Hoy, 28 de julio, se conmemora el día mundial contra la hepatitis, proclamado por la OMS. La erradicación de estas enfermedades víricas se encuentran en la agenda 2030, aunque la pandemia ha enlentecido el proceso. Con motivo de este día, Médicos y Pacientes entrevista a la Dra. Zoe Mariño, quien expone la situación actual de las hepatitis en España y asegura que para cumplir el objetivo de la OMC en nuestro país es imprescindible "recuperar el ritmo que teníamos antes de la pandemia para el diagnóstico, derivación y tratamiento".
La Dra Zoe Mariño es especialista senior en Hepatología en el Hospital Clinic de Barcelona, doctora en Medicina por la Universidad de Barcelona e investigadora clínica del CIBERehd (Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Hepáticas y Digestivas) e IDIBAPS. Su labor asistencial y científica ha estado ligada a las hepatitis víricas y a las enfermedades genéticas del hígado. Es miembro del comité científico de la AEEH (sección Hepatitis Víricas). Ha publicado numerosos trabajos en relación con las hepatitis virales y es investigadora principal y colaboradora en numerosos proyectos y ensayos clínicos a nivel nacional e internacional.
¿En qué punto se encuentra la hepatitis en España? ¿Y en el resto del mundo?
España es uno de los países mejor posicionados en lo que a microeliminación de las hepatitis virales se refiere. La OMS estableció en 2016 un plan de eliminación mundial de las hepatitis instando a todos los países a trabajar y apoyar la prevención, el diagnóstico y el tratamiento de las mismas, con la finalidad de eliminarlas en 2030.
La vacunación frente al virus de la hepatitis B en España es universal desde hace décadas. En la hepatitis C, en España se ha trabajado mucho mediante la puesta en marcha de numerosos proyectos de microeliminación a nivel de todo el territorio. Antes de la pandemia del COVID-19, era uno de los pocos países con capacidad para poder cumplir ese ambicioso objetivo de la OMS en 2030. No obstante, la pandemia actual de COVID-19, ha provocado un importante enlentecimiento de muchos circuitos (saturación de la atención primaria, retrasos en el diagnóstico y la derivación, paralización de muchos proyectos) que han hecho que este objetivo actualmente sea mucho más difícil de conseguir. Actualmente deben reactivarse de nuevo muchos programas diagnósticos y volver a recuperar el ritmo normal a nivel de las instituciones sanitarias, para poder garantizar el tratamiento antiviral de los pacientes, y poder hacerlo en fases tempranas. Esto es fundamental para poder prevenir el desarrollo de cirrosis, cáncer hepático o necesidad de trasplante hepático.
En el resto del mundo, la situación es muy heterogénea en función del territorio. Hay países similares a España, en los que la pandemia ha frenado los programas de diagnóstico y acceso al tratamiento, y países en los que la prevención mediante vacunación y el acceso al diagnóstico todavía siguen constituyendo una tarea pendiente.
Aún hay mucho trabajo por hacer a nivel mundial, pero lo importante es saber que la hepatitis B puede prevenirse mediante la vacunación, y que existen tratamientos para pacientes que ya la tienen, y que la hepatitis C puede curarse actualmente de forma definitiva mediante tratamientos muy seguros.
¿Y la investigación sobre las hepatitis? ¿Cuáles son las necesidades más urgentes en el campo del estudio de estas enfermedades?
En los últimos años, desde la generalización de los antivirales de acción directa o AAD, hemos vivido una importante expansión del conocimiento en lo que respecta a los efectos de la curación de la hepatitis C a muchos niveles, tanto en el individuo como el efecto sobre la comunidad: efectos sobre la fibrosis hepática, sobre la cirrosis o el cáncer hepático, sobre el impacto en las listas de espera de trasplante o los índices de hospitalización, sobre la supervivencia, sobre la reinfección o sobre el impacto de la curación fuera del hígado…
En lo que respecta a la hepatitis B, un virus muy distinto al virus C y complejo, existe todavía mucha información por conocer en lo que respecta a su ciclo vital, las fases de la enfermedad, su capacidad oncogénica, los biomarcadores para el diagnóstico y seguimiento, su capacidad de reactivación, la posibilidad de coinfección en pacientes con hepatitis B por el virus de la hepatitis delta… Conocer el virus y sus efectos en la célula, el hígado y el organismo mediante la investigación, son fundamentales para el desarrollo de estrategias para la curación definitiva de este virus. Para ello se necesitan medios y apoyo a la investigación básica y traslacional en este país, algo que aun dista mucho de ser óptimo, si tenemos en cuenta la riqueza de investigadores que tenemos.
