabeza.
Y no nos olvidemos del Código Postal. Majadahonda (Madrid) 85,4 años de esperanza de vida, La Línea de la Concepción (Cádiz) 79,9 años.