¿De qué herramientas de prevención disponen los ciudadanos?
Las hepatitis virales se transmiten por fluidos corporales (sangre y hemoderivados o fluidos sexuales). No se transmiten por saliva, contacto o por aire. La prevención es fundamental y constituye la primera línea de acción para cortar la cadena de transmisión. Para ello, se han de evitar conductas de riesgo: no compartir material que pueda tener contacto con sangre y usar métodos de barrera en las relaciones sexuales. Además, la vacunación de la hepatitis B es altamente eficaz y previene la infección por el VHB en caso de contacto en la mayor parte de los casos. Los nacidos a partir de 1990 están vacunados, pero existe una franja poblacional que no tuvo acceso a la vacuna universal y que por tanto pueden estar en riesgo de contagio si no se protegen adecuadamente.
¿Cómo ha afectado la pandemia a los pacientes afectados por estas enfermedades? ¿Y a los estudios sobre estas enfermedades?
Debido a la pandemia, toda la atención sanitaria se ha visto afectada. Empezando por Atención Primaria, de enorme calidad en nuestro país, que se ha visto desbordada y colapsada, por lo que el diagnóstico y la derivación de las hepatitis a los especialistas se ha retrasado o bloqueado. Además, muchos pacientes han tenido que esperar a ser tratados en nuestras unidades de Hepatología, y muchas pruebas diagnósticas y de seguimiento se han retrasado, con el consiguiente efecto negativo sobre su salud. La investigación en este campo también ha sufrido retrasos, ya que la financiación en muchos casos se ha redirigido o desviado hacia el COVID-19, y también porque se han paralizado en muchos casos los necesarios contactos entre investigadores clínicos y básicos.
¿Cuáles deberían ser los siguientes pasos en el tratamiento de estas enfermedades en nuestro Sistema Nacional de Salud?
Recuperar el ritmo que teníamos antes de la pandemia para el diagnóstico, derivación y tratamiento, y garantizar y apoyar la puesta en marcha de acciones de microeliminacion a nivel de subpoblaciones con mayor riesgo de infección: consumidores de drogas, pacientes con enfermedades mentales graves, trabajadores del sexo, inmigrantes procedentes de zonas de alta prevalencia, convivientes de pacientes con hepatitis, entre otros. El acceso al diagnóstico debe ser universal; solo así podremos garantizar el acceso al tratamiento y la eliminación de las hepatitis en nuestro medio.
¿Cómo es el proceso para un paciente desde el diagnóstico hasta el tratamiento?
Actualmente debería ser un proceso rápido. El diagnóstico puede realizarse mediante análisis de sangre o incluso, en algunos escenarios, mediante tests con punción del dedo y obtención de una gota de sangre capilar. Desde el diagnóstico, la derivación al médico tratante debería ser algo rápido, ya sea a los hospitales convencionales o bien a dispositivos diseñados para ello, más cerca de algunas poblaciones con ciertas barreras (personales, sociales, económicas o culturales). En el caso de la hepatitis C, los tratamientos son seguros, duran poco tiempo (8-12 semanas) y son extraordinariamente eficaces. En el caso de la hepatitis B, los tratamientos deben mantenerse más tiempo, pero son muy seguros y de buena tolerancia a corto y largo plazo.
¿Cómo se puede mejorar la atención a los pacientes de hepatitis?
La clave para mejorar es detectar a los pacientes con hepatitis. El problema es que muchos pacientes actualmente pueden tenerla y no saberlo, ya que las hepatitis producen pocos síntomas y pueden pasar desapercibidas durante años hasta que la enfermedad está muy evolucionada. Todos los pacientes deberían poder ser evaluados al menos una vez en su vida; mejorar la atención implica detectar su presencia. Una vez diagnosticados, el manejo de los pacientes actualmente está muy optimizado.
